viernes, 22 de enero de 2021

México SA


Mil 500 kilómetros de muro fronterizo // Saldo de 4 gobiernos amigos // Hechos, no promesas, Biden

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emócratas o republicanos, da lo mismo: son igual de amenazantes que de chantajistas. Desde 1994 los distintos gobiernos estadunidenses (cuatro inquilinos de la Casa Blanca en ese periodo) han tratado de frenar, infructuosamente y muro de por medio, la migración mexicana hacia el vecino del norte y, según dijeron, el trasiego de droga. ¿Resultado? En ambos casos, política fallida: un gasto que acumula miles de millones de dólares que no ha impedido una mayor presencia de nuestros paisanos y, a la vez, un voluminoso cuan creciente abasto de narcóticos para los consumidores gringos.

En los 27 años transcurridos, los cuatro mandatarios estadunidenses involucrados (Clinton, Bush júnior, Obama y Trump) se negaron a firmar un tratado migratorio bilateral y privilegiaron la amenaza. Cada uno aportó sus kilómetros a la construcción del muro, con la idea de que cubriera la totalidad de la frontera para, decían, acabar con la inmigración mexicana. Y el plus, según sus cálculos, sería acabar con el tráfico de drogas.

Joe Biden estrena mandato con la promesa de detener (no cancelar ni derrumbar lo existente) la construcción del muro fronterizo que tanto cacareó el neofascista anaranjado, y llevar a cabo una reforma migratoria para ofrecer un camino a la legalización y la ciudadanía de unos 11 millones de indocumentados (mexicanos, la mayoría), al tiempo que procedió a desmantelar de inmediato algunas de las medidas antimigrantes del gobierno de Donald Trump ( La Jornada, David Brooks).

Se oye bien, pero es obvio que las promesas no alcanzan, porque de una u otra suerte a lo largo de los años siempre han estado presentes a la hora de los discursos de toma posesión del cargo, para prácticamente de inmediato reforzar la feroz política migratoria de su antecesor. Así ha sido a través del tiempo, con todo y TLCAN, que todo abrió y permitió, salvo un acuerdo migratorio bilateral.

El muro fronterizo ha sido el amenazante y chantajista caballito de batalla del gobierno estadunidense, y cada uno de los cuatro mandatarios citados aportó lo suyo. Como lo detalló el presidente López Obrador, todos los presidentes (estadunidenses) hacían su pedazo, su trecho de muro; era como manda. Demócratas y republicanos, en los 3 mil 180 o 3 mil 200 kilómetros de frontera, considerando lo que incluye el río Bravo.

López Obrador no se quedó en el comentario, sino que documentó la aportación de cada uno de los últimos cuatro inquilinos de la Casa Blanca: a lo largo de su mandato Bill Clinton (1993-2001) construyó 100 kilómetros de muro fronterizo; George W. Bush (2001-2009) aportó 781; Barack Obama (2009-2017; no hay que olvidar que Joe Biden fue su vicepresidente) sumó 222 y en sus cuatro años el esquizoide de Donald Trump (2017-2021) agregó 386.

En 27 años, el total construido por esos cuatro fue de mil 488 kilómetros (el gobierno mexicano detalla que la frontera entre México y Estados Unidos suma 3 mil 200 kilómetros, de los que mil 126 corresponden a la frontera terrestre y el resto a la del Río Bravo). Todos los mandatarios citados se negaron a negociar y suscribir un tratado migratorio, que sería lo más inteligente y productivo para la relación bilateral.

Entonces, habrá que ver hasta dónde llegan, en los hechos, las promesas de Joe Biden.

Las rebanadas del pastel

A un año de distancia, con tres secretarías del gobierno federal involucradas por orden presidencial (Gobernación, Economía y Trabajo) para solucionar el problema (AMLO dixit), la producción minera (plata, zinc y plomo) en Cosalá, Sinaloa, se mantiene en paro por el capricho y chantaje de la trasnacional canadiense Americas Gold and Silver (20 mil hectáreas concesionadas) y la pasividad de la representación oficial. En diciembre pasado, López Obrador instruyó a Luisa María Alcalde para iniciar pláticas con el sindicato minero, los trabajadores de Cosalá y la empresa, en un asunto que pensé ya estaba resuelto. Pero no: ahí sigue, y por lo visto se mantendrá, porque las cabezas visibles de las citadas dependencias no atan ni desatan, mientras el corporativo goza de todas las prebendas de los tiempos neoliberales.

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