jueves, 26 de noviembre de 2020

Adiós, Víctor


L

a última luz del mar acapulqueño había bajado su intensidad en el horizonte. La noche comenzaba a cerrar, cada vez más oscura hasta volverse negra y despedir de esta vida al amigo Víctor Flores Olea con su cámara fotográfica capta espíritus.

Fue Víctor un intelectual que retrató al mundo; su mundo. Cámara mágica que excavaba desde adentro, misteriosa y escondida en el fondo de una larga serie de más cámaras seguramente amantes desde la raíz de las quietas aguas acapulqueñas, donde se exilió a esperar el fin en la compañía de la Rosa Elena a la que tanto amó.

Acapulco se quedó en silencio lentamente. Se fueron apagando las voces de los lancheros que regresaban a sus casas, los ladridos de los perros y reinará el silencio de la noche y la soledad en medio de la desaparición del fotógrafo del alma mexicana.

La brisa acapulqueña, cálida como ninguna, le daba en la cara y sentía el murmullo del aire que parecía responder al temblor que lentamente se apoderaba de su cuerpo acompañado de un ritmo cardiaco acompasado, uniforme, pero en pleno galope, en eso que un día aprendí era una arritmia. Lentamente perdió el contacto con lo exterior y exaltado platicaba como en los sueños con un eco lejano y confuso, sonidos inarticulados, frases inconexas que se perdían.

Seguramente de trataba del espíritu azteca que paseó y retrató por todo el mundo: en la embajada en Rusia, en la ONU, en la Unesco, etcétera.

Vaya que dejó sus huellas fotográficas, mentales en la Facultad de Ciencias Políticas, en los seminarios de cultura, que dieron pie a la Secretaría de Cultura, en el departamento de Ciencias y Humanidades, en la compañía de don Pablo González Casanova. Todo esto en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde compartí con él seminarios, conferencias, publicación e investigación de libros y documentales televisivos y su libro Retratos de familia, que es un compendio de su vida que se fue en la brisa de la Playa de Hornos donde se quedó dormido para no despertar.

En el recuerdo: la cena en su casa antes de partir a Acapulco, en la compañía de nuestra directora, Carmen Lira, y el fundador del periódico La Jornada, Carlos Payán… y muchos sueños

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