lunes, 3 de junio de 2019

Astillero

Gana López Obrador // Y sin embargo, mantiene confianza // Barbosa y Bonilla, cartas marcadas // BC y Puebla: pierde Acción Nacional
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▲ El candidato de Morena al gobierno de Baja California y virtual triunfador, Jaime Bonilla, después de acudir a votar por la mañana en la ciudad de Tijuana.Foto Cuartoscuro
E
l ganador fue Andrés Manuel López Obrador. Las dos piezas principales en disputa fueron para el partido Morena y, específicamente, para los dos candidatos a gobernador que habían sido briosamente impuestos: Luis Miguel Barbosa, por la gracia macuspana antitéticamente absuelto de sus pecados en el PRD y el Pacto por México (fue testigo oficial de su firma en 2012) y Jaime Bonilla, un híbrido fronterizo con pasado republicano en Estados Unidos y presente como inversionista político en México.
Personalidades políticas viscosas las de Barbosa y Bonilla, quienes lograron superar las aduanas cívicas y electorales por la voluntad inapelable del imperativo Jefe Máximo, el aparato electoral-asistencialista que se estrenó aceitadamente en Puebla, Baja California y las demás entidades donde hubo comicios, y el persistente hartazgo de muchos ciudadanos que mantienen su voto de castigo al pasado pripanista sin reparar en la catadura específica de las alternativas propuestas para, presuntamente, superar un pasado de corrupción y abusos que, sin embargo, podría seguir con estas cartas marcadas (así sea con nuevas etiquetas) por los mismos vicios que dicen combatirán.
La victoria lopezobradorista (aunque a la hora de cerrar esta columna no se daban a conocer los resultados oficiales de Baja California, donde rige un huso horario distinto al de la capital del país) contradice las ansiosas pretensiones de sus opositores en el sentido de que, a seis meses de ejercicio oficial de gobierno (más el lapso de la presidencia electa), iría disminuyendo la aceptación nacional del político tabasqueño y sus propuestas (de gobierno y electorales).
En realidad, el golpe seco es para el Partido Acción Nacional, que se mantiene en la pretensión de asumirse como la única oposición institucional. En la misma línea de la candidatura de Ricardo Anaya, quien pretendió redondearse como la única opción frente a López Obrador en las pasadas elecciones, el PAN sostiene un rechazo abierto al lopezobradorismo, a diferencia del Partido Revolucionario Institucional, que se ha decantado por la colaboración rayana en la sumisión (lo que se acentuará con la llegada a la presidencia del PRI del negociador Alejandro Moreno, gobernador de Campeche, en acuerdo secreto marca PRIMor) y los demás partidos de la chiquillada, cuyas veleidades poco cuentan.
El panismo perdió en Baja California una hegemonía de tres décadas, durante las cuales se sostuvieron las peores características del sistema político y económico, sin ningún cambio de fondo, entregados los gobiernos peleles al poderío de los grupos criminales y convertido el aparato gubernamental en fuente de enriquecimiento de abuso grupales.
Si a Acción Nacional se le juzgara por sus resultados en Baja California (o en Guanajuato), el paredón histórico sería de justicia. En noviembre de 1989 llegó Ernesto Ruffo Appel, como uno de los pagos al PAN por la convalidación de facto al gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Lo que siguió fue igual de deplorable: Héctor Terán, Alejandro González Alcocer, Eugenio Elorduy Walther, José Guadalupe Osuna Millán y Francisco (Kiko) Vega de Lamadrid.
En Puebla queda plenamente sepultado el ciclo de Rafael Moreno Valle, un priísta luego pasado al PAN que logró imponer a un gobernador bajo su control, José Antonio Gali Fayad, para un periodo de transición de un año y diez meses, luego del cual tomó posesión la esposa de Moreno Valle, Martha Érika Alonso, muerto este matrimonio el 24 de diciembre de 2018 en un accidente de helicóptero que aún no está suficientemente esclarecido.
Luego de un mes de gobierno habilitado en la persona de Jesús Rodríguez Almeida, y de un interinato delator de los arreglos PRI-Morena, el de Guillermo Pacheco Pulido, ha ganado con amplitud López Obrador en la persona de Luis Miguel Barbosa Huerta, a quien las circunstancias políticas y médicas podrían reducir a un reinado sin gobernar, cedidas las funciones a alguien designado desde Palacio Nacional para ocupar un segundo nivel administrativo pero plenamente ejecutivo.
Twitter: @julioastillero
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