sábado, 26 de mayo de 2018

Engaño, estrategia de gobierno y de campaña

Enrique Calderón Alzati
Las estrategias empleadas en el debate del domingo pasado por los candidatos del PRI y del PAN para tratar de minar el apoyo creciente de la sociedad mexicana a López Obrador, no tuvieron el efecto deseado y terminaron actuando como bumerang en su contra. Tales estrategias tampoco fueron nuevas, pues han sido utilizadas por la elite que ha manejado al país durante los recientes treinta años, las cuales están basadas en el engaño sistemático a la población.
En esta ocasión nos tocó ver a Ricardo Anaya, haciendo responsable a Andrés Manuel de las ventas de Banamex y Bancomer a bancos extranjeros cuando éste era jefe del Gobierno del entonces Distrito Federal, no obstante que la responsabilidad de dichas operaciones recaían en el presidente de la nación, Vicente Fox, quien dicho sea de paso había sido postulado por el mismo partido del señor Anaya como el candidato del cambio.
Para no quedarse atrás el señor José Antonio Meade acusó también a AMLO por haber aceptado e impulsado la candidatura de Nestora Salgado por parte de Morena para una senaduría en el estado de Guerrero, no obstante que se trata de una secuestradora, afirmó el también candidato, desestimando el hecho de que el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria de la ONU, determinó desde 2015 que Nestora Salgado había sido privada de su libertad de manera injusta, exigiendo al gobierno mexicano su liberación y la reparación del daño cometido contra ella. ¿Con qué argumentos podría justificar José Antonio Meade su ataque? Lo único que logró fue mostrar su capacidad de engaño, la cual le ha permitido escalar puestos en los gobiernos adictos a esta conducta.
Dejando a un lado a estos ilustres candidatos por ahora, podemos recordar al presidente Enrique Peña Nieto en las semanas iniciales de su administración, hablando de sus reformas estructurales: Gracias a nuestra reforma energética, los precios de las gasolinas dejarán de incrementarse, mientras nuevas plazas de trabajo serán creadas a partir de la llegada de cuantiosas inversiones extranjeras. Tres años después, además del desempleo de miles de trabajadores de Pemex, un gasolinazo inició el proceso de aumentos continuos de los precios de los combustibles para llegar en año y medio a una alza acumulada de 50 por ciento (de 12 pesos en 2016, a 18 en 2018) generando un proceso inflacionario y la devaluación del peso a una tasa mayor a 50 por ciento durante ese mismo periodo.
De la misma manera, el engaño de Peña Nieto en torno a la reforma educativa, presentándola como un proyecto para mejorar la calidad educativa y ocultando que su objetivo real era la privatización de la educación, tuvo como resultado el rechazo de los maestros y de un segmento creciente de los padres de familia y de la población; las consecuencias, al final del sexenio, conformaron un retroceso de varios años de acuerdo con los resultados en las pruebas de Enlace y Planea publicados por la SEP, mientras los presupuestos anuales aprobados a la educación por el Congreso, fueron sujetos a recortes continuos para financiar los proyectos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, caracterizados por su turbiedad.
De esta manera, hoy podemos afirmar que si por algo se recordará al gobierno de Peña Nieto, no será por el impacto positivo de alguna de sus reformas, sino por la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y su intento de engaño, conocido como la Verdad Histórica. Pero la administración de Peña Nieto no ha sido la única en el empleo del engaño como instrumento de gobierno. De igual manera podemos recordar los engaños de Felipe Calderón en dos puntos centrales de su gestión: Su presunta guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, mientras permitía a los estadunidenses la venta de armas de fuego en todo el territorio nacional, las que fueron a parar a manos de los narcos, conformando así un escenario de guerra que dejó miles de muertos entre la población civil sin erradicar el narcotráfico, mientras su supuesta estrategia para generar empleos fue abandonada desde el inicio mismo de su gobierno.
De Vicente Fox podemos recordar el engaño de su campaña al pregonar el cambio que él representaba para la conducción del gobierno, lo cual terminó siendo una farsa, en tanto que todos los viejos vicios del PRI continuaron realizándose con desparpajo, incluida la corrupción y el tráfico de influencias ejercido por su propia esposa y la familia de ésta. De Zedillo se recuerda el terrible engaño del rescate a los banqueros mediante el Fobaproa, que aún seguimos pagando. Curiosamente, aunque se diga que el señor Meade es un hombre honesto, él ha sido funcionario en todos esos gobiernos, jugando incluso un papel estelar en muchos de ellos. Existe un viejo refrán que con ligeras modificaciones es aplicable a este personaje: Corrupto es quien corrupta tiene el alma aunque no robe todavía, que desde luego es igualmente aplicable a Ricardo Anaya, aunque por lo que hoy se sabe de él, seguramente ya lo ha hecho.
A cinco semanas de las elecciones resulta difícil pensar que las preferencias electorales puedan cambiar, sin embargo la amenaza de Meade sobre que el PRI habrá de ganar la elección como lo hizo en el estado de México, no debe ser olvidada ni minimizada, dado el poder con que aún cuenta su partido y quienes en realidad están detrás del poder. Lo único que les hará detenerse es el rechazo masivo y absoluto del pueblo en su conjunto, venciendo las campañas de miedo que seguramente habrán de lanzar en las semanas previas a las elecciones.
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