l mercado energético texano rebasa los sueños más guajiros de los neoliberales más dogmáticos. En aquel estado del sur de Estados Unidos existen más de 200 diferentes proveedores privados de electricidad que supuestamente compiten entre sí en un mercado libre
de compra y venta de energía. Los consumidores tienen el derecho a elegir y a cambiar constantemente entre las diferentes empresas y los precios varían de acuerdo con la llamada ley
de la oferta y la demanda.
Los resultados de esta extrema desregulación se encuentran a los ojos de todos; 4.5 millones de texanos sufrieron apagones la semana pasada y quienes mantuvieron su conexión vieron aumentar estratosféricamente sus cuentas de luz. Por ejemplo, The New York Times ha reportado que algunos clientes han tenido que pagar 30, 40 o hasta 70 veces más de lo normal, con cuentas de hasta 16 mil dólares, para mantener su servicio, lo cual está llevando a la bancarrota a miles de clientes (véase: https://nyti.ms/3aBE21U).
Texas es una auténtica utopía para los neoliberales. Ahí el mercado eléctrico es manejado por una organización no gubernamental, el Consejo de Confiabilidad Eléctrica (Ercot, por sus siglas en inglés), con mínima supervisión de parte del gobierno estatal y ninguna regulaciónpor el gobierno federal. Desde hace décadas Texas se independizó
de Washington en materia energética con el fin de entregar a las empresas privadas todo el poder sobre el sector (véase: https://bit.ly/2NHQgwW).
Ahora bien, el impacto al sur del río Bravo de la crisis texana también ha evidenciado las enormes debilidades del modelo neoliberal. Los apagones mexicanos recientes son resultado de la extrema dependencia que tenemos del exterior.
Hoy más de 40 por ciento de la electricidad consumida en México depende de fuentes externas. Nuestra vulnerabilidad principal se encuentra en materia de gas natural. Cincuenta por ciento de nuestra electricidad es generada por esta vía y 70 por ciento del gas que usamos se importa desde Estados Unidos, con la mayor parte proveniente precisamente de Texas.
En general, entre 2008 y 2017, México pasó de 1.2 a 0.76 en el índice de independencia energética de la Agencia Internacional de Energía, lo cual contabiliza no solamente la electricidad sino todas las fuentes de energía.
Es decir, mientras en 2008 producíamos 20 por ciento más de lo que requeríamos en términos netos, para 2017 ya estábamos 24 por ciento en déficit. Fue en 2015, a la mitad del sexenio de Enrique Peña Nieto, que formalmente perdimos nuestra independencia en la materia.
Tal y como documentamos en nuestra colaboración de la semana pasada en estas mismas páginas, los gobiernos de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional le apostaron a la destrucción de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y a la privatización paulatina del sector (véase: https://bit.ly/3bsGNBH). De acuerdo con la vieja ideología trasnochada, las empresas estatales son por definición ineficientes y su responsabilidad principal debe ser subsidiar a las empresas privadas.
Las importantes inversiones que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador hoy está realizando tanto en el CFE como en Petróleos Mexicanos son urgentes y necesarias.
Por fortuna los mexicanos todavía contamos con estas empresas estatales cuya función es garantizar el interés público y el bienestar de la población por encima del lucro y los beneficios particulares.
El fortalecimiento de CFE y Pemex también es esencial como un asunto de seguridad nacional y para garantizar la fortaleza de nuestra política exterior. La vigencia de la democracia mexicana y la soberanía popular depende del fortalecimiento del sector energético.
Sin autonomía en materia energética siempre estaremos vulnerables a los chantajes internacionales. Hoy la crisis fue por la onda gélida, pero después podrá ser con el fin de presionarnos para cumplir con exigencias de Washington en materia económica o política.
Quienes hoy defienden las reformas energéticas neoliberales del pasado buscan convertir a México en Texas. Quienes estamos en favor del avance de la nación debemos aprender bien la lección de la semana pasada para redoblar nuestros esfuerzos a favor de la rectoría del Estado en materia energética en favor del interés público y ciudadano.
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