TLCAN: 20 años después
De promesas y resultados
El alejado primer mundo
Carlos Fernández-Vega
E
n el marco de la llamada Cumbre de América del Norte, celebrada en febrero pasado en Toluca, los presidentes Enrique Peña Nieto y Barack Obama, más el primer ministro Stephen Harper, tímidamente conmemoraron dos décadas del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, y de forma poco convincente señalaron que tal mecanismo
funciona bien, pero
debe ir más allá.
Prometido por Carlos Salinas de Gortari como la panacea económico-social y la llave de entrada de México al primer mundo, a dos décadas de distancia el TLCAN
lejos de facilitar a México la política comercial tolerante y subsidiaria que ha desplegado Estados Unidos en China y Asia del este, ha sido más bien un instrumento jurídico severo, que no ha dejado ningún resquicio al desigual subdesarrollo del país, por lo que
el tiempo de no crecer y de justificar el no conseguirlo se ha terminado; es de esperarse que lo aprendido en estos 20 años del tratado y 30 años de una política económica con crecimiento insuficiente, sirvan de experiencia para que México implemente una estrategia económica integral que logre un desarrollo compartido y sustentable.
El Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), con la colaboración del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, editó el libroTLCAN, 20 años: ¿celebración, desencanto o replanteamiento?, en el que advierte que el tratado “siempre ha sido un mensaje geopolítico al mundo global a pesar de la voluntad o el déficit de intención de sus países miembros. Frente a la ambigüedad de Canadá, la prepotencia de Estados Unidos o la adhesión dogmática de México, ha sido una respuesta al avance de la integración europea, a la desintegración de la Unión Soviética, a la apertura de China, al protagonismo asiático, etcétera. Los únicos que en no pocas ocasiones no lo han interpretado así son los propios países firmantes, que muchas veces lo han confundido con un acuerdo comercial ‘bilateral’ (Canadá); un instrumento ventajoso de dominio económico y comercial (Estados Unidos), o una alternativa de desarrollo económico en un momento de definición histórica (México)”.
Los siguientes pasajes forman parte del citado libro, cuyo coordinador académico es el vicepresidente del IDIC, Arturo Oropeza García. Va, pues: a dos décadas de distancia, en la que ha transitado el recambio de dos siglos e inaugurado un nuevo milenio, la región norteamericana contempla pasivamente el desmantelamiento de la hegemonía occidental frente al liderazgo vitalista de Asia del este encabezada por China, a la cual no le faltan ideas políticas, económicas o sociales en el empeño de recuperar pasados éxitos, en los que India y China fueron líderes del desarrollo de la comunidad mundial hasta el siglo XVIII. Este
pequeño paréntesisde dominio occidental en lo económico, de poco más de dos siglos, aparece seriamente amenazado ante la pérdida de ritmo y de rumbo de Estados Unidos y de Occidente.
Uno de los temas sensibles respecto a la evaluación del TLCAN en México fue que en la visión económica de futuro del tratado se dibujaron grandes expectativas, dignas de un verdadero modelo de desarrollo o de una estrategia de Estado, y no de un limitado acuerdo de comercio. En su origen se le vendió como un acuerdo de creación de empleos, mejoras salariales, reducción de migración, motor de crecimiento económico, agente reductor de las brechas económicas existentes con Estados Unidos y Canadá, etcétera, y lamentablemente para todos, tanto para los impulsores como para aquellos que lo han cuestionado, los resultados que todos hubieran deseado no se han logrado.
Un crecimiento magro en el periodo y la acumulación de déficit en materia económica y social, cuestionan y ponen en tela de juicio los resultados positivos obtenidos en materia de crecimiento comercial y de la llegada de más inversión extranjera (IED). Como un triunfo pírrico catalogan las fuentes críticas del tratado que las exportaciones a Estados Unidos y Canadá hayan aumentado en ocho y seis veces, respectivamente, y que la IED haya pasado de 1.3 a 2.6 por ciento del PIB en el mismo periodo, si bien la expectativa integral que se ofreció con base en la implementación del tratado no se ha cumplido.
Después de 20 años, el crecimiento se encuentra por debajo del promedio de la mayoría de los países de América Latina (2.4 anual), donde su PIB per cápita subió menos que el incremento económico (1.2) y peor aún por trabajador (0.7). En cuanto al acercamiento y cierre de brecha con Estados Unidos –otro tema relevante del discurso de salida del TLCAN–, el PIB por trabajador de México en 1993 representaba el 35 por ciento de un trabajador estadunidense, y a 2012 esta brecha se amplió a 30 por ciento.
En el tema de migración, otra de las ofertas a resolver vía TLCAN, durante la primera década del siglo XXI un promedio anual de 600 mil mexicanos se arriesgaron por una nueva oportunidad laboral en Estados Unidos, lo cual generó de 6.6 millones de inmigrantes de 2000 a 2010, o sea, 5.8 por ciento de la población del país.
El salario de 2012 fue casi idéntico al obtenido por un obrero o empleado mexicano 30 años atrás. De 1992 a 2012, el sensible renglón de pobreza patrimonial se mantuvo lastimosamente igual (51 por ciento), del mismo modo que el de capacidades (29) y de pobreza alimentaria (19). En materia de generación de empleos, hoy se reconoce una informalidad de casi 60 por ciento de la población económicamente activa, lo cual completa una realidad económica y social altamente preocupante del país.
Los resultados económicos y sociales que hoy México presenta, a 20 años del tratado, son muy inferiores a los obtenidos por otros países en desarrollo ubicados en Asia, Latinoamérica o Europa del este, lo cual desdora el que las exportaciones se hayan incrementado geométricamente para un número reducido de empresas (50 empresas acaparan 50 por ciento de ellas).
A nivel regional, más allá del mensaje geopolítico hacia el exterior, el TLCAN ha sido fundamentalmente una herramienta de negociación jurídica comercial para los tres países y no un esquema de integración. Canadá, desde un inicio, ha luchado por apartarse del tratado; Estados Unidos mantiene su proverbial desprecio a su relación vecinal con el sur, y México cada día más alejado del primer mundo.
Las rebanadas del pastel
A Raúl Plascencia, el premio
la cara más dura que una piedra, por su intención de relegirse al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Twitter: @cafevega
D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
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