Gabriela Rodríguez
U
n estudio realizado por estudiantes de la FES/Acatlán y dirigido por el maestro Pérez Dávila, abre la caja de pandora sobre las razones que están atrás de quienes venden su voto: Jaime Pérez Dávila. (Coord.), Por qué vendo mi voto, Luna Media Comunicación/FES Acatlán/UNAM, 2016. El estudio comprendió un análisis documental y entrevistas a profundidad con personas que habían vendido su voto en las elecciones de 2015, en zonas de los municipios conurbados de la zona metropolitana de Ciudad de México: Tultitlán, Cuautitlán, Naucalpan, Ecatepec y Tlalnepantla. Presento aquí algunos apuntes cuya intención es invitarles a leer el libro completo, porque ayuda a comprender de qué manera el PRI y sus partidos bisagra han sabido convertir las contiendas electorales en mecanismos de compraventa del voto para hacer de la democracia una expresión más del
libre mercado.
Quienes venden su voto pertenecen al segmento social
D, sin instrucción formal (menos de secundaria), con ingresos mensuales entre mil 550 y 4 mil 500 pesos. La oferta por votar va de 750 a mil 200 pesos, o bien pantallas de televisión, despensas, mochilas, playeras y empleo, sólo si el candidato gana; todo esto se acompaña de beneficios para las colonias, como agua y luz eléctrica. Si aceptan conseguir más votos, se les ofrece una recompensa adicional. Quien acepta vender su voto debe entregar la credencial de elector, estar temprano en la casilla electoral que le corresponde, votar y tomar una fotografía del voto realizado (de la marca hecha a la boleta electoral), saliendo de la casilla van a mostrar la fotografía al líder o supervisor que coordina el proceso y finalmente, quedan registrados en una lista.
Uno de los rasgos que más llama mi atención de quienes venden su voto es el fatalismo y su capacidad crítica hacia el proceso y a los elegibles. Consideran que nadie va a hacer algo por ellos y que la democracia es inalcanzable:
No existe la democracia en México;
ya no sirve de nada votar, sólo es para aparentar que las elecciones se hacen, pero al final ponen a gobernar al más rata, al que más les conviene; “las elecciones ya están arregladas y tienen comprados los puestos en el gobierno, son un show, no son limpias, alteran los resultados”.
Sólo en el momento de la elección medio atienden al pueblo;
de todas maneras va a seguir siendo igual, si yo votara por el que a lo mejor pudiera ser uno más bueno, pues el país sigue igual, todos son iguales esos políticos;
rateros, interesados, corruptos, todos iguales;
los candidatos sólo se preocupan por darse lujos, ejemplo de esto es nuestra primera dama con su tremenda mansión.
Quien vende su voto expresa sentimientos de culpa pero valora el beneficio a corto plazo, y el beneficio a largo plazo de quienes se integran al partido:
Ellos hacen cosas en su favor, hacen negocios chuecos como el Metro Tláhuac, la Estela de Luz, ellos se llevan muchos millones y compran votos con despensas sencillas. Es un beneficio corto para el pueblo y beneficio largo para ellos; “en lo particular creo que fue algo bueno, mientras duró, pero ya reflexionándolo después, creo que no está tan bien para todo el país… prácticamente es como si nos estuvieran tapando la boca”;
beneficia, esa quincena tuve dinero suficiente, estuve tranquila, no tuve que andar pidiendo dinero o salir ajustada de cuentas. Nos da la oportunidad de ver cambios, por mínimos que sean, en beneficio mío y de mi familia. Con el gobierno no vemos ningún cambio en absoluto.
A las personas no creo que les llegue a perjudicar tanto, en este caso me benefició, o me pudo beneficiar a mí, pues me ofrecían un puesto en el Ministerio Público; “perjudica demasiado… con la venta del voto tal vez iba a ganar otro representante de otro partido político, pero con esta corrupción ya es casi un hecho que va a ganar quien está pagando para que votes por él”. También tienen críticas a quienes opinan que está mal hacerlo:
Ellos no saben o no han experimentado lo que es la necesidad, no saben lo que significa para uno esa suma de dinero, para mí, fue poder darle de comer a mi familia más de una semana.
Los entrevistados se mostraron apáticos, indiferentes y desinteresados respecto de la política. Desconocen los nombres de quienes los representan, sólo tienen referencias de quienes han sido presidentes: “Enrique Peña Nieto… todos opinan en redes sociales que es un pendejo e incompetente y pues, por algo lo dirán”; “Felipe Calderón… el presidente que dejó muchos muertos y dejó afectada a mi familia, con la desaparición de Luz y Fuerza”. Una figura muy contradictoria dentro de todas las referencias es la de Andrés Manuel López Obrador, de quien se dice que “…muchos años estuvo en el PRD y que ahorita ya es líder de otro partido llamado Morena… la verdad no me cae muy bien ni nada, pero sí me llaman la atención sus ideas y propuestas”.
Lo más importante para los entrevistados es la familia, en segundo lugar la fe religiosa, la cual opinan que no debe tener relación con la política; la escuela se ve como herramienta principal para salir adelante, después viene la vida personal, la cual se puede sacrificar en favor de la familia, el trabajo y por último la política, que sólo inspira desconfianza, inseguridad y desinterés.
Hundidos en la desesperanza frente a un sentido muy negativo hacia la política, miles de mexicanos/as venden su voto, diría Agustín Lara: ¡Te vendes! ¿Quién pudiera comprarte?
Twitter: @Gabrielarodr108
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