miércoles, 5 de diciembre de 2018

México irredento

José Steinsleger
–B
uen día, don Cayetano… ¿Ya vio la transmisión del mando en el Congreso?
–Pos no… Andaba chambeando.
–¿Y el ritual en el Zócalo?
–Bonito estuvo.
Don Cayetano votó por Morena, y trabaja 24 horas del día de conserje en el condominio medio-medio donde vivo, con un día de descanso. Junto con su esposa, habita en un espacio sofocante de 20 metros cuadrados (baño incluido), diseñado por los constructores del edificio. De cuna mixteca, Cayetano nació en las inmediaciones de Santiago Pinotepa Nacional, ciudad oaxaqueña del Pacífico que, según los entendidos, debe el origen de su nombre al vocablo pinolli, o casa desmoronada.
Lo ayuda Soledad, su hija, que limpia casas cuando puede. Ella tiene tres niños y renta un cuarto a la vuelta de casa. Estoy agradecido con Soledad: me presentó a la señora Rosa, una vecina que me inyecta cuando ando con la ciática. Rosa cobra 20 pesos por aplicación. Pero si le doy 50 pesos con gesto de está bien así, me da el vuelto diciendo: cómo cree. Todos votaron por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y a ninguno le interesa la política. ¿Carecerán de nivel?
A veces, me dan ganas de explicarles algo acerca de la desposesión por acumulación. Me contengo. En este país, aprendí la diferencia entre las nociones de pueblo y sociedad. O bien (digámoslo así), entre las razones del próximo prójimo y las imposturas del comedimiento ilustrado. La familia de Cayetano es muy unida, y calculo que sus ingresos llegan a 12 mil pesos mensuales (650 dólares). Monto que para un tecnócrata de la libertad la eximiría de ser pobre, quedando ubicada en la franja de pobreza relativa.
Me explico. Si de acuerdo con ese tipo de mediciones, los indigentes serían desechables, y a los simplemente pobres tocaría vivir de la caza y de la pesca, un pobre relativo debería dar gritos de felicidad si, por ejemplo, trabajara en condominios como el mío. Porque mire usted lo que son las cosas: hace unos meses, fastidiados, los propietarios consintieron que la administración aumente el sueldo de Cayetano de 7 mil 500, a 8 mil pesos. ¡Pero sin Seguro Social!, advirtió patrióticamente el que los 15 de septiembre pone banderitas en su flamante camioneta de 700 mil pesos, y que ahora la puso en venta porque dice que la crisis no le permite pagar las cuotas.
Creo que ahí queda, coloquial y suscintamente esbozado, el verdadero desafío de AMLO. Mas no el del gobernante que ha solicitado paciencia a un pueblo que, por momentos, parece confundir paciencia con resignación. Me refiero a las señales que, desde ya, inquieta a plutócratas y vendedores de humo.
Que los casos de Argentina y Brasil, entonces, sirvan a Morena de advertencia para sopesar realidades que claro, son muy distintas. Pero en las que pueblos y sociedades igualmente distintos, consagraron sus derechos por izquierda primero, y años después votaron por derecha contra sus propios intereses. Ídem anterior: ¿carecerán de nivel?
En San Lázaro (y en el Zócalo), fue importante que AMLO prescindiera de mencionar a la llevada y traída unidad latinoamericana. ¿Había necesidad? Benito Juárez, su alter ego, tampoco abundó en el asunto. Aunque le dieran mucho gusto los decretos de los congresos de Colombia y Perú, y el de República Dominicana, que en 1865 y 1867 lo distinguieron como Benemérito de las Américas. O aquel proyecto de ley de 1928 para impulsar la ciudadanía continental, presentado en el Congreso de la Unión por el senador de Colima Higinio Álvarez García, general obregonista que en 1914 luchó contra la invasión yanqui de Veracruz. Y es que los pueblos de nuestra América ya no están para la retórica de ocasión.
También fue importante que dos días antes de la transmisión del mando, AMLO se cargara de energía en su finca de Palenque. Y dada su condición de protestante (o eso dicen), pudo haberlo hecho acompañado del trovador dominicano Juan Luis Guerra, miembro de la Iglesia Más que Vencedores, y que padece de bajas de bilirrubina porque todavía espera que llueva café en el campo. Para nada. AMLO compartió su recarga con Silvio Rodríguez, quien recitó versos de La muralla, el poema de Nicolás Guillén:
Al corazón del amigo, abre la muralla / al veneno y al puñal, cierra la muralla / al mirto y la hierbabuena, abre la muralla / al diente de la serpiente, cierra la muralla/ al ruiseñor en la flor, abre la muralla.
No quiero pensar en cuán auténtico o políticamente representativo fue el ritual en el Zócalo. Quizás, el parco comentario de don Cayetano, sea el certero: Bonito estuvo. Pero a mí, me conmovió. Hacía años que por razones políticas y de salud, anhelaba soltar algunas lágrimas de orgullo y emoción. Jamás imaginé que un Presidente de México pudiera arrodillarse frente a un indígena arrodillado y 160 mil personas que lo miraban. Y esto no es moco de pavo. Es un compromiso.

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