sábado, 29 de julio de 2017

Tláhuac

Bernardo Bátiz V.
L
o acontecido en esta delegación de la Ciudad de México debe ser analizado con cautela y serenidad; lo primero que se percibe es que no se trata de un hecho violento como tantos otros en el país, tan convulsionado e inseguro. El caso de Tláhuac parece, por varias razones, algo planeado, que resultó de una determinación meditada para dañar la imagen de Morena, partido que cuenta hoy con preferencia mayoritaria de la población.
Hay hechos similares de enfrentamientos con muertos y heridos, bajas según el lenguaje militar en todo el país, algunos recientes en Durango, Tamaulipas o Guerrero, pero en ninguno, como en el de Tláhuac, se observan ni la difusión simultánea y masiva del hecho ni la uniformidad de opiniones de comentaristas en prensa escrita y electrónica.
Se rebasó el hecho, terrible de por sí, por la sangre derramada y el terror sembrado y se agregaron comentarios para tratar a toda costa de poner en el centro de la atención pública el nombre y la figura de Andrés Manuel López Obrador.
Pareciera que estaban preparados y esperaban una reacción inmediata, pero como el líder de Morena guardó silencio unos días, iniciaron críticas porque no decía nada y con ello encubría al delegado; cuando habló e hizo ver que la intención del escándalo posterior al homicidio de ocho personas no explicado cabalmente, es parte de la guerra sucia, replicaron que sale en defensa del delegado puesto en entre dicho, como dice la letrilla del México viejo, cuando con los linces juegas a ensartarla, si la ensartas pierdes y si no perdiste. Cuando guardó silencio lo criticaron, cuando habló lo malinterpretaron.
Es necesario, para entender cabalmente lo que sucede, saber algo más de Tláhuac, delegación ubicada en el sur de la ciudad, en las estribaciones del Teutli, al lado del suelo ganado por viejas ambiciones a los lagos de Chalco y Xochimilco. Tláhuac está poblada por una media docena de pueblos originarios muy antiguos, como San Pedro Tláhuac, San Juan Ixtayopan, Zapotitlán o Tlaltenco, que conservan usos y costumbres, resisten a injerencias externas y padecen asentamientos que llegan a sus antiguos humedales y tierras de cultivo; esto provoca procesos sociales simultáneos de conflicto y asimilación, agregado a que los tlahuiquences no son dejados.
Tláhuac es una comunidad a la defensiva, a través del tiempo se le ha privado de medios de vida, primero obtenidos de lagos y canales, y luego de tierras de cultivo; sus pobladores han sido reducidos a espacios cada vez más cercados por la mancha urbana o desplazados; sus medios de transporte dentro de la población son los pequeños vehículos adaptados a motocicletas o bicicletas, y hacia afuera la mal hecha línea 12 del Metro y autobuses destartalados. Hay pobreza y un hábitat violentado.
Otro dato importante lo constituye la forma violenta y contraria a disposiciones legales del operativo que provocó la muerte de ocho personas y la detención de muchas más, hecho explicado por sus mismos autores que simplemente dijeron que se trataba de delincuentes que murieron en el enfrentamiento derivado del intento de apresarlos. Nada se dice de intervención de jueces o de órdenes escritas conforme a la ley.
El acto concreto y sus secuelas no responden a un esquema regular en un estado de derecho; parecen más bien acciones en situación de suspensión de derechos y estado de sitio.
El delegado dio la cara y explicó que al no tener bajo su responsabilidad ni la policía preventiva ni al Ministerio Público, ante la delincuencia optó por informar al gobierno central en varias ocasiones. La confusión debe aclararse y en Tláhuac debe detenerse la represión generalizada y el estado de sitio.
Si no eran delincuentes graves, si lo eran falta una relación clara y veraz de lo acontecido y en todo caso una disculpa a la población de Tláhuac y a la de la Ciudad de México, que no merecen el trato recibido.

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