sábado, 30 de octubre de 2021

México SA

 

Andrés Manuel y su buena memoria // Reprivatización bancaria para los amigos // Salinas, padre de la desigualdad moderna

B

uena memoria la del presidente López Obrador: ayer recordó que con una diferencia de escasos 20 días el régimen salinista desincorporó los dos mayores bancos del país, expropiados en 1982 por López Portillo, es decir, Banamex y Bancomer, y subrayó que Carlos Salinas de Gortari es sin duda el padre de la desigualdad moderna, pues se dedicó a entregar los bienes de la nación y del pueblo a sus allegados; todos los bancos que eran de la nación los entregó. ¿Y saben cómo los entregaba? Hablaban el secretario de Hacienda de aquel entonces, Pedro Aspe, y Raúl Salinas, y ellos decidían.

Y en un ejercicio de memoria narró: entregan primero Teléfonos de México y lo quieren Roberto Hernández y Carlos Slim. Deciden por el segundo y al primero le dan Banamex como premio de consolación. Pero como tenían que hacer la faramalla de subastar los bancos, lanzan la licitación para vender Banamex y entran tres compradores, y el que queda en segundo lugar en la siguiente convocatoria le dan Bancomer. Todo en 20 días. Como en un año entregaron 15 bancos, así como se los estoy explicando (en realidad fueron 18).

Salinas de Gortari, sí, pero Miguel de la Madrid fue el que dio el banderazo de salida a esa desincorporación, porque en cuestión de meses devolvió 34 por ciento de la banca a sus antiguos propietarios, por medio de los Certificados de Aportación Patrimonial (CAPs), que comenzaron a cotizarse en el mercado de valores y se convirtieron en los más especulativos y de mayor ganancia en el de por sí especulativo ámbito bursátil mexicano.

Además de los CAPs, De la Madrid aceleró la indemnización a los dueños de la banca: el 29 de agosto de 1983, la Secretaria de Hacienda informó que los títulos expropiados el primero de septiembre de 1982 serían canjeados por bonos del gobierno federal (bonos de indemnización bancaria o Bibs) para restituirles con un valor equivalente, determinado con justicia, el monto de lo expropiado. De cereza, ese personaje permitió y estimuló –contrario al interés del Estado– lo que en su momento se conoció como banca paralela, es decir, las casas de bolsa propiedad de los banqueros expropiados.

A partir de ese momento, con esa banca paralela –con el acelerador a fondo– la iniciativa privada en el país llegó a representar (1989) el 73.2 por ciento (contra 2 por ciento antes de Miguel de la Madrid) de las actividades operadas en el sector financiero general; el 26.8 por ciento restante lo cubría la banca estatizada.

Los barones del dinero habían recuperado casi todo lo que tenían antes de la expropiación de 1982, aunque oficialmente la reprivatización de la banca para democratizar el capital (Salinas dixit) comenzó en 6 de junio de 1991 (al entregar el entonces denominado Multibanco Mercantil de México, MMM) y concluyó el 6 de julio de 1992 (con Banco del Centro). Dieciocho instituciones fueron vendidas a los mismos de siempre (con casas de bolsa, en su mayoría) y éstos, en menos de dos años, las exprimieron y las reventaron, sólo para que Ernesto Zedillo los rescatara vía Fobaproa, deuda que los mexicanos llevan 26 años pagando y todavía les falta un buen.

López Portillo expropió alrededor de 60 bancos (muchos de ellos en quiebra), pero después de una serie de adecuaciones y compactaciones quedaron solo 18, reprivatizados por Salinas; tras el rescate del Fobaproa, salvo cuatro, todos fueron engullidos (por cortesía de Zedillo) por las trasnacionales financieras que de México hicieron su paraíso.

En el balance, la trasnacional estadunidense Citigroup se quedó con Banamex y Confía; la española BBVA con Bancomer, Probursa (antes MMM), Promex, Unión (de Cabal Peniche), Oriente y Cremi; otra gachupina, Santander Central Hispano, con Mexicano y Serfin; la británica HSBC, con Bital y Atlántico; la canadiense Scotiabank, con Inverlat (antes Comermex) y Banorte con Bancrecer, Banpaís, Bancen y Banoro.

Y colorín colorado, esta historia de terror no ha terminado, porque del erario ha salido más de un billón de pesos para pagar el rescate bancario y los mexicanos aún deben otro tanto.

Las rebanadas del pastel

Por cierto, la pandemia les hizo los mandados, porque de enero a septiembre de 2021 la banca que exprime a los mexicanos registró utilidades netas por 126 mil millones de pesos, 43 por ciento más, en términos reales, que en igual periodo de 2020. Casi la mitad se la embolsaron Bancomer y Banamex. Mientras tanto, ¿quién paga el rescate del Fobaproa?

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