lunes, 17 de septiembre de 2018

Astillero

Chivos y circos // Expiación y justicia// Peña, Javidú, Robles
Julio Hernández López
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▲ UNOS 19 MIL EFECTIVOS EN EL DESFILE. Horas antes del desfile militar por el 208 aniversario del comienzo de la Guerra de Independencia, último de la administración de Enrique Peña Nieto. En este acto participaron casi 19 mil elementos de las fuerzas armadas.Foto Víctor Camacho
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o ha sido la primera vez que Andrés Manuel López Obrador utiliza la figura del chivo expiatorio para referirse a personajes altamente polémicos. En mayo de este año, en Atlacomulco, estado de México, dijo: Miren lo que le hicieron al mismo Peña Nieto: lo encumbraron, lo impusieron y ya después que no les gustó lo convirtieron en chivo expiatorio. Ahora Peña Nieto es como el payaso de las cachetadas, ellos mismos le dieron la espalda. Horas antes, en San Felipe del Progreso, había explicado que daría el beneficio de la duda al citado Peña Nieto, pues éste se había comprometido a respetar el resultado de las elecciones presidenciales: No quiero hablar mal de Peña Nieto porque no soy hipócrita (https://goo.gl/WPTLwi y https://goo.gl/hhL8Bi ).
El 16 de abril de 2017, López Obrador tuiteó, a propósito de la aprehensión de Javier Duarte de Ochoa en Guatemala: “Detienen a Duarte para simular que combaten la corrupción. Pero el pueblo no se conforma con chivos expiatorios, quiere la caída del PRIAN”. Y este sábado respondió de manera inequívoca con un  a periodistas, quienes le preguntaron si Rosario Robles Berlanga es un chivo expiatorio y las denuncias de corrupción en su contra constituyen un circo.
Además de la puntual respuesta positiva a las preguntas periodísticas antes mencionadas, López Obrador explicó los fundamentos de sus consideraciones. En el caso de Robles, señaló que debe irse más allá de los actos espectaculares de cada sexenio, con la vista puesta en los jefes de jefes y con el camino procesal libre para que se presenten denuncias y se avance en ellas, conforme a la división de poderes.
La referencia a los jefes de jefes resulta interesante. Rosario Robles se ha mantenido en una constante zona de acusaciones por actos de corrupción. No parece necesitar instrucciones de nadie para emprender la búsqueda de negocios oscuros en cuanto ha llegado a un cargo de carácter público: lo mismo en la jefatura del Gobierno del Distrito Federal que en la presidencia del Partido de la Revolución Democrática; lo mismo en la Secretaría de Desarrollo Social que en la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. A juicio de este tecleador, con aspiraciones de memorioso, es imposible considerar a Robles chivo expiatorio. Podrá ser cómplice, corresponsable o el término de imputación que se desee, más nunca alguno con sentido atenuante.
Pero, suponiendo sin conceder que la historieta de la cándida Rosario y el sistema desalmado fuera cierta (perdón al espíritu de Gabriel García Márquez por mezclar su nombre en estos actos de mágico realismo corrupto), los jefes de jefes de Robles serían dos: Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto. A ambos ha dicho López Obrador que los perdonaría. Miguel Cantón Zetina, presidente del Grupo Cantón, que incluye al diario Tabasco Hoy, le preguntó a finales de enero de este año: Para unir al país y gobernar en armonía, ¿estaría dispuesto a perdonar y fumar la pipa de la paz con Carlos Salinas y Enrique Peña, entre otros políticos, incluyendo a algunos empresarios? Y AMLO respondió: Sí. No es mi fuerte la venganza. Lo que importa es sacar adelante a México, eso es lo más importante, y pensar hacia adelante. No odio, no podría vivir con odios, soy muy feliz. Yo no odio a nadie, y vamos a poder entendernos con todos, con las nuevas reglas” (https://goo.gl/2Pb3Yq ).
En este contexto, la amable reclasificación de Robles y la descalificación de medios, reportajes (el muy premiado, de la Estafa Maestra) e incluso investigaciones oficiales de la Auditoría Superior de la Federación, corren el riesgo de convertirse en una especie de acolchonamiento de la opinión pública para que la amnistía política, el perdón y la transición de terciopelo (una forma de convivencia con la mafia del poder y los jefes de jefes) dejen sin castigo a los grandes responsables de la tragedia nacional, desde presidencias municipales hasta gubernaturas, secretarías de Estado y, desde luego, ocupantes de la residencia de Los Pinos.
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero

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