viernes, 21 de septiembre de 2018

Los desafíos de la transformación

Napoleón Gómez Urrutia
A
lo largo de mi vida he tenido la fortuna de haber convivido con muchos de los grandes líderes del mundo y eso reafirma mi satisfacción por estar de regreso en mi patria para participar desde el Senado y al frente del Sindicato Nacional de Mineros, una de las organizaciones más democráticas de México, en las tareas de la reconstrucción nacional y de la transformación económica, política y social hacia una nueva sociedad.
La tarea no es fácil o sencilla y menos frente al reto de cambiar el modelo de política económica impuesto y de eliminar un sistema generalizado de ineficacias, corrupción, desigualdad, pobreza e inseguridad que actualmente predominan en nuestro país. Esta etapa representa una lucha fuerte para eliminar las injusticias y la impunidad que se han convertido en los cánceres que actúan contra la mayoría de la población. Es decir, se requiere aplicar correctamente el estado de derecho y la justicia para dar certidumbre y rumbo a la estrategia de desarrollo de la nación.
En el mundo laboral, desde hace algunos años definimos que si el capitalismo se globalizaba, entonces los sindicatos y la clase trabajadora deberían también globalizar sus objetivos e internacionalizar su lucha por defender sus derechos y alcanzar mayor bienestar. De hecho, hay un lema común entre los miembros de las organizaciones sindicales, que dice una ofensa contra uno es una ofensa contra todos, lo cual refuerza la solidaridad en la lucha por la democracia, la libertad y la justicia, que a su vez generan mayor unificación a través de las fronteras.
Un reporte de expertos en Inglaterra determinó hace poco tiempo que las ocho personas más ricas del mundo poseían una fortuna equivalente a poco más de 50 por ciento de la riqueza global. Ese mismo estudio, no obstante que destaca la gran concentración del capital en muy pocas manos, subraya que a pesar de todas esas fortunas materiales existe un elemento humano del cual carecen dichas personas, y eso se llama solidaridad, que de acuerdo con Len MacCluskey –el secretario general de Unite, el sindicato más grande y poderoso del Reino Unido e Irlanda– es lo que circula con más fluidez en las venas de los sindicalistas a escala mundial.
Y es que hay más en común entre un trabajador de la industria manufacturera de Inglaterra y América Latina con un trabajador siderúrgico de Estados Unidos y Canadá y un minero del carbón de Australia que con cualquiera de los hombres más ricos del mundo. Los líderes democráticos representamos una nueva esperanza de cambio, porque estamos en lucha constante contra las injusticias y abusos que se cometen frecuentemente en contra de los derechos humanos y laborales de los más desprotegidos.
En México, los gobiernos de los pasados 30 a 40 años han desperdiciado muchas oportunidades que se presentaron para crear y fortalecer una economía sólida con base en estimular y fortalecer el mercado interno. Hoy estamos ante un serio conflicto del cual sólo podremos salir si todos aceptamos el cambio que está por venir y participamos de manera constructiva y optimista. Andrés Manuel López Obrador lo ha dicho muy claro: vamos por la cuarta transformación histórica de México. Sumemos esfuerzos para reconstruir la economía nacional sobre las diferencias o rencores que pudieran existir. La nación los necesita y el futuro de este gran país así lo está demandando.

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