T-MEC: ya casi; falta Canadá // Seade: de sueño a realidad
Carlos Fernández-Vega
F
inalmente se cumplió el sueño del subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Jesús Seade, quien desde octubre pasado presintió la aprobación del T-MEC por parte del Congreso estadunidense en muy corto plazo, porque, decía entonces,
todo está a punto de turrón.
A finales de octubre pasado Seade confiaba en que “estamos en el umbral de la aprobación final de este tratado en los espacios restantes de Norteamérica y con ello vemos con orgullo y optimismo hacia los meses próximos que entre en vigor este tratado, que es excelente para Estados Unidos, Canadá y México, tanto en sus disposiciones específicas como en el efecto del conjunto del tratado sobre la confianza de los inversionistas… Lo que importa más es la señal a nosotros, a los inversionistas, de que hay tratado”.
Y remarcaba: “tengo plena confianza, bueno, confianza, quito lo de plena para no ser excesivamente optimista, tengo confianza en que antes del receso de invierno del Congreso de Estados Unidos se lance la… o sea, el punto clave es que la señora Pelosi decida llevar esto a votación. La clave es que ella inicie el proceso formal de votación. Es el punto que nos interesa: ver cuándo va a suceder. Tengo confianza en que se dé en las próximas semanas, ya a partir de ahí tres meses como mínimo para que entre en vigor”.
Contra viento y marea Seade mantuvo su optimismo, con todo y que en el camino se le cruzaron dos situaciones más que complicadas: el proceso de juicio político en contra del salvaje de la Casa Blanca y el
protocolo modificatoriodel propio T-MEC que complicaron el panorama y entusiasmo del subsecretario mexicano, en el entendido de que en la agenda de la señora Nancy Pelosi lo prioritario era impeachment a Donald Trump.
A pesar de ello, Seade insistía en que el T-MEC se aprobaría
este mismo año, porque estamos cerca del hueso y lo masticamos por ambos lados para llegar a un acuerdo. Sin embargo, el camino se llenó de y aún México debió tolerar un imprevisto
protocolo modificatoriodel T-MEC, mediante el cual la parte gringa
colóvarios puntos no consensuados entre las partes.
Y cuando todo parecía superado aparecieron los
inspectores laborales, que estuvieron a punto de apestar el proceso de firma del T-MEC. Al respecto, Seade aseguró que en el mecanismo comercial
no hay letras chiquitas. En todo caso, según su versión, se trata de
agregadosque supuestamente vigilarán el cumplimiento de la reforma laboral y que responden “a una cuestión interna de Estados Unidos, como parte del proceso de ratificación del tratado… En nuestro país no habrá agregados laborales que supervisen el cumplimiento de la ley del trabajo mexicana, y esto no forma parte de la adenda firmada” (léase el
protocolo modificatorio).
Al quite tuvo que entrar la subsecretaria de Comercio Exterior de la Secretaría de Economía, Luz María de la Mora, quien subrayó que
en ninguna parte de las modificaciones al Tratado México, Estados Unidos y Canadá aparece inspectores laborales; hemos revisado los textos y se trata de agregados laborales adscritos a las embajadas, como los que existen de diferentes dependencias para dar seguimiento a las políticas públicas de otras naciones. Es una práctica normal, que también lleva a cabo México en sus relaciones bilaterales y multilaterales.
Pero al final de cuentas todos, aparentemente, felices y contentos, porque la Cámara de Representantes de Estados, con la señora Pelosi a la cabeza, y luego de afianzar el juicio político contra Trump, aprobó (385 a favor, 41 en contra) el T-MEC, apenas 24 horas después de dar curso al impeachment.
De cualquier forma, falta camino por recorrer, porque sería a principios de 2020 cuando se pronuncie el Senado estadunidense y, si lo hace de forma positiva, habrá que esperar a que el salvaje de la Casa Blanca promulgue el T-MEC como ley.
Las rebanadas del pastel
Y sí, falta la aprobación del Congreso canadiense, pero a estas alturas ello es peccata minuta.
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