Terror en Jalapa
Pánico en Monterrey
Esperanza en el Edomex
Jaime Avilés
Tres empleados de Construcciones Santa Clara –entre ellos, el ingeniero Raúl Tecatl Cuevas–, regresaban a Jalapa, el viernes 17 de junio, cuando a las siete de la noche los detuvo un retén del 63 batallón de infantería, en la ex hacienda El Lencero. Los soldados los bajaron de la camioneta en que viajaban. De pronto se desató una balacera. Los militares respondieron con todo, incluso con apoyo de helicópteros artillados. Fue cosa de minutos.
Cuando el zafarrancho terminó, el ingeniero estaba muerto dentro de otro vehículo, con diez heridas de bala en la espalda y un tiro de gracia. Sus dos amigos también estaban muertos, pero incompletos, pues a ellos les habían cortado las manos. Los cadáveres fueron retratados junto con armas de alto poder. La versión oficial los tachó de “sicarios”.
Durante horas circularon rumores que hablaban de cuatro víctimas inocentes: “tres hombres y una mujer”. En su palacio, el gobernador Javier Duarte analizaba la matanza. Cuando se puso de acuerdo con sus cómplices, declaró que, en un “exitoso operativo”, habían muerto “11 sicarios”.
Indignados, los allegados al ingeniero hoy combaten la mentira. En el portal Plumas Libres, Eduardo Segura escribió: por “la maldita guerra estúpida que vive nuestro país, murió sin deberla ni temerla Raúl Tecatl, primo político de un servidor (...) brillante profesionista, originario de Jilotepec (...) que fue cruelmente acribillado de 10 balazos y pasó por boca de las autoridades a ser un sicario; por favor, qué falta de escrúpulos tienen al asesinar a un hombre de bien y destruir moralmente a toda una familia, dejar a su pequeño hijo en la orfandad y sembrar un futuro incierto y de desesperanza”.
En el periódicodigital.com.mx, alguien bajo el seudónimo de “Ozz”, reiteró: “el 17 de junio, en El Lencero, fueron asesinados a sangre fría un familiar y otros dos compañeros de trabajo. Las autoridades dicen que están limpiando Veracruz, pero están matando civiles como ustedes y como yo”. Otro lanzó esta pregunta: “¿por qué no dicen nada de mi amigo que le desfiguraron su cuerpo y de los otros dos pobres que les cortaron sus manos?”.
Obvio: en Jalapa ocurrió lo mismo que el 20 de marzo de 2010 en Monterrey, donde dos estudiantes del Tec fueron torturados y asesinados por el Ejército que los acusó de “sicarios”; o lo mismo que el 31 de marzo de 2008 en Culiacán, donde cuatro jóvenes que iban a una fiesta fueron ametrallados en un retén militar; o lo mismo que el 5 de abril de 2010 en Tamaulipas, donde otros soldados dispararon a ciegas contra una camioneta y dieron muerte a dos niños. O lo mismo que... escriban ustedes la fecha y el sitio donde se han producido hechos similares en todo el país.
Exhortar a los soldados a matar inocentes y presentarlos como “sicarios” para cobrar un premio, es una práctica llamada “falsos positivos”, que inventó el actual presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, cuando era jefe de la policía de Álvaro Uribe, otro genocida de la talla de Felipe Calderón. Hoy, Uribe es interrogado por la justicia de su país, debido a sus vínculos con los paramilitares que exterminaron a miles de hombres y mujeres. Santos, por su parte, condecoró a Genaro García Luna porque desde 2008 las fuerzas armadas mexicanas entregan “falsos (resultados) positivos”, como acaba de reconfirmarlo el caso del ingeniero Raúl Tecatl y sus acompañantes, un asunto que debe volver a movilizar a la sociedad para que los responsables del crimen sean castigados en forma ejemplar. ¡Atropellos como éstos ya no deben repetirse nunca, nunca más en México!
A propósito de lo mismo, Yuriria Iturriaga, corresponsal de La Jornada en París, me renvió una carta que alguien de su confianza le mandó desde Monterrey, ciudad en la que se está dando, le dicen, “un fenómeno jamás antes visto, que es el secuestro masivo y al azar de la gente en la calle, es decir, te ven, te detienen, te suben a una camioneta con otros secuestrados, y te van cambiando de camioneta hasta que tu familia da el dinero o te matan”.
Se presume, añade la carta, que “se están cometiendo de 80 a 110 secuestros diarios. Mujeres, niños, ancianos, de todas las clases sociales sin distingo, lo que habla de unas tres mil personas secuestradas al mes”. “¿Será verdad tanto horror?”, pregunta Yuriria. No sé, pero intento recordar. ¿Cómo empezaba el reportaje que Sanjuana Martínez publicó el domingo pasado en este diario?
Así. “¿Qué se hace en un anfiteatro con 50 descuartizados? Para los médicos forenses integrar las piezas de cada persona es una tarea difícil, imposible en algunos casos, tanto que algunos familiares deciden enterrar a sus muertos de manera incompleta. En lo que va del año, 50 personas han sido descuartizadas en Nuevo León, la mayoría con el uso de sierra eléctrica”. Y ha habido, agrega, según estadísticas oficiales, 743 asesinatos.
¿Es verdad que salir a la calle en Monterrey es tan pero tan peligroso? Sí, me dicen periodistas amigos, consultados por teléfono. “El gobernador (Rodrigo Medina) ya no existe. La desaparición de poderes se masca en el aire, pero la popularidad del Ejército está al alza. Acaba de haber una expo de las fuerzas armadas: la asistencia sobrepasó el medio millón de personas. Saca tus conclusiones.”
Lo intento. Hace 11 años, cuando la conocí, Monterrey era la ciudad más “segura” de México: los pobres vivían amontonados en los cerros; en el centro había tolerancia cero, y entre los ricos, en todos los casos de injusticia, siempre ganaban los injustos. ¿Quién recuerda a Gabriela Rodríguez Segovia, la acaudalada mujer a quien sus hermanos encerraron en un manicomio para quitarle su casa, su dinero y sus hijos? ¿Qué fue de Joaquín Romo de Vivar, el empresario a quien el gobierno panista despojó de su spa y trató de matarlo? A costa de los más débiles, los poderosos dinamitaron el estado de derecho, pero crearon una impunidad sin límites que terminó devorándolos.
Volvamos a Veracruz, donde Fidel Herrera brindó impunidad a todos corrompiendo todo. Anteayer, mientras su sucesor presidía un banquete en El Lencero, para festejar el asesinato del ingeniero Raúl Tecatl, por las calles de Jalapa protestaban los padres de decenas de jóvenes desaparecidos en esa ciudad, de abril a la fecha. Moraleja: socializa la impunidad y generarás caos. ¿O qué hizo Felipe Calderón en todo México? Se robó la presidencia y para poder “gobernar”, abolió el estado de derecho. Más de 40 mil muertos, más de 10 mil desaparecidos; cientos de narcofosas aún sin abrir a lo largo de las vías del tren que va de Chiapas a Texas; la droga más presente y más barata que nunca; la inseguridad pública en todo su esplendor y Estados Unidos construyendo una base militar en Puebla para invadirnos desde adentro. ¡Esta es su obra!
¿Y qué hay de Paulette, y de Mónica Pretelini, y de los feminicidios y de la corrupción de Peña Nieto? En Youtube, un video (busquen “secundaria 582”) muestra a alumnos de una escuela pública haciendo banderitas que proclaman: “Eruviel gobernador”. Cuando AMLO dijo en 2006 que “la mancha de un fraude electoral no se puede borrar ni con el agua de todos los mares”, jamás pensamos que esa mancha sería de nuestra sangre. Pero hoy, si algo tenemos claro, es que para salir de esta pesadilla sólo debemos despertar. La rebelión pacífica puede estallar de mañana en ocho, cuando Alejandro Encinas y las estructuras de Morena en el estado de México enfrenten al copetón, al chapitas y a la narcodictadura salinista y, con ayuda de usted, señorita, y de usted, señor, sí, y también de usted, señora... tal vez los derroten.
jamastu@gmail.com
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