miércoles, 12 de octubre de 2022

Equilibrio y visión


A

medida que avanza el conflicto en Ucrania se decantan las intenciones de la propaganda, ya muy contaminada, que hoy impera. Es, verdaderamente, difícil proseguir las peripecias que van ocurriendo, casi a diario, aunque, por demás natural, en un conflicto donde se implican potencias mundiales. Para un país como México, situado en la llamada esfera occidental, lograr obtener información equilibrada es una tarea de tozudas dimensiones. No sólo nos afecta la cercanía con el principal implicado en este conflicto (Estados Unidos), sino que, a esta colindancia, se agregan otros factores.

Muchos de ellos, en conjunto, llegan a pesar tanto como el primero: la cercanía o sociedad e interdependencia. Otro factor que resulta de peso considerable, en ladear visiones respectivas, es la carga ideológica y de intereses internos de poder que el conflicto acarrea. Casi la totalidad de los medios masivos, a cargo de empresarios, siempre se alinean con los dictados de sus centros de atención. En particular los que emanan del liderazgo del norte. Al agregar las pasiones de columnistas y críticos mediáticos locales a esta maraña la situación se torna casi imposible de asimilar.

Es por esto que se tiene que hacer un esfuerzo adicional para lograr situarse, con la debida racionalidad, en el camino más cercano al razonado equilibrio. Bien podría, también, titularse como justa medianía, calificativo ahora acorde, no con el modo de vida, sino con la perspectiva de un observador externo o neutral, uno que desea orientarse de la mejor manera posible en medio de los grandes y pequeños intereses que se agrupan y confunden en el caso ucranio.

Para empezar, hay necesidad de irse un tanto atrás en el tiempo. Recordar la enredada sucesión de los hombres que han detentado el poder en ese país limítrofe entre, la Europa moderna y la inmensa Rusia de estos días de luchas globales. Una fila de limitados burócratas llegados al cargo máximo de Ucrania y que no han respondido, ni de cerca, a los intereses de sus ciudadanos. Poco importa, o cambia, que sean personajes como Leonid Kravchuk –el primero de ellos– que Leonid Kuchma, quien permaneció más tiempo en el cargo (1995 a 2005), o que sea Zelenzky un cómico arribista a cargo de aparecer en la pantalla. Ahí, en ese proceso sucesorio, pasó de todo, pero, básicamente, reinó (reina) la deshonestidad y el aturdimiento.

Los atentados por envenenamiento y el golpe de Estado fueron asuntos derivados de malos manejos, consejos equivocados y ambiciones desatadas. Fue, y sigue siendo, en verdad, una colección de mandantes que alcanzan, si mucho, la categoría de mediocres ejecutivos. Guías de su país que velan por su pueblo nunca han sido. Se entregaron en las manos de agencias estadunidenses para recibir consejos e instrucciones, inicialmente para operar la devastada economía. La debacle de la Unión Soviética los había dejado en la inopia en cuanto al manejo de su posición dentro del mundo posguerra fría. La manipulación para alinear a Ucrania con las visiones imperiales de los estadunidenses fue constante e irresistible.

Un evento de trascendencia se dio en 2014 al darse el golpe de Estado por fuerzas alineadas con protofacistas: el celebre batallón Azov fue insignia de tal actitud y sus drásticas maneras de operar. Y, a partir de ese año se desata una guerra interna, entre el poder central y las provincias habitadas por rusoparlantes. La represión fue y siguió siendo brutal por ocho largos años. En un intermedio de tal desorden y crímenes se dio la anexión rusa de la península de Crimea, mayoritariamente habitada por ciudadanos de origen, cultura y disposición rusa. Antes de tan controversial acto se habló de la disposición de integrar a Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Una política global dirigida por los centros de poder estadunidense para circunvalar a Rusia, sitiándola, desde el polo norte europeo, hasta la península turca. Este fue el detonador que hizo reaccionar al mando ruso e iniciar lo que llamó operación militar especial para evitar –con poco éxito– el estigma de invasión. La seguridad de Rusia, en verdad, se vio amenazada por la posibilidad de instalar bases militares de la OTAN en la frontera oriental de Ucrania.

Hoy, con las dos acciones terroristas, a cargo de agentes ucranios en suelo ruso y las masivas represalias de Moscú, el conflicto ha escalado de manera peligrosa para la paz mundial.

Ya se ha dicho en innumerables ocasiones: este conflicto es, en verdad, uno entre las pretensiones estadunidenses de castigar, severamente, la considerada como rebeldía rusa hasta sacrificar al último ucranio.

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