martes, 27 de enero de 2015

La cuestión palestina

Pedro Salmerón Sanginés
H
ace un par de meses empezó a circular La cuestión palestina, de Edward Said, un libro que, aunque data de hace 20 años (la redición aumentada), es de una actualidad devastadora y, hasta ahora, casi imposible de conseguir en México. Dos enormes méritos tiene el libro: la capacidad de síntesis, que permite hacerse una idea general y acabada sobre uno de los problemas más agudos de la actualidad, y su historicidad: explica la genealogía del problema, entendiéndolo y rechazando cualquier explicación conspiranoica o racista.
El libro cuenta la historia y la identidad del pueblo palestino, para revisar después sus aspiraciones políticas y las diferencias que hay entre los exiliados (grupo al que pertenece el propio Said), los que quedaron dentro de Israel desde 1948 (a quienes llama árabes israelíes) y los sometidos a ocupación militar desde 1967. El libro es también, y sobre todo, una historia de la resistencia popular y nacional contra la agresión israelí, contra los horrores de la ocupación, contra el intento de desaparecer a la nación palestina. Y es un posicionamiento:
La tarea del pueblo palestino sigue siendo la de asegurarse su presencia en la tierra y persuadir a los israelíes de que sólo un acuerdo político puede aliviar el asedio mutuo, la angustia y la inseguridad de ambos pueblos. No hay ninguna alternativa.
El otro factor del problema, el sionismo, es también analizado históricamente, como resultado y parte del colonialismo del siglo XIX. Sus constructores razonaban como los imperialistas: idénticos en el racismo y el desdén por una población autóctona inexistente, no porque no existiera, sino porque se les negaba sistemáticamente su estatus de habitantes o humanos. El sionismo apeló a la ideología imperialista, para la que la clasificación de los nativos de las colonias como inexistentes o inferiores, era natural. En muchos casos, se da una inequívoca coincidencia entre las experiencias de los árabes palestinos a manos del sionismo y las experiencias de aquellas gentes de piel negra, amarilla o morena descritas como inferiores e infrahumanos por los imperialismos.
La historia es imprescindible para entender hasta qué punto están arraigadas en amplios sectores de la población israelí las perspectivas imperialistas del sionismo, su visión del mundo y su percepción de otro nativo inferior, lo que para los palestinos resulta ser una práctica inflexiblemente exclusivista, discriminatoria y colonialista. Para el palestino, el sionismo es mero agente de una cultura esencialmente discriminatoria y poderosa.
Esta práctica colonialista –surgida de la ideología europea dominante– tiene sus particularidades: du­rante mucho tiempo los palestinos lucharon contra un ocupante que era visto por la mayoría del mundo como víctima de la persecución y el Holocausto. Demasiados liberales cerraban los ojos ante los crímenes del Estado de Israel por esa his­toria, a la vez que por el otro lado, demasiados críticos de Israel lo hacían desde el antisemitismo, y también ignoraban la resistencia palestina. Por eso, numerosos judíos no israelíes apoyaron acríticamente al Estado que se presentaba como el Estado de todo el pueblo judío.
A esta definición del sionismo como colonialismo sigue la historia particular del poblamiento israelí y el criminal despoblamiento palestino. Y, por tanto, es también la historia del apoyo de Estados Unidos –y otras potencias– al Estado de Israel. También, la del natural apoyo de muchos países del tercer mundo y de los movimientos de liberación, a la Organización para la Liberación de Palestina.
Querría al menos mencionar a los israelíes que se oponen al colonialismo: el Partido Comunista de Israel y otros. Dice Said: Es muy importante señalar la contribución de numerosos judíos, e incluso de grupos e individuos sionistas que mediante la erudición revisionista, la valentía y una activa campaña contra el militarismo, ayudaron a hacer posible el cambio.
El libro concluye con una amarga crítica a los acuerdos internacionales patrocinados por Estados Unidos, a los que ve como derrotas palestinas. Pero también con una certeza: el imperialismo y el sionismo no lograron diluir al pueblo palestino. Y otra: Nada que no sea la autodeterminación palestina funcionará. Y una apuesta: De hecho algunos judíos israelíes y no israelíes han entendido ya que si israelíes y palestinos pretenden tener un futuro decente, éste ha de ser un futuro común, no basado en la anulación de unos por parte de los otros.
Es un libro que nos llama a entender, que rechaza el odio basado en diferenciasraciales o religiosas. Y que lamenta un hecho fundamental: Palestina seguía en 1992 (y sigue en 2015) sin ser un Estado soberano, y cientos de miles de palestinos viven bajo ocupación. De eso trataremos dentro de 15 días.
Twitter @salme_villista

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