Antonio Turrent Fernández*
P
róximamente, el primer tribunal colegiado en materia civil del primer circuito tomará la decisión de sostener o no la medida precautoria provisional que ordena a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) abstenerse de otorgar nuevos permisos de siembra comercial de maíz transgénico a cielo abierto en México y de dar trámite a permisos, mientras proceda el juicio principal. Este juicio es producto de la demanda colectiva de carácter difuso y con pretensiones declarativas para proteger la biodiversidad del maíz nativo mexicano, admitida hace cuatro años. La decisión del primer tribunal colegiado es crucial, porque suspender la medida precautoria podría equivaler al triunfo definitivo de los intereses de la industria transgénica multinacional (ITM). Aunque sólo durara horas esa suspensión, se correría el riesgo de que el otorgamiento de los permisos ocurriera en cascada. Tal es así, porque la presentación de las solicitudes de siembra de maíz transgénico a escala comercial y parte de su procesamiento precedieron a la medida precautoria. Además, Sagarpa y Semarnat han litigado al lado de esos intereses multinacionales durante los cuatro años que ha durado la demanda colectiva, y no es improbable que ya existieran planes contingentes. Hay un escenario catastrófico en el que esos permisos permitieran que el millón y medio de hectáreas de siembra de maíz de riego de tipo empresarial, hasta ahora no transgénico, fuera sustituido por maíces transgénicos de manera irreversible, en un par de años. El argumento favorito-colonialista de la ITM es que sería mejor para México producir localmente los 11 millones de toneladas de maíz transgénico que se importan cada año. Esta es una verdad a medias que les ha funcionado con interlocutores poco informados. La producción empresarial de maíz no transgénico de riego de México ya opera cerca de su potencial productivo actual. Como es admitido por ambas partes, la tecnología transgénica no logra rendimientos mayores, por lo que la sustitución equivaldría a dejar de producir maíz no transgénico, habiendo de importar los mismos montos de maíz transgénico. No hay en el mercado internacional maíz blanco no transgénico para surtirnos.
La otra pata de la pinza de esta catástrofe sería que esa siembra masiva de maíz transgénico se convertiría en un par de años en fuente inagotable e irreversible de contaminación del maíz nativo mexicano y de sus parientes silvestres. Una vez consumada ésta, los maíces nativos y sus parientes silvestres llegarían a ser propiedad legal de los ITM.
¿Qué implicaría eso para la salud de los mexicanos que derivamos 53 por ciento de nuestra ingesta energética y 39 por ciento de la proteínica del consumo directo del grano de maíz? Como bien lo describe Silvia Ribeiro: tortillas envenenadas (La Jornada 26/10/17) citando estudios recientes de la UNAM y UAM, 90 por ciento de la muestra de la tortilla industrial consumida en nuestros centros urbanos, está contaminada con ADN transgénico y también en parte, con el herbicida glifosato y/o AMPA, su subproducto. Esto no debía de ocurrir; los mexicanos hemos creido la justificación de nuestro gobierno de que el maíz transgénico importado sería para uso industrial y forrajero y no para consumo humano. La producción nacional de maíz, toda no transgénica y apta para consumo humano es mayor de 23 millones de toneladas anuales, cifra superior en 50 por ciento a la ingesta posible digerible anual de 120 millones de mexicanos. No hay insuficiencia de maíz blanco normal para la elaboración industrial de toda la harina de maíz que los mexicanos podríamos consumir directamente como alimento. ¿Es por tanto la decisión de mezclar el maíz blanco nacional (no transgénico) con maíz transgénico para producir harina industrial de maíz una decisión voraz de mercado de nuestra industria?¿No sería esta una mala y hasta cruel decisión a plazo largo, equivalente a autodispararse en el pie? 1) Hay evidencia consistente de que el consumo de maíz transgénico y del glifosato causa daños crónicos-subclínicos, que como el tabaco, se manifiestan después de largos años de incubación. 2) Cada año, nuestros productores empresariales de maíz blanco normal batallan para vender su producto y hasta lo exportan. Sólo la población rural que autoproduce su maíz se alimenta con maíz no transgénico.
En menos de tres años podría terminarse y para siempre, el anhelo de consumir maíz normal, apto para consumo humano. ¡De ese tamaño es la responsabilidad que cargamos a cuestas todos: el Primer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito, Sagarpa, Semarnat, Ssa (Cofepris), la industria nacional de harina de maíz, la comunidad científica mexicana y los consumidores mexicanos!
*Miembro de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad. Investigador Nacional Emérito del SNI.
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