jueves, 16 de julio de 2015

¿Qué pasó? Millones nos seguimos preguntando

Jorge Carrillo Olea
A
nte situaciones críticas se abusa de las palabras. Para estimar el caso de la huida de Joaquín Guzmán, El Chapo, de un penal de alta seguridad, sí, somos millones los preocupados, los que seguimos pensando –no hay abuso al decir millones– ¿qué pasó en el reclusorio de alta seguridad del Altiplano?
La sorpresa por el inexplicable hecho material del escape indigna, preocupa y aturde. La autoridad, más aturdida todavía, como salamandra china, sigue dando vueltas persiguiendo su propia cola. La única explicación razonablemente aceptable debería partir de que se admitiera que fueron los equívocos y las omisiones de gobierno los que causaron todo. Para El Chapo, evadirse del penal no está tipificado como delito en la ley penal.
Es sensato pensar que fue un coctel demoniaco, originado por la autoridad, lo que resultó en este daño nacional, cuyos alcances aún están por desentrañarse y que sí, han menoscabado, sin retórica, la seguridad nacional. Hoy somos más vulnerables ante todo que lo que pudimos ser ayer.
Pudiera ser sensato pensar que fueron tres ingredientes los del coctel: ausencia de inteligencia criminal, falta de profesionalismo en los operadores del penal y corrupción penetrante y generalizada.
1. Es obvia la ausencia de un plan de inteligencia diseñado y realizado específicamente para fortalecer el aseguramiento del criminal. Nada se supo de lo que se planeaba y preparaba dentro del penal. Nada se supo de las pretensiones y ejecución externas siguiendo indicaciones del interior. No se usó, si es que se tuvo, el tráfico de comunicaciones del recluido, ya fuera dentro o hacia afuera del reclusorio.
Nada se conoció de flujos importantes de dinero, ni de compra y contratación de bienes y servicios; nada sobre las extensas obras civiles que se ejecutaron; nada sobre el reclutamiento de cómplices y encubridores, de la contratación de profesionales y mano de obra; nada sobre la disposición para la recepción, transporte y nuevo alojamiento de El Chapo, de lo que hoy, a casi una semana, no se sabe nada. La tan ponderada Plataforma México del impune Genaro García Luna y los exámenes de confianza, ¿en qué quedaron?
La ventanilla única de Osorio Chong con agencias estadunidenses no funcionó. Si esas representaciones supieron algo, como se asegura, decidieron callar. De qué dimensión será la falla que decidieron renunciar al jefe de la División de Inteligencia de la Policía Federal, el señor Ramón Pequeño.
2. La falta de profesionalismo de los cuadros directivos del penal no puede refutarse, tampoco la de los mandos medios e inferiores. Cuando mucho, algunos provenían de otros penales o cuerpos militares o policiales. ¡Formación académica, ninguna!, cuando, aunque desvalorizada, la responsabilidad demanda, como todo lo delicado, una consistente profesionalización. En México no existe una instancia para calificar a esos recursos humanos profesionalmente, eso los hace más accesibles a la corrupción.
3. La corrupción, que aun antes de demostrarse, es absolutamente concebible, y si lo decide el Presidente habría de llegar a niveles que hoy ya se suponen y alarman. No querer combatir ni la corrupción ni la ineptitud ha sido una constante en la forma tan peculiar de gobernar de Enrique Peña: habrá que ver con este caso de paradigma universal.
Consecuencias. La evasión ha asombrado al mundo, sin que la frase contenga figuras retóricas. Para el país significa el quebranto de la autoestima de los mexicanos y una seria erosión de nuestra ya muy deteriorada imagen internacional. Significa la pérdida de legitimidad del Presidente para seguir gobernando. Él, mediante su autoritarismo y sus permisividades, su tolerancia excesiva, destruyó largamente su liderazgo.
También es la revelación de la crisis que hay en su aparato de gobierno –pleitos, discordias, mediocridad– y como resultado una clara ineficiencia. Dolorosamente significa también la prueba irrefutable de que el sistema de seguridad y justicia está en una quiebra total. Este es por hoy el saldo visible de la levedad, el personalismo y la corrupción de este gobierno.
Por todo esto el Presidente nos debe una explicación desde el pedestal del jefe del Estado, no una propia de un Ministerio Público. La patria está dañada, que explique por qué y cómo la reivindicará.

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