martes, 27 de marzo de 2018

La charla

José Blanco
A
MLO hace tiempo que gana en sosiego. En la charla que le organizó el reportero Carlos Marín, director del Grupo Milenio, estuvo así: inconmovible. Hubo actitudes inquisitivas y, algunas, inquisitoriales. Andrés Manuel estuvo frente a un grupo que, creo, prefiere no tenerlo como presidente de la República.
En el trato, me pareció, la mayor amabilidad estuvo de lado de Aguilar Camín; la menor, del reportero.
Pocas novedades de parte de AMLO: dijo nuevamente sus tesis, sin que lo perturbaran en lo más mínimo las numerosas interrupciones del reportero, que por momentos alcanzaba una congestión sanguínea notoria, producto de ira mezclada con exasperación, porque no podía conducir como quería, en formas y tiempo, el ritmo de la charla.
A Andrés Manuel se le vio empoderado, absolutamente dueño de sí mismo. Navegó en ese espacio como un acorazado. La sonrisa cuando no la risa franca, le acudió fácil, frente a frecuentes gestos de estupor, de reprobación, o de incredulidad. No obstante, sus entrevistadores también, algunas veces, acompañaron a AMLO con francas carcajadas.
Probablemente los contertulios vieron a un Andrés Manuel distinto del que esperaban: por su grado de empoderamiento, confianza y afirmación; por su amplio nivel de información de lo que ocurre en el país; porque muestra saber, con buenos datos, quién es quién en la política mexicana, o cuánto cuesta esto y aquello; por sus familiares alusiones históricas: AMLO ve los he­chos políticos y a los políticos –especialmente a los presidentes–, desde la Independencia, como referentes vivos que le sirven para orientar o contrastar sus propias decisiones y crear sus propias convicciones. Al término de la entrevista Andrés Manuel se levantó, tan a gusto como la había pasado durante casi hora y media, diciendo: la charla estuvo buena.
Aguilar Camín interrogó y escuchó con atención los decires y argumentos de AMLO. Azucena Uresti hizo buenas preguntas, pero quedó insatisfecha con las respuestas. Los demás interrogaron, discutieron con él o lo increparon. Puig, entre asombrado y burlón; Silva Herzog, con impaciencia; el reportero, con irritación, con alguna dosis de descalificación o interrumpiendo a su entrevistado.
Recojo algunos, muy pocos, momentos y decires de los contertulios. AMLO expresó, una vez más, su determinación de revisar de pe a pa las reformas estructurales; muy especialmente la reforma energética, porque nunca ha sido un programa nacional, dijo, sino un dictado del extranjero: todo lo que esté fuera de la legalidad, manchado de corrupción o sea inconveniente para la nación, será cancelado. Quedó claro que a los entrevistadores les parece francamente mal echar atrás las reformas y, en particular, la energética. AMLO se sostuvo: lejos de ayudar al país, la reforma energética precipitó la crisis de Pemex: EPN dijo que produciríamos 2 millones 800 mil barriles diarios; producimos un millón menos cada día. Además, nos prometieron precios más bajos de las gasolinas, de la electricidad, del gas; sucedió lo contrario; debido a la reforma y a la corrupción de arriba. En EU es más barata la gasolina y en Guatemala también, que no tiene petróleo.
La corrupción. Una vez más AMLO explicó su programa: el presidente será el ejemplo y será combatido todo acto de corrupción. De aquí obtendremos recursos al menos por 500 mil millones de pesos. Los entrevistadores no creyeron en lo absoluto que tal cosa funcione: la corrupción es ubicua, alegaron; cómo vas a hacer llegar a tus manos ese dinero. AMLO dejó ver algo quizá no percibido detenidamente por los demás: el presupuesto lo maneja el presidente.
La violencia. Atender a las causas, dijo AMLO: los jóvenes, el programa principal; becarios sí, sicarios, no. Atención directa del presidente a los delitos; el parte por las policías y el Ejército todos los días a las seis de la mañana. EPN no está enterado cuántos homicidios diarios hay ni dónde ocurren. Respingo del reportero: Quizá no tenga por qué saberlo, como no tiene que saber el número de baches que hay en el país. Ha leído usted bien: para el reportero los homicidios y los baches son equivalentes.
La reforma educativa: será cancelada. Fue una reforma laboral; haremos una reforma educativa. Todos los jóvenes entrarán a la educación superior. Haremos un programa con las universidades públicas y privadas. Interviene Silva Herzog: ¿va usted a pasar encima de la autonomía y del mérito? AMLO dice respetar la autonomía, pero tiene su idea: que entren todos los que quieran, los más retrasados irán más despacio y tendrán apoyo académico para que avancen; faltaron explicaciones. En otro momento, Silva Herzog muestra su alarma: ¿no tiene usted desconfianza de sí mismo?, ¿no tiene usted ninguna reserva de duda (sólo certezas)?... dudar es saludable… El académico parece hablarle a un científico. Pero está hablando a un político. ¿Puede un político plantarse frente a las masas y decirles tengo dudas sobre lo que les propongo?
Puig brinca alarmado en su silla y sube la voz: ¿vas a hacer la cuarta transformación?, ¿te oyes, Andrés Manuel?, ¿tú eres como Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Cárdenas? AMLO no se arredra, sí, voy a hacerla: con el pueblo. Para Puig los héroes patrios son seres superiores, parece.
Puig: la dimensión de los héroes la hacen los historiadores. Los héroes fueron hechos por su circunstancia. Seres humanos comunes enfrentados con los graves problemas de su tiempo, como en el presente.
¡Ah!: nadie hizo ni una sola pregunta sobre los excluidos: la mitad jodida de la población. Sobre la desigualdad, tampoco.

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