martes, 26 de abril de 2011

México SA


¿Combustibles baratos?

Precios y poder adquisitivo

Cordero: disco rayado

Carlos Fernández-Vega

El secretario de Hacienda insiste. En sus declaraciones dominicales, Ernesto Cordero por enésima ocasión repitió el estribillo: México reporta una de las gasolinas más baratas del mundo”, y aseguró que el “desliz” (léase aumento) interno que mensualmente aplica el gobierno federal al precio de los combustibles “es mucho menor al crecimiento que reporta en el resto del mundo”. Lo dijo no sin antes advertir que la Ley de Ingresos aprobada por el Congreso “prevé un subsidio a la gasolina cercano a 36 mil millones de pesos, pero si siguen los precios como van, este subsidio ya rebasa los 100 mil millones de pesos”.

(Antes de cualquier otra cosa, vale mencionar que de acuerdo con la Cámara de Diputados, los 36 mil millones citados por Cordero corresponden a 2010, porque para el presente año tal subsidio (Ley de Ingresos de la Federación) prevé un subsidio a gasolinas y diesel de 54 mil 355 millones de pesos, “que se explica básicamente por estímulos fiscales en los sectores agrícola, ganadero y pesquero, así como en transporte público y privado de personas y carga; cifra que constituye un aumento considerable con respecto al año previo”).

Pues bien, lo caro o barato no lo establece el precio en sí, sino el poder adquisitivo del ingreso, y en este sentido es obvio que en México todo sale más caro que en Estados Unidos, donde los salarios son muchísimo más elevados, de tal suerte que por mucho que Cordero y sus jilgueros repitan el estribillo los precios de los combustibles, así sea por aburrimiento, no van a bajar ni van a ser más accesibles a los consumidores. De hecho, México es un caso excepcional, porque contrario a lo establecido en la ley de Newton, los precios que suben, nunca bajan y suben más, y más y más.

Cuatro meses acumula el año, y cuatro han sido los aumentos registrados en los precios de las gasolinas y el diesel, con el sonriente Cordero en primer plano y el estribillo de fondo (“se ve, se siente, aquí es más barato que enfrente”). En noviembre pasado en este espacio se hizo un ejercicio sobre lo “caro” o “barato” de los combustibles en México y Estados Unidos, y se hizo a raíz de las declaraciones de uno de los muchachos de Cordero, el jefe de la Unidad de Política de Ingresos de la Secretaría de Hacienda, Juan Manuel Pérez Porrúa, quien anunció que en 2011 “continuarán los escalamientos (léase incrementos) a los precios de gasolinas y diesel”, porque (¡qué creen!) “México es de los países con los precios de gasolinas más baratos del mundo”.

El funcionario expuso: “en Los Ángeles, California, el equivalente del litro de gasolina Magna vale 10.18 pesos, y en Nueva York (en el estado) 9.19 pesos. En Estados Unidos el promedio nacional es de 8.86 por litro, en la costa del Golfo, 8.69, y en México 8.60; en Inglaterra y Alemania el litro del equivalente en Magna es de 22.1 pesos, en Italia es de 21.7 pesos, en Francia es de 21.01 pesos y en Brasil es de 18.28 pesos”.

Por aquella fechas se comentó en este espacio que a simple vista, pues sí, en México el precio de la Magna resultaba más barato que en los países y ciudades referidas por el funcionario de la Secretaría de Hacienda, de tal suerte que según su tesis el alza interna y permanente de los precios de los combustibles estaría más que justificada, dada la necesidad de “empatar” precios internos con externos, de acuerdo con la versión oficial. Sin embargo, a Pérez Porrúa, como a todos los demás jilgueros que salen a justificar el constante incremento, se le olvidó un comparativo fundamental para saber si, en efecto, el citado combustible es más barato afuera que adentro, sin considerar que en el mercado externo el precio de los combustibles sube, pero también baja, lo que aquí nunca sucede: sólo sube.

En Estados Unidos el salario mínimo legal es de unos mil 750 dólares mensuales, algo así como 22 mil pesos mexicanos. Con ese ingreso en Los Ángeles un consumidor puede comprar cada mes (de acuerdo con los precios aportados por Pérez Porrúa) 2 mil 161 litros del equivalente a la gasolina Magna; en Nueva York, 2 mil 394 litros; en la costa del Golfo, 2 mil 531.6 litros, y 2 mil 483 litros si se toma el promedio para todo el país. Todo eso se puede comprar en Estados Unidos con un salario mínimo mensual.

Por el contrario, en México el salario mínimo legal promedio (el ponderado de las tres zonas salariales) es de mil 680 pesos por mes (alrededor de 134 dólares), un ingreso 13 veces menor a su equivalente en Estados Unidos, de tal suerte que en México el litro de gasolina Magna resulta 13 veces superior al prevaleciente en Estados Unidos, o si se prefiere el mini ingreso compra 13 veces menos que un consumidor con salario mínimo en el vecino del norte, porque lo importante –aquí y allá– no es el precio en sí, sino el poder adquisitivo del ingreso.

Con 134 dólares (salario mínimo en México), en las gasolineras concesionadas por Pemex se pueden comprar 195.3 litros de Magna, contra los referidos volúmenes en Estados Unidos, y en ambos casos se utilizan los respectivos salarios mínimos legales. Para que un mexicano compre los 2 mil 483 litros del equivalente a la Magna que compra un gringo con su salario mínimo, necesitaría gastar completo su mini ingreso y erogar 20 mil 320 pesos adicionales. Entonces, el referido combustible ¿realmente es más barato en el vecino del norte? Lo anterior se complementa al conocer que en México 65 por ciento de quienes tienen empleo gana menos de tres salarios mínimos (en 2010), monto menor al 25 por ciento del salario mínimo estadunidense.

Así, a un gringo de salario mínimo (un ingreso para “pobres” en aquel país) el precio de un litro de Magna, o su equivalente, le representa 1.21 por ciento de su ingreso diario; a un mexicano de salario mínimo le significa 15.36 por ciento de su ingreso cotidiano. ¿A cuál de los dos le sale más barato el combustible? En Hacienda aseguran que aquí, porque supone que el monto salarial y su poder adquisitivo es exactamente el mismo en ambos países (¡Claro!: los 6 mil pesos de Cordero).

Las rebanadas del pastel

¡Sorpresa!: el subsecretario de Normatividad de Medios de Gobernación, Héctor Villarreal, denuncia que “contra su propio pacto (el Acuerdo para la cobertura informativa de la violencia), Televisa hace apología de la violencia” y del narco, al transmitir la telenovela La reina del sur, “que convierte a delincuentes en héroes públicos” (La Jornada, Fabiola Martínez). Pues bien, al quejoso se le olvidó que es la Dirección de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), de la propia Secretaría de Gobernación la que concede los permisos de transmisión, de tal suerte que por allí debió empezar su reclamo.

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