sábado, 22 de noviembre de 2014

Los de abajo

 Deben liberarlos. Ya
Gloria Muñoz Ramírez
E
l 20 de noviembre será recordado como un día histórico, en el que se realizaron más de 500 movilizaciones en México y el mundo para exigir la presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, después de más de 50 días de que fueron víctimas de desaparición forzada y tres de sus compañeros asesinados. La demanda, también central, de la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto se escuchó al mismo tiempo en Corea del Sur, Nueva Zelanda, India y en cientos de ciudades de Estados Unidos y Europa. Y por supuesto, en todo el territorio mexicano. El grito de ¡Qué se vayan todos! sin duda lo escuchó la clase política mexicana de los distintos colores, cuyos miembros ya ni se atreven a hacer presencia en estas concentraciones. Ninguno se salva.
Esta jornada histórica no terminó con actos vandálicos, como dijeron las grandes cadenas de televisión, y la irrupción de la Policía Federal y los granaderos del DF. El embate de un número de efectivos contra un Zócalo semilleno, cuando aún estaban llegando contingentes por avenida Madero, fue lo que terminó con una movilización plagada de símbolos contra el poder.
Desde la noche del jueves y la madrugada del viernes empezaron a circular las imágenes que desmontaron la versión de que grupos de activistas atacaron a los manifestantes. Uno a uno los testimonios arman la realidad de tres horas de golpes de la policía y detenciones arbitrarias.
Julián Rodrigo Simón acusa: “Como a las 9:15, sólo pudimos escuchar cuando uno de ellos le dijo al resto: ‘chínguenselos’. De pronto dejaron caer sus escudos y fueron por nosotros. Nos pegaron de patadas a mí y a mis dos hermanas”.
Las imágenes de video muestran a una señora en la estación Pino Suárez del Metro que decide sentarse en el piso con su hija en brazos, en señal de paz frente a cientos de botas policiacas a su alrededor. Otro señor se sienta con ella, y luego otro, y otro y otro. Y así forman una fila de gente sentada en resistencia pacífica que descontrola a los uniformados.
Uno de los videos es tomado desde el hotel Majestic, frente a una plaza semillena que es desalojada en su totalidad en cuestión en minutos. Desde la terraza se graban la corretiza y los golpes a los manifestantes. Los comensales, muchos turistas de otros países, se amontonan frente a los barandales y, mientras uno graba, el resto grita una y otra vez: ¡Putos! ¡Están reprimiendo a la gente, con voces desesperadas.
Los detenidos en la movilización deben ser liberados. Ya.

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