lunes, 1 de agosto de 2011

La causa


Bernardo Bátiz V.

Es el momento de un breve recuento. Dejo de ser el enlace y coordinador de Morena en Nuevo León y es oportuno dar una vistazo al trabajo desarrollado a partir de 2007; cambio de responsabilidad pero no de causa, pues en la medida de mis fuerzas seguiré luchando por la soberanía nacional, la justicia, el respeto a la dignidad de las personas, una mejor distribución de la riqueza, más tolerancia y todos esos valores que han sido leitmotiv de mis actividades políticas. Hace años habría puesto en primer lugar la democracia; hoy la dejo al final, como una herramienta de todo lo demás.

Cuando empecé el trabajo en el estado norteño, en 2007, buscábamos integrantes o afiliados al gobierno legítimo y no fue nada fácil. Había que convencer a mexicanos del norte, desconfiados del centro y desconfiados de la política, a que firmaran una carta en la que se comprometían a defender, cuando se les requiriera, nuestra patria, su patrimonio, sus valores, sus fronteras y recursos, especialmente el petróleo; había que convencerlos también de que se tomaran una foto y dieran algunos datos personales, entre ellos su domicilio. No era fácil, pero se hizo y los convencidos fueron siempre en aumento.

No faltó entonces quien me advirtiera, lo he relatado alguna vez, que en Nuevo León era inútil convocar a un movimiento de izquierda; “hasta las piedras son de derecha”, me dijeron; por supuesto no es así y lo pude comprobar rápidamente. Al principio hubo que vencer algunos obstáculos que hicieron lentos los avances, burocracias partidistas desconfiadas y maliciosas, rencontrarme con Monterrey, que ya conocía, conocer el estado y buscar contactos. Sin embargo, a poco, contamos sobre el camino con un equipo inicial pequeño pero de espíritu generoso, que nunca dejó de crecer.

Puedo hablar de círculos concéntricos, uno central, pleno de dinamismo y eficaz para resolver las mil dificultades que en el terreno y sobre la marcha se presentan. Otro grupo, que ya encontré integrado, era de militantes comunistas, sindicalistas desplazados de la fundidora, hombres recios y convencidos, que no eran novatos ni escabullían el cuerpo cuando era necesario trabajar en algún acto político o integrar brigadas.

Un grupo más, muy valioso por sus consejos y puntos de vista, fue el integrado por maestros universitarios, ya mayores casi todos, algunos sólo maduros, con experiencia en luchas universitarias y en la defensa de compañeros perseguidos por gobiernos de derecha. Otros simpatizantes y colaboradores venían de las filas de maestros universitarios más jóvenes, intelectuales, artistas y académicos. Todos ellos, si bien no siempre salían a las plazas y a los pueblos a convencer ciudadanos para el movimiento, sí aportaban opiniones, estudios, obra, proyectos, y estaban presentes cuando se les requería. Encontré algún cooperativista, a panistas y a ex panistas; militantes de partidos de izquierda y muchos ciudadanos sin partido; en cuanto a convicciones, digamos espirituales, católicos, “cristianos” y también agnósticos y ateos.

En lo tocante a las ocupaciones, hay de todo, maestras y maestros que tienen que lidiar con el cacicazgo del sindicato, amas de casa, obreros, médicos, abogados, empleados y empresarios. De todo y cada quien, como sucede en estos empeños políticos para un cambio de fondo, aportando tiempo, vehículos propios, recursos económicos, pero principalmente ingenio personal, carácter y voluntad, todo con generosidad y ese espíritu localista que ellos llaman “regio” y que tardé tiempo en entender.

Al principio pude ir a Nuevo León cada 15 días, luego una vez al mes; después, durante una malhadada campaña en el Distrito Federal, de plano no volví en varios meses; el movimiento no se detuvo y a mi regreso el entusiasmo no había cedido.

Recorrí dos veces, una lentamente, con los compañeros del núcleo central, y otra con el dirigente nacional, en jornadas maratónicas, todos los municipios del estado. No faltaron nunca vehículos facilitados por amigos y simpatizantes. Especialmente, no faltaron ni el tiempo ni los recursos, los lonches, las sodas, papelería, acumuladores para el equipo de sonido, gasolina; lo que se requiriera. Lo mejor: la convicción de quienes integraban las brigadas.

Los compañeros, los camaradas, recordarán que repetí muchas veces que no hay esfuerzo sin fruto; todos hicimos algo, ellos mucho, yo un poco. Se recorrió el estado, se organizaron reuniones, invité conferencistas, hicimos manifestaciones, algunas muy concurridas, se repartió el periódico, se visitaron colonias y pueblos, de casa en casa, lo mismo por municipios del sur que del área metropolitana, lo mismo en la zona citrícola que por los riesgosos rumbos del norte, cercanos a Tamaulipas. La meta, no hay duda, es alcanzable y los errores de los gobiernos de derecha han sido muchos; estoy cierto de que no se sembró en el aire y que el movimiento, si se le atiende con honradez y entrega, demostrará nuevamente su valor y su eficacia política.

Por mi parte, al finalizar esta etapa, sé que contribuí a una buena causa, la del pueblo de México, y el cierre de ésta y la vuelta de hoja me recuerdan la cita de un viejo panista tabasqueño, político pero también poeta, José María Gurría Urgel, que en dos versos certeros delinea y define nuestro paso temporal por la vida colectiva en movimientos, grupos y partidos:

“El hombre es Patria que pasa

y Patria es hombre inmortal”

jusbbv@hotmail.com

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