lunes, 9 de julio de 2018

Pueblo organizado

Bernardo Bátiz V.
E
n la democracia auténtica la voz que se escucha es la del pueblo por conducto de sus votos y con su participación en campaña; en la democracia todos los votos son iguales, idéntico valor tiene el del desempleado, el de quien no acabó la primaria que el del doctor o el del potentado que vive de sus inversiones. El fenómeno nuevo es que los debates se generalizaron; fueron entre los candidatos en los formatos acartonados implementados por el Instituto Nacional Electoral, pero los más reñidos, en los que abundaron epítetos y descalificaciones o en los que se dieron argumentos y se expresaron razones, fueron entre los mexicanos de a pie. Sin televisión ni aparatos escénicos; nos topamos con los debates por todos lados, los vimos y escuchamos en las reuniones de familia, en los restaurantes, en las esquinas, en el Metro y principalmente mediante las redes de comunicación social, en todo lugar o espacio en el que las personas conviven cara a cara o por conducto de celulares y tabletas.
Hubo pasión e inteligencia, participación, propuestas y críticas, hubo de todo y las campañas fueron de los candidatos, tanto del que ganó arrolladoramente como de los otros, pero también del pueblo. El triunfo a fin de cuentas es de los millones que se convencieron y acudieron a las urnas, formaron fila, se identificaron legalmente y votaron.
Pero todo pasa; ya terminó la contienda electoral, los perdedores se fueron a su casa, el ganador afronta su nueva responsabilidad, se reúne con todos, en forma más visible con sus antiguos contrincantes, los empresarios, los que antes emprendían o financiaban campañas en su contra y ahora lo buscan y le presentan propuestas, sonrisas y abrazos; parece que se limaron las asperezas.
Se reúne también con su equipo, con los que compartirá la carga de la administración pública, los que tendrán con él a su cargo cumplir las promesas, no defraudar, demostrar que el cambio fue a fondo y es verdadero.
“Adiós al Prian” reza una calcomanía que me obsequiaron en la campaña de Delfina Gómez en el estado de México y que porto desde entonces con orgullo en la cajuela de mi auto; la predicción del pequeño letrero, el sueño, a par­tir del día primero de este mes se convirtió en realidad; el Prian se fue, los dos partidos quedaron por lo pronto estrepitosamente derrotados, ni sumando los votos de ambos hubieran ganado a Morena y a su candidato.
Todo está muy bien, casi todo mundo está feliz. Sólo que hay un pendiente. El lema del movimiento, que se mantuvo como divisa después, desde la fundación del partido, es claro: sólo el pueblo salva al pueblo, es el momento de ver cómo ese grito se hace vida eficaz y permanente. Andrés Manuel López Obrador, su capacidad, su resistencia, su preparación y la confianza que inspira fueron un factor fundamental del resultado del día del cambio. Pero hay otro no menor en importancia, el otro factor es el pueblo que se desbordó, que confió, que no sólo tomó partido sino que tomó parte.
Se enfrentó a la guerra sucia y contestó todo, promocionales pagados y memes de las redes, con ingenio, con coraje, con chispa; no dejó pasar nada de lo que le decían a su candidato y fue derrotando una a una las diversas etapas de la contracampaña; no dejó pasar nada, que si seremos Venezuela, que si es un populista, que es un peje, un López, que por él bajó el peso y subió el dólar, que se perfilaba como dictador, que quemó Roma y le echó la culpa a Nerón. Todo lo contestó la gente, a cada ataque surgían una docena de respuestas.
Ganó la gente, lo que sigue es que esa gente, atenta, participativa, politizada, no querrá irse a su casa así nomás, a ver los toros desde la barrera, quiere seguir haciendo historia, su historia.
La democracia representativa da paso a la democracia participativa, eso ofrecimos y la gente que derrotó al sistema probó la fuerza de su organización. Es un paso hacia la democracia directa, el pueblo estuvo al nivel de su candidato, debe y puede tomar parte en la reconstrucción de México. Puede hacerlo en las dos vertientes de lo social, la política y la economía.
Muy bien los programas distributivos de recursos, las pensiones, becas, empleos a jóvenes, pero es necesario un paso adelante; de nuestra Constitución no se ha suprimido el sector social de la economía. Propongo que el pueblo se organice para formar cooperativas, que se respete la propiedad privada, pero que también se fomente la propiedad social, que se abra camino a las empresas cooperativas en las que los trabajadores son también dueños del capital.
En materia política el pueblo sabe cómo, puede organizarse en brigadas de ciudadanos en cada barrio, pueblo, colonia y como si estuviera en campaña, salir a la calle, conocer su territorio, ser enlace entre la gente y los servidores públicos y también identificar problemas, sugerir soluciones, apoyar a los vecinos en apuros, asesorar a jóvenes, rescatar y defender sitios abandonados. El pueblo hizo historia y puede, quiere y debe seguir siendo protagonista.
Ciudad de México, 6 de julio de 2018.

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