Sobre el voto efectivo
Iniciativa en marcha
A perfeccionar la ley
Miguel Ángel Velázquez
M
ás tarde que temprano el concepto de
voto efectivo-voto vivodeberá quedar marcado en el quehacer político de la ciudad, y de todo el país, principalmente porque lo requiere la vida pública en México para romper con los males mayores de la corrupción y la violencia, es decir, para reiniciar el entendimiento entre electores y elegidos.
Para esto, Porfirio Muñoz Ledo, que no requiere de pretextos para iniciar luchas en favor de la democracia, ha formado un grupo de personajes muy importantes para echar a andar este pequeño motor que podría encaminar al país hacia nuevos horizontes.
Dentro de un par de semanas, la idea y sus alcances serán presentados formalmente ante las autoridades electorales, quienes de todas maneras deberán comprender la urgencia de lograr un instrumento como el que se propone, y que, no obstante, se plasmó en la primera Constitución Política de la Ciudad de México, no se le ha otorgado –seguramente por miedo a que se trasgredan las leyes no escritas del mercado del poder– la importancia de su trascendencia.
El sufragio efectivo, que en muchos sentidos dio razón de ser a la Constitución del 17, se quedó corto en sus alcances porque el constituyente de aquel tiempo no pudo adivinar que en la era del mercado voraz el voto sería otro artículo que se compra y vende sin ningún recato.
Se trataba de crear un voto que hiciera explícita la voluntad popular sobre una candidatura, es decir, que sirviera para escoger a quien iba a gobernar. Hoy, hay otras exigencias. Ya no basta con el pequeño tramo de emitir el voto, hoy se busca su significado en el hecho de gobierno.
Esto significa que la decisión del ciudadano trascienda las urnas y obligue al electo a cumplir con la palabra empeñada en el proyecto de gobierno, lo que motivó el voto, pero que además se convierta en el compromiso que, roto o desviado, merezca la destitución del elegido bajo la figura de traición al mandato expresado en urnas.
No es fácil; no obstante, sólo otorgando al voto un valor nuevo, agregado, diría el neoliberal, se podrá evitar que los poderes económicos, legales o ilegales, traten de comprar voluntades para torcer los destinos naturales de una elección.
La Asamblea Legislativa recibió de vuelta la Ley de Alcaldías. Hay una serie de observaciones que se hicieron desde el gobierno central que obligarán a los diputados locales a cambiar o recomponer algunos de los artículos que forman esta ley; allí debería estar, seguramente estará, la figura del voto efectivo vivo, como la obligación del alcalde a cumplir con el proyecto de gobierno que motivó el voto en su favor, pero claro que ahora que hay oportunidad deberá perfeccionarse en su texto.
De pasadita
Cuenta la historia que había una vez una secretaria tan alejada de la realidad, tan montada en ese mundo donde la gran mayoría de la gente no importa, que se le permite cualquier barbaridad, algo muy parecido a lo que sucedió con María Antonieta, reina de Francia, acusada siempre de superficial, que después de preguntar –dice la leyenda– por qué sus súbditos se veían tan desgraciados, y de recibir la respuesta de que no tenían ni un pedazo de pan para llevar a la boca, ella aventuró que si no había pan, que comieran pasteles.
A Tanya Müller Molina, que para empezar no pertenece a la realeza, nada más le faltó decir que la gente que no tiene agua en su hogares, que beba refresco. Vaya solución.
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