martes, 19 de junio de 2018

Ciudad Perdida

Inseguridad, problema fuera de control // La policía capitalina, al servicio de empresas // La solución, en manos de Amieva
Miguel Ángel Velázquez
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▲ En la madrugada del domingo fueron encontrados dos cuerpos descuartizados, junto con una narcomanta‚ en el puente de Insurgentes y Ricardo Flores Magón, en la colonia Nonoalco Tlatelolco.Foto Cuartoscuro
L
a incapacidad del jefe de la policía en la ciudad, Hiram Almeida, ya no puede ser considerada nada más como un asunto interno en el gobierno, porque el problema ya no es una cuestión política. La violencia en la capital se manifiesta cada vez más, y con mayor fuerza, en las calles.
Considerar que el crimen, acompañado de las narcomantas que aparecieron el domingo en la avenida Insurgentes, sea un asunto aislado, sería un error tan grave como negar que las bandas criminales que existen en todo, o en casi todo, el país no operen en esta metrópoli, porque entonces no se les puede combatir, y eso sucedió durante casi toda la gestión de Miguel Ángel Mancera.
Hay veces que los argumentos que se ofrecen desde algunos estrados de gobierno parecen convencer, sobre todo cuando se advierte que el alza en los crímenes va de la mano con la liberación del los criminales que admite la ley, pero eso nada tiene ver con que, por ejemplo, los policías de tránsito estén a las órdenes de la empresa de parquímetros.
Sí, los policías que paga la ciudadanía sirven de guardaespaldas a los empleados de la empresa que cobra por la utilización de la vía pública, mientras el tránsito y el crimen vuelven un caos las calles de la ciudad. Ninguna ley, vieja o nueva, obliga a tan humillante servicio a los uniformados.
Parecería entonces que la policía se ha rendido, y mientras se arman operativos que incautan interesantes cantidades de sustancias prohibidas y de armas, los hechos de sangre siguen en aumento. Vale la pena echar un ojo a los datos duros al respecto.
Al inicio del año, el 8 de enero, aparecieron un par de narcomantas colgadas de un puente en la colonia Del Gas, en Azcapotzalco; el 6 de febrero aparecieron otras en Periférico Sur, en la delegación Álvaro Obregón, perteneciente al cártel Jalisco Nueva Generación. Esta tendría un valor especial porque avisaba del arribo de esa organización a la Ciudad de México. Dos días después se exhibió una más en San Miguel Teotongo, Iztapalapa, y en ella se amenazaba al presidente municipal de Chalco, estado de México; para el 2 de mayo, en la colonia Tlaxpana, de la delegación Miguel Hidalgo, el mismo cártel decía que entrarían a poner orden en Tepito.
Hasta ahí las narcomantas y los crímenes corrían separados, aunque el 26 de mayo, en la colonia Torreblanca, se halló a una mujer con los pies mutilados. El 26 del mismo mes, tres hombres con señales de tortura fueron descubiertos en un barrio de Iztapalapa, y el 2 de junio un hombre tapado con una manta con las siglas del PRI fue hallado muerto también en Iztapalapa.
Llegó el 17 de junio, hace dos días, y las mantas y el crimen se reunieron, pero la policía parece no darse por enterada de estos sucesos, que en su devenir muestran toda una estrategia. ¿Hasta cuándo tendrá la población que soportar la ineficiencia de Almeida en la policía? Eso sólo lo sabe el jefe de Gobierno.
De pasadita
La primera pregunta que deberían responder los aspirantes a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, cuando este miércoles se rencuentren, es, a nuestro juicio: ¿Para qué sirven los debates en realidad? Nos parece que esta práctica sólo ha servido para destrozar la imagen de quienes buscan gobernar, y en ella todos salen raspados. Al final, ciertos o falsos los insultos y las descalificaciones, lo que queda es una candidata o un candidato que seguramente gobernará bajo sospecha. ¡Vivan los debates!

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