as posturas recientes de las derechas mexicanas, acompañadas en presente continuo por las ultraderechas internacionales, todas plantadas sin complejos en la coyuntura mexicana –faltaba más–, echadas para adelante como nunca lo habían necesitado, han declarado, a nueva escala, una guerra sin cuartel al gobierno de la 4T. Lo habían venido haciendo desde el primer día en que empezó el que ven como un gobierno abominable y absurdo; por ello será necesaria una respuesta de las fuerzas gobernantes a la altura de este desafío actual y su complejo futuro cercano. Sin solución de continuidad, las derechas golpearán con sus enormes fuerzas mediáticas y todo su poder económico para salvar
el que, están seguros, es un espacio de su propiedad: el país. Nadie debería dudarlo. Gritando al ladrón, al ladrón, proseguirán diciendo que el gobierno de AMLO polariza
y está destruyendo el país
, mientras intentan dotar de organización al sector del privilegio. Ciertamente las derechas no la tienen fácil. No lo habían necesitado porque reinaban en solitario. Pero lo intentarán ahora con fuerza creciente.
El gobierno de la 4T y Morena no pueden aflojar el paso ni en lo más mínimo en estos últimos dos años de gobierno, que incluye la campaña política para la renovación del Poder Ejecutivo en 2024. Tampoco puede perder un solo minuto el pueblo de México. Las alertas están sonando y no dejarán de sonar. Más allá del tono festivo de la formidable, impresionante marcha popular del domingo pasado, esa manifestación fue el banderazo de salida. La continuidad en el esfuerzo de poner las bases para un Estado de derecho y de bienestar social requerirá de una mayoría calificada en el Congreso para hacer posibles las reformas necesarias. Es indispensable ganar esa mayoría.
Es imprescindible una reforma total del Poder Judicial, asunto que ha estado a la vista de quien quiera verlo por demasiado tiempo, incluyendo la reforma integral del INE y del tribunal electoral. El mundo conoció el proceso italiano de Mani pulite (manos limpias), a partir de febrero de 1992, cuando un grupo de magistrados puso en el banquillo a 3 mil 175 imputados y sacó a la luz un sistema de financiamiento ilegal de los partidos. El proceso certificó el fin de la llamada Primera República, y la muerte de los partidos tradicionales (Democracia Cristiana, Partido Socialista Italiano, Partido Comunista Italiano y otros). Hace unos meses, una encuesta de Demos-Libera para el semanario L’Espresso –que le dedicó un número especial al aniversario de Manu pulite–, indicó que 60 por ciento de los italianos cree que nada ha cambiado desde 1992, y que la corrupción parece seguir siendo un fenómeno endémico y latente. No hay país que se salve, los sistemas judiciales nacen tocados por la corrupción y así viven. Sólo hay que ver el horror del sistema judicial de los gringos. Es preciso un cambio en el enfoque y métodos de la autonomía de ese poder: los enquistados de por vida, no tienen contrapeso alguno.
Morena y AMLO conquistaron el poder político en 2018 mediante una coalición disímbola hasta decir basta. La negra experiencia electoral de AMLO le aconsejó sumar hasta lo que ahora no hace sino restar: el monrealismo, los evangélicos, los verdes, y una larga lista de rémoras engendradas por el neoliberalismo corrupto. Es hora de empezar a depurar con miras al futuro. Morena y AMLO sabrán sopesar si los electores del presente y del futuro cercano son ya suficientes para hacer innecesarias esas pésimas compañías. Una vida sana de la República exige esa limpieza.
La guerra en curso que las derechas intentan escalar no es en nuestros días una disputa por el poder, sino una lucha más profunda e importante: la guerra cultural. El polo del privilegio histórico mentirá sin cuartel, como lo ha venido haciendo en todos los medios de comunicación. Y continuará procurando persuadir con sus argumentos neoliberales: somos dueños de la verdad y los únicos que sabemos gobernar. Morena no tiene tiempo para velar armas. La guerra cultural, la información verdadera, la formación política del pueblo tiene que ser una tarea intensa y continua, no sólo para los tiempos de la campaña. Una vez ganada la contienda de 2024, la guerra contra el gobierno será peor que la enderezada contra AMLO. El nuevo gobierno no puede bajar la guardia ni desistir en la tarea de transformar la vida de la República, abatiendo las desigualdades, aumentando los derechos de todos, creando una economía sólida que garantice el bienestar del pueblo mexicano, pero no podrá ocuparse en la medida necesaria de las tareas de la guerra cultural, como ahora lo hace AMLO. Le corresponde a Morena esa tarea indispensable y tiene que prepararse para la lucha continua. Explicar y explicar sin descanso.
Nota bene. Información para mis lectores. Durante el mes de diciembre, estimado lector, no estaré presente en estas páginas, después de tantos años de escribir semanalmente mi contribución. Me encontrarás aquí el martes 3 de enero de 2023.
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