miércoles, 30 de diciembre de 2020

Al final, la esperanza


A

l finalizar este año, nodriza de males, ojalá y se pueda renovar la siempre frágil esperanza. Muy a pesar de que subsiste todavía en las peores calamidades, su reposición requiere cuidados adicionales.

No puede darse por garantizada y es tonto darla como supuesto. Hay necesidad de un acopio de voluntad para seguir en la molienda de frustraciones sin caer en derrotas totalizadoras.

Por muchos alegatos de imposibilidades presentes es factible encontrar resquicios de luz, aunque sean lejanos e intermitentes. Nada obliga a buscar la energía interna que impulse al movimiento hacia delante, pero es deseable intentarlo.

Hay, siempre, un motivo para hacerlo y también, una orilla donde llegar. No importa que la meta sea, en realidad, una etapa intermedia. Lo interesante, padre del parto consiguiente, lo aporta la continuidad del esfuerzo.

Este fatídico año para vidas y haciendas quedará inscrito como una mojonera del siglo. Al volver la vista, dentro de un tiempo prudente, se verá como un inicio de recuentos y siembra. Habrá sin duda algunas cosechas que levantar. El trabajo que se lleva a cabo, entre gobierno y mandantes, asegura buen tiempo futuro.

México y su pueblo saben y sabrán prevalecer a las muchas vicisitudes de su pasado y presente. Basta asomarse, aunque sea por encima del hombro al trajín ciudadano para reanimar ánimos. Las heridas que ha dejado la pandemia son de hondura y dolor profundo pero, sin duda, sanarán.

Se cuenta con los instrumentos que lo hagan factible. El fondo de la actitud es no cejar en la labor cotidiana. Y ver un poco más allá del duro conflicto de hoy y sus variadas durezas.

Finalmente, hay que reconocer, el mérito social y gubernamental para fincar, con determinación, las palancas de despegue. Lo que se decidió hacer durante este año de limitantes y encrucijadas, de enojos y diferencias, de cerrazones y alientos claros, no ha sido en vano.

El gobierno no ha cejado ni un solo instante en su cometido por los que más lo requieren. Los recursos se han canalizado, con prontitud y entereza, hacia donde apunta la justicia. Han ido, por entero, hacia la base de la pirámide y esta base sabrá responder a la dedicada tarea emprendida.

No hay por qué temer a las respuestas que se están dando por más crítica derrotista que se oiga por muchos lados. Se ha podido alentar el consumo y paliar la estrechez prexistente en la base de la pirámide. Se ha podido insertar viabilidad a la lucha cotidiana para la sobrevivencia y darle masiva continuidad a la esperanza.

Muy a pesar de herencias malhadadas en recursos y profesionalismo médico, el cuerpo de salud ha podido soportar y atenuar el feroz contagio del virus. Una vez paliada la emergencia, el aparato de salud podrá emprender su restauración interrumpida y, con certezas convenientes, finiquitar ambiciones y prometidas.

Es posible que este artículo sea visto como un manojo de deseos alejados de lo que sucede en la realidad. Se puede estar de acuerdo en buena parte de tal aseveración. Lo interesante es sacar a relucir aunque sea algo de lo deseable.

No hay por qué caer en el desamparo, o en el enojo, la búsqueda de culpables, la furia por las injusticias prevalecientes o el pleito a cuerpo entero. De eso hay muchos que ya se han ocupado. Ahora se requiere repensar lo que falta por hacer y encontrar dónde fincar la esperanza de renovación.

Las palancas para afirmar los trabajos venideros ya están instaladas. Los recursos financieros se pudieron encontrar y están visualizados los mecanismos para reponerlos. Se dudaba de su magnitud pero se han conseguido y continuará su proceso de búsqueda y encuentro.

Emplearlos en aquellos programas que han mostrado su tino y justicia: apoyos a los viejos, a las mujeres solteras, becas para los jóvenes estudiantes, discapacitados que podrán salir de sus arrumbados cuartos de olvido. Para los jóvenes que intentan construir su futuro hacen falta ajustes organizativos y extender la menguada comprensión empresarial.

Su puesta a tono requiere, ciertamente, de reciedumbre y visión alargada para obtenerla. El asunto educativo se concentró en rencauzar distorsiones y ahora espera arrestos de imaginación para su penetración popular. La infraestructura, concentrada en donde falta, impulsará al sureste y su adormecido potencial.

El rescate de la industria energética, una prioridad con categoría de seguridad nacional, bien puede consolidar su trayectoria para el desarrollo ascendente. En fin, estas y otras adicionales, serán las tareas que darán soporte a la esperanza de un pueblo que no ceja en su entusiasmo.

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