lunes, 26 de junio de 2017

La guayabera dorada

Bernardo Bátiz V.

L
as noticias de las que nos hemos venido enterando por los medios de comunicación durante los ocho o 10 días recientes causan pena, pero también, a veces, mueven a risa; me recordaron una ocurrencia de José Ángel Conchello, presidente del Partido Acción Nacional años antes de la llegada de los empresarios a ese partido; en tiempos de Luis Echeverría, el presidente que popularizó la guayabera, Conchello instituyó un premio mensual a la pifia, simpleza o gazapo más significativo del mes y le llamó precisamente, en alusión al titular del Ejecutivo, la guayabera de oro. Nos divertíamos mucho en las reuniones de festivos panistas de aquel entonces, discutiendo cuál de las declaraciones de alguno de los integrantes del gobierno, por el golpe falso que hubieran dado o por el yerro cometido, se merecía la presea.

Estas son algunas de las pifias que coleccioné la semana pasada; empiezo por una noticia trágica: muere un hombre dentro de una camioneta Hummer, usada precisamente para evitar atentados y de inmediato me viene a la mente que un procurador cuyo nombre no recuerdo, lo primero que hizo al asumir su cargo, y es de lo poco que de él se recuerda, fue comprar varias Hummer para su uso personal.

Entraría al concurso la reflexión, quizás desesperada del secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, quien consideró un gran triunfo del gobierno de México en contra de la plaga de los huachicoleros, el que tuvieron que bajar el precio de la gasolina robada a sólo ocho pesos por litro; cuando dijo eso el secretario se veía abrumado y sin duda lo estaba por los graves problemas que pasamos y sólo atinó a considerar que avanzamos en el tema de este delito en contra de la economía del país, porque aunque sigan robándose la gasolina, ahora, gran consuelo, los ladrones ganan menos que antes.
Excepto por violar el voto popular, a este gobierno todo le sale mal, no puede encontrar a los autores de las muertes de periodistas; no encuentra a 43 desaparecidos desde hace ya dos años; da explicaciones aberrantes y tienen que inventarse acciones socialmente inútiles para que alguno de sus altos funcionarios justifique las fotos que se les toman; en este renglón, el jefe de Gobierno de Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, que ha llenado la urbe de postecitos de colores y de distintos materiales y quiere convertir el Paseo de la Reforma en una gran valla de anuncios; le pareció ya poco haber creado las instituciones médico en tu casa y abogado en tu casa y hace unos días se le ocurrió la brillante idea de presentar un plan para inhibir suicidios. Ante tantos problemas que tiene la ciudad y tantas responsabilidades de un gobernante de la urbe más grande del país, eso es lo que se le antojó destacar.

Que crezcamos como país a menos de 2 por ciento anual pareciera que no les interesa mucho a los responsables de la economía nacional; andan muy preocupados repartiendo nuestro territorio a las empresas petroleras que compiten para ganar las ofertas de la ronda dos y seguramente para agradar a quienes deciden quién gana y quién pierde. Se incrementan los delitos de todo tipo: hay más homicidios en los meses recientes que en cualquier otra época; crecen los índices en robo de vehículos, de asaltos a casas habitación y en los medios de transporte, y parece que al único que le interesa es a Trump para justificar su absurdo muro y al secretario de la Defensa, que si bien tiene razón al condenar la corrupción y la impunidad, no dice nada de las armas que tan fácilmente se consiguen y que materialmente inundan nuestro territorio.

El canciller Videgaray, por su lado, en el callejón sin salida en que se metió por quedar bien con el gobierno del vecino del norte, declara muy orondo: en Venezuela se viola la democracia; por supuesto que no fue muy lejos por la respuesta y la canciller Delcy Rodríguez acaba con él y con el gobierno que representa echándoles en cara la falsificación de los comicios en nuestro país, los ataques a los periodistas mexicanos sospechosamente no resueltos, las desapariciones forzadas y la violencia imperante. ¿Dónde estaba Videgaray el 5 de junio? No se enteró de la compra descarada de votos, del fraude cibernético, la alteración del PREP y las demás artimañas que su partido y su gobierno usaron en Coahuila, estado de México, Nayarit y Veracruz.

El presidente mexicano no se queda atrás. Con motivo de la denuncia de The New York Times, de la adquisición por el gobierno mexicano del sistema más sofisticado del mundo para el espionaje telefónico, en una declaración improvisada y confusa, reconoce que hasta él mismo se siente espiado y exhorta a las autoridades que persiguen los delitos a que investiguen ¿a quienes espían a periodistas? No, a quienes han hecho falsos señalamientos en contra del gobierno.

La guayabera de oro en estos tiempos pierde sentido, es un premio anacrónico; la verdad es que nada fácil es hoy otorgarlo. Ni cómo escoger.

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