Sandra Cuevas, enredada en su propia trampa // Jiménez Espriú y su libro para desmemoriados
l affaire Cuevas –nos referimos al de la alcaldesa– aún no termina. El consejo, u orden que recibió la funcionaria de sus antiguos o actuales patrones, la familia Monreal, es no dejar la alcaldía, cueste lo que cueste.
Y Cuevas no se manda sola. Desde la semana pasada se le explicó por qué no era suficiente en términos de ley que ofreciera disculpas a los policías a los que había agredido vía televisión.
También debió haberle quedado claro que si no aceptaba ser culpable de los hechos que se le imputan, la búsqueda del perdón que la haría regresar a sus funciones no se le otorgaría y la suspensión podría reanudarse.
Sandra Cuevas, alguna vez encargada de los negocios de los Monreal, como ya habíamos señalado, es un saco de mañanas, definen en la Fiscalía General de Justicia de la ciudad, por eso tienen que revisarse sus acciones una y otra vez.
Hoy la situación de la alcaldesa es muy comprometida. Por un lado se le exige, se le ordena que no pierda el único punto político de Monreal en la ciudad, y por el otro puede haber una decisión de la juez encargada del asunto, que sea más severa que la suspensión temporal.
Y es que hay consenso en torno a la actitud de la aún alcaldesa: trató de burlar la ley, de mofarse de la jueza, y eso parece que ha agravado las cosas, así, la urgencia, el acto de contrición que se reclama desde la ley, debería ser repuesto ya.
Cuevas dijo una y otra vez que existía un video con las escenas probatorias de su inocencia, pero tal video parece no satisfacer a quien imparte justicia. La grabación sólo da fe de un par de policías fumando a las afueras del edificio de la alcaldía.
Mientras, los uniformados han reiterado su denuncia y ahora afirman que no aceptan las disculpas ofrecidas por lo que Cuevas parece haber caído en su propia trampa.
En lo político queda claro que la señora Cuevas, de regresar a la alcaldía, se dará a la tarea de hacer la vida imposible a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, en detrimento de los pobladores de la Cuauhtémoc, que ya sumarían un lustro, o casi, de abandono. Así van las cosas.
De pasadita
A quienes desde la ignorancia o desde la dolosa necedad pretenden revivir la discusión sobre el aeropuerto que se construiría sobre el lago de Texcoco para tratar de menoscabar la autoridad del gobierno de la 4T, es necesario recordarles el deber de estar informados antes de levantar juicios.
Para empezar, si se quiere revivir el asunto, es que hubo una consulta popular que demandó el fin del proyecto del gobierno de Peña Nieto, y luego, que por ahí de los 113 mil millones de pesos de los impuestos que se gastaron en rellenar, y sólo en rellenar, las pistas de aterrizaje, fueron dinero nuestro, se enterraron en aras de dotar de una corona de triunfo al periodo neoliberal de poco más de tres décadas.
Además, la terminal no tenía, al ordenarse su cierre, una fecha segura de terminación. Documentos que no se hicieron públicos pero que firma la empresa Parsons, encargada del proyecto, hablaba de concluir, en caso de que no hubiera ningún imponderable, en 2024.
Pero la pandemia, por ejemplo, habría hecho imposible cumplir con esa fecha, y aunque parezca increíble después de cuatro años de supuestos trabajos en el lugar, otra empresa levantó una demanda en contra de los desarrolladores porque no tenían aún los planos de construcción del edificio principal de la que sería una terminal aérea de primer mundo.
Y luego, para que se espanten los espantados, se debe recordar que nunca intervino el dinero privado en la edificación del NAIM. Todo esto consta en el libro La cancelación: El pecado original de AMLO que escribió el ingeniero Javier Jiménez Espriú. Así que ¿de qué se quejan los espantados?
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