i alguien me preguntara cuál proyecto considero el más logrado del gobierno de la 4T, sin duda respondería Sembrando Vida
(SV). Se trata, como veremos, del programa más coherente, innovador y visionario que he conocido. Todo ello sin menoscabo de otras iniciativas notables, como Agricultura para el Bienestar, de la Sader; las Universidades Benito Juárez, Educación para el Bienestar, de la SEP; la campaña de vacunación contra el covid-19, o el giro radical del Conacyt. Su primer valor es filosófico. Ya no sólo está dando peces
(programa asistencialista), está, como nunca, enseñando a pescar
. Y esta enseñanza (segundo valor) se da tanto en las relaciones con la naturaleza como en las relaciones sociales, mediante lo que se conoce en los medios de vanguardia como un diálogo de saberes
(tercer valor): el intercambio de experiencias o epistemologías entre el mundo campesino y el mundo científico académico. Les recuerdo en qué consiste este programa. El gobierno de la 4T, a través de la Secretaría del Bienestar, apoya a un propietario rural que se compromete a crear y mantener un sistema agroforestal en una parcela de 2.5 hectáreas sembrando 2 mil 500 árboles de especies maderables, agroindustriales y alimentarias, en combinación con un cultivo que generalmente es maíz y/o frijol. El apoyo actual es de 6 mil 200 pesos mensuales. Tras cuatro años, Sembrando Vida alcanza, se dice fácil, 455 mil sembradoras (30 por ciento) y sembradores (70) que se ensamblan en cooperativas o comunidades de aprendizaje campesino (CAC), cada una conformada por 25 sembradores en promedio, apoyados por un técnico productivo
y un técnico social
y un par de becarios del programa Jóvenes Construyendo el Futuro.
Las células o núcleos que dan sentido al programa son entonces las CAC que hoy alcanzan 18 mil distribuidos en mil 10 municipios de 21 estados de la República, entre los que destacan Chiapas (3 mil 336 CAC), Veracruz (2 mil 724), Tabasco (2 mil 252) y Oaxaca (mil 563). Cada CAC es un laboratorio que se inspira en dos paradigmas innovadores: la agroecología y la economía social y solidaria. Ambos se ponen en práctica bajo la conducción de 4 mil 500 profesionistas con grado mínimo de licenciatura, quienes son seleccionados mediante examen y entrevista: agrónomos, biólogos, ecólogos, veterinarios, etcétera. En el primer caso (técnicos productivos
), y sociólogos, economistas, antropólogos, abogados, etcétera. En el segundo (técnicos sociales
). Cada CAC dispone de un espacio formado por un vivero, una biofábrica y un sistema de riego. Cada CAC se autogobierna y pone en práctica una democracia participativa. La máxima autoridad es la asamblea de socios, en la cual se nombra una mesa directiva (presidente, secretario y tesorero) y coordinadores de siete comisiones que se rotan anualmente.
Lo agroecológico orienta los impresionantes viveros que dependiendo de la región mantienen entre 30 mil y 45 mil plantas, apoyados por las biofábricas dedicadas a proveer fertilizantes orgánicos, control biológico de plagas, lombricomposta, caldos minerales, desinfectantes naturales, hongos y bacterias, técnicas de esqueje, etcétera. La siembra de árboles refuerza o rescata las relaciones de los productores con la naturaleza e induce una cultura agroforestal.
La economía social y solidaria, la dimensión intangible, se dirige a integrar y poner en práctica conceptos como la ayuda mutua, la comunalidad, la autorganización, la solidaridad y valores que incrementen el tejido social. Por ello cada CAC mantiene una caja de ahorro
(banco colectivo) y realiza cada mes acciones de apoyo a sus comunidades, como limpieza de caminos y cuerpos de agua, mejoramiento de escuelas, construcción de obras públicas, etcétera. La cooperación escala en los territorios además mediante la unión de decenas, cientos e incluso miles de CAC vecinas o regionales para realizar tianguis o festivales estatales (Michoacán); metacooperativas de construcción y/o limpieza de caminos (Tlaxcala); de puentes (Guerrero); rescate de la cultura tradicional (Nayarit y San Luis Potosí); obras hidráulicas (Chiapas y Tamaulipas); redes de comercialización (Tlaxcala y Chiapas); centros de acopio (Tabasco); organizaciones y festivales de trueque (Durango e Hidalgo), etcétera (datos de los periódicos murales de SV).
Mirada desde una perspectiva civilizatoria, SV lleva a la práctica la cooperación por sobre la competencia e induce los valores antineoliberales. En el dilema universal entre redes (organización horizontal) o pirámides (organización vertical) el programa apuesta por lo primero. Si un gobierno de izquierda es aquel capaz de acotar y regular al poder económico (el capital) y de empoderar realmente a la sociedad, SV es un estupendo proyecto que debe ser reconocido, mantenido y reproducido. Una aportación de vanguardia para el país y para el mundo (continuará).
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