John M. Ackerman
“N
i una mujer en las calles. Ni una mujer en los trabajos. Ni una niña en las escuelas. Ni una joven en las universidades. Ni una mujer comprando”, demanda la convocatoria a Un día sin mujeres para el próximo 9 de marzo.
La necesidad de denunciar, de movilizarnos y de actuar es evidente. La violencia contra las mujeres es inaceptable y las instituciones públicas, el sector privado y la sociedad civil estamos obligados a redoblar esfuerzos en la materia.
Pero una acción que pide que las mujeres se retiren a sus hogares es incongruente con el propósito que busca promover. Invisibiliza a las mujeres al mandarlas al espacio privado históricamente considerados sus dominios, en lugar de invitarlas a salir a ocupar el espacio público que han conquistado con gran valentía a lo largo de las últimas décadas.
Necesitamos cada vez más mujeres, niñas y jóvenes en los trabajos, las escuelas y las universidades. Y las calles y el transporte público deben volverse cada día más seguros y libres para todas las mujeres.
La convocatoria mexicana para el 9 de marzo es una copia mal hecha del Women’s Day Off de Islandia en 1975 y del A Day Without Women en Estados Unidos en 2017. En ambos casos históricos, el llamado fue para que las mujeres salieran de sus casas y protestaran activamente en las calles en favor del fin del patriarcado, no que se retiraran al espacio doméstico.
En todo caso, los hombres somos quienes deberíamos ocuparnos de las labores del hogar, recoger los niños en la escuela y preparar los alimentos, y no solamente el 9 de marzo, sino todos los días.
En México el hogar no es un lugar seguro. Existe una epidemia de violencia doméstica, sobre todo contra las mujeres. En 2018 se contabilizaron 178 mil 561 carpetas de investigación en la materia, de acuerdo con cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
La madre de la pequeña Fátima, recientemente víctima de un terrible feminicidio, ha revelado a la prensa que la señora Gladis Giovana, quien presuntamente recogió la niña de la escuela y la llevó con su agresor, había vivido en su casa.
Para muchas mujeres, y sobre todo aquellas de la clase trabajadora, la casa es un sitio de sufrimiento, abuso y explotación. Para ellas, esconderse en sus casas no constituye un acto de protesta, sino de abnegación.
Podemos suponer que ello no es el caso para las mujeres privilegiadas que encabezan la campaña de #UnDíaSinMujeres y que probablemente cuentan con empleadas domésticas. Ellas podrán sentirse libres ese día sabiendo que alguien más, que no goza de los mismos derechos y libertades que ellas, les resolverá sus necesidades.
Pero las otras mujeres, los millones de mujeres que deben checar tarjeta cada mañana, que tienen jefes despóticos y carecen de apoyo para las labores del hogar, experimentarán la protesta como un sufrimiento, ya que tendrán que reponer el tiempo perdido el próximo día redoblando esfuerzos en ambas jornadas, del trabajo y la casa.
El sesgo tradicionalista, clasista y conservador de la convocatoria es precisamente lo que ha facilitado la adhesión de agrupaciones como México Libre, de Felipe Calderón y Margarita Zavala, cuyos miembros han militado por décadas contra la verdadera igualdad de género y la liberación de la mujer.
Es incorrecto decir que estos grupos de derecha
se han montadoo buscan
desvirtuarla acción del 9 de marzo. Ellos son hoy los principales promotores de la convocatoria porque el contenido semántico embona perfectamente con su ideología patriarcal.
Es también evidente su interés en utilizar esta convocatoria para golpear al gobierno de López Obrador. En lugar de asumir su responsabilidad en la promoción de una cultura machista e intolerante a lo largo de los gobiernos del PRIAN, buscan echar la culpa por su propia misoginia al gobierno más feminista que hemos tenido en la historia reciente de México.
Los presuntos agresores a la pequeña Fátima y a Ingrid Escamilla ya han sido detenidos y los gobiernos de López Obrador y Claudia Sheinbaum hoy investigan como nunca las agresiones contra las mujeres. Y por primera vez en la historia, México cuenta con un gabinete paritario cuya sensibilidad a la problemática de las mujeres no tiene parangón.
Son francamente irresponsables, e incurren en una lamentable politización de la digna causa feminista, las comparaciones que algunas voces buscan establecer entre la respuesta de Peña Nieto a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y la de AMLO a los feminicidios.
Considerar al gobierno actual como un adversario o un obstáculo a la lucha por la justicia es simplemente no saber dónde estamos parados en el devenir histórico de la nación. Esta posición, además, hace el juego a los intereses oscuros que están haciendo todo lo posible para intentar derrocar al primer Presidente con legitimidad democrática en la historia reciente de México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario