Publicado el febrero 14, 2013, Bajo Noticias, Autor TONATIUH MALDONADO.
Gerardo Fernández Casanova
El Sindicato.- Lázaro Cárdenas decretó la expropiación petrolera, pero quienes dieron la lucha y se jugaron la vida fueron los trabajadores, en una época de guardias blancas y pistoleros al servicio de las empresas; también fueron los trabajadores quienes mantuvieron en operación las instalaciones expropiadas, incluso se hicieron cargo de la administración inicial. Esto explica la condición sui generis de la relación entre el sindicato y el estado patrón durante cincuenta años (1938-88).
Durante todo ese periodo el sindicato fue también garante del carácter nacional y estatal de la empresa; el desmantelamiento emprendido por Salinas tuvo que pasar primero por el encarcelamiento de Joaquín Hernández Galicia “La Quina” y la intervención al sindicato para imponer líderes a modo que fueran anuentes al proceso de privatización. Guzmán Camacho y Romero Dechamps han respondido fielmente al diseño desmantelador que adoptó el régimen. Si bien nunca fue ejemplo de democracia ni de honestidad, el sindicato de los últimos 30 años ha sido campeón en materia de antidemocracia, corrupción y férreo control de los trabajadores. En 2001 Fox estuvo muy cerca de sanear esta situación cuando los dirigentes del sindicato fueron indiciados penalmente por el desvío de más de mil millones de pesos de PEMEX a la campaña de Labastida (caso Pemexgate); Dechamps amenazó con la huelga aprovechando la coincidencia de una revisión salarial y Fox, no obstante contar con el apoyo de la mayoría de los trabajadores y de las organizaciones disidentes, dio marcha atrás y en la sección instructora de la Cámara de Diputados donde se procesaba el desafuero (eran legisladores con fuero) el PAN se sometió al PRI votando contra la propuesta del PRD, con lo que imperó la impunidad y se mantuvo el régimen de corrupción sindical. Hoy, con el “nuevo PRI”, Romero Dechamps es nuevamente senador y garantiza la anuencia sindical a los afanes privatizadores, siempre con el aval de la Secretaría del Trabajo a las trapacerías que lo mantienen al frente del sindicato.
Durante todo ese periodo el sindicato fue también garante del carácter nacional y estatal de la empresa; el desmantelamiento emprendido por Salinas tuvo que pasar primero por el encarcelamiento de Joaquín Hernández Galicia “La Quina” y la intervención al sindicato para imponer líderes a modo que fueran anuentes al proceso de privatización. Guzmán Camacho y Romero Dechamps han respondido fielmente al diseño desmantelador que adoptó el régimen. Si bien nunca fue ejemplo de democracia ni de honestidad, el sindicato de los últimos 30 años ha sido campeón en materia de antidemocracia, corrupción y férreo control de los trabajadores. En 2001 Fox estuvo muy cerca de sanear esta situación cuando los dirigentes del sindicato fueron indiciados penalmente por el desvío de más de mil millones de pesos de PEMEX a la campaña de Labastida (caso Pemexgate); Dechamps amenazó con la huelga aprovechando la coincidencia de una revisión salarial y Fox, no obstante contar con el apoyo de la mayoría de los trabajadores y de las organizaciones disidentes, dio marcha atrás y en la sección instructora de la Cámara de Diputados donde se procesaba el desafuero (eran legisladores con fuero) el PAN se sometió al PRI votando contra la propuesta del PRD, con lo que imperó la impunidad y se mantuvo el régimen de corrupción sindical. Hoy, con el “nuevo PRI”, Romero Dechamps es nuevamente senador y garantiza la anuencia sindical a los afanes privatizadores, siempre con el aval de la Secretaría del Trabajo a las trapacerías que lo mantienen al frente del sindicato.
Burocracia.- Otra forma de manifestación de la debacle a que se ha querido someter a la paraestatal es el desaforado crecimiento de la alta burocracia. Con el seccionamiento de la empresa se multiplicó por cuatro el personal administrativo; profesionistas egresados de universidades privadas y con estudios de postgrado en el extranjero, con sueldos competitivos en el mercado de las empresas transnacionales para realizar tareas que son subcontratadas. Así se crea una numerosa burocracia de cuello blanco cara e inútil que, además, considera que el hecho de hacer negocios particulares no es corrupción sino capacidad competitiva. Priva el criterio empresarial comenzando desde la Dirección General, con el caso paradigmático del Ing. Muñoz Leos (por cierto el único ingeniero químico que ha dirigido la empresa) cuyo antecedente profesional es que fue director de la sucursal de Dupont en México: imposible esperar una actuación que privilegie los intereses nacionales con tal curriculum.
Por último, y como factor común de los “avances tecnocráticos”, la corrupción desmedida. Cuatro administraciones sexenales, más la que comienza, se han caracterizado por su aversión a la empresa pública en general y en particular a la petrolera; todos han intentado su privatización; al no lograrlo han buscado desmantelarla y corromperla hasta el hartazgo: se aplican criterios artificiales de rentabilidad y, por ejemplo, se dispone el cierre de pozos “no rentables”, se vende como chatarra el equipo y, luego, se concesionan a particulares para su aprovechamiento.
Pero, con todo y tanta trapacería, PEMEX sigue siendo el soporte de la economía mexicana y el reducto de la esperanza de recuperación nacional. Atender a la corrección de sus deficiencias y a su modernización implica reconocer las causas y proveer a la recuperación de las condiciones que fueron exitosas en su historia. La participación de empresas particulares, así fuesen mexicanas, sólo agregará nuevos factores de distorsión. La solución pasa por recuperar la riqueza de su experiencia acumulada en hombres y mujeres comprometidos con México y con la empresa nacional.
La defensa del carácter estatal y nacional de PEMEX es un deber patriótico.
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