Octavio Rodríguez Araujo
L
as izquierdas mexicanas, que quizá sería mejor calificarlas de centro-izquierda, no aprovecharon los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón para reconstituirse y convertirse en el o los partidos que exige la realidad nacional. ¿Qué ventajas tenían para beneficiarse con estos dos gobiernos? Sus obvias políticas en contra de la población mayoritaria y a favor del pequeño (pero poderoso) grupo de empresarios que, sin lugar a dudas, domina el país. Cuando el enemigo es más visible es más fácil para muchos identificarlo (con lo que no estoy diciendo que haya que votar por enemigos claros y evidentes para que la población los identifique más fácilmente, como llegaron a proponer algunos irresponsables en 2006). Y ambos gobiernos de derecha no podían ser confundidos por la población pese al uso desmedido de recursos mediáticos para que fueran aceptados. La prueba de ello estuvo en la votación obtenida por López Obrador en 2006 y en 2012, a pesar de la manipulación habida en ambos comicios.
Sin embargo, fue la candidatura del tabasqueño la que le dio la mayoría de los votos a las izquierdas y no la fortaleza de éstas (lo que no quiere decir que su apoyo institucional en ambas elecciones haya sido desdeñable). Ya lo he dicho, pero vale la pena repetirlo: el PRI sí supo aprovechar los errores panistas (y los de las izquierdas) y fue creando, sobre todo durante el sexenio calderonista, las bases para lanzarse a la Presidencia de México con la clarísima intención de ganarla; y la ganó, por mucho que cuestionemos los métodos de que se valió.
Las izquierdas, en cambio, y sobre todo el PRD, nos ofrecieron espectáculos bochornosos en más de un sentido, y luego, para completar el cuadro propusieron alianzas con el partido gobernante, del que debió ser la oposición más firme y vital. En el ABC de la política la oposición se opone, ¿por qué habría de ser tan difícil entenderlo? ¿Porque vieron el crecimiento y desarrollo del PRI y que podría ganar la elección presidencial en 2012? ¿Y qué hicieron para competir contra este PRI fortalecido? Nada o, si se prefiere, muy poco. De aquí que toda su historia y sus posibilidades como organizaciones de izquierda las tuvieron que subordinar a un candidato, éste sí de oposición, que había ganado (aunque no se lo reconocieran las autoridades electorales) la Presidencia en 2006 y, de paso, como si estuvieran viendo una avalancha que irremediablemente les caería encima, propusieron, para detenerla, una alianza con los panistas (que finalmente no se realizó).
En otros términos, las izquierdas no se pensaron como una oposición que, fortaleciéndose internamente, podría derrotar al PRI, sino que en una aritmética fácil sumaron sus probables votos a los también probables del PAN y concluyeron que así no ganarían pero impedirían que el PRI llegara a Los Pinos. ¿Y luego qué? Si en medio de las evidencias, sobre todo después de la elección intermedia de 2009, no pudieron ni quisieron reconstituirse (refundarse, dijeron), ¿por qué sí después con un PRI realmente reconstituido después del fracaso de 2006 con Madrazo como candidato y luego de sus triunfos electorales de entonces a la fecha?
Tal vez deban repensarse a sí mismas, qué son y qué quieren ser. Es probable que la
Mesa de izquierdistas y marxistas mexicanos 2012, convocada por nuestra querida Ifigenia Martínez y Francisco Estrada (secretario técnico de la comisión organizadora), proporcione algunas luces al respecto. Estas conferencias se llevarán a cabo los próximos 28, 29 y 30 de noviembre y su propósito fundamental
será someter a riguroso examen las necesidades de orden ideológico-político y estratégico en el horizonte inmediato del país y de cara a las grandes tareas históricas y a los grandes peligros y amenazas que México tiene para el futuro como nación...Entre muchas preguntas que requieren respuestas o aproximaciones válidas y realistas, la mesa nos plantea desde ahora las siguientes: ¿qué sigue para la izquierda en México? ¿Tiene futuro? ¿Cómo analizar y evaluar estratégicamente las alianzas tácticas con fuerzas antagónicas y aun con sus enemigos históricos? ¿Siguen teniéndose en todo caso los mismos enemigos de siempre? ¿Cuáles son los nuevos enemigos, en caso de que los haya? ¿Qué hacer con la socialdemocracia y con las visiones centro-progresistas? ¿Qué hacer con el nacionalismo y el nacionalismo revolucionario? ¿Es dable la unidad a toda costa entre las fuerzas de izquierda?
Si los participantes evitamos darles por su lado a los partidos involucrados en la convocatoria a estas conferencias, algo positivo tendrá que producirse, enriquecido sin duda con la intervención del público. La segunda de las preguntas mencionadas es, al mismo tiempo, importante y ociosa, pues es evidente que las izquierdas tienen futuro y que, aun para la derecha, son indispensables en una democracia incluso tan imperfecta como la nuestra. Bobbio diría que donde hay derechas hay izquierdas y viceversa, salvo en los regímenes totalitarios. El contrapeso de las derechas es y debe ser la izquierda, y esta verdad indiscutible históricamente se liga con la siguiente pregunta referida a los enemigos históricos de las izquierdas: las derechas, y de las derechas: las izquierdas. De aquí que proponer alianzas con esos enemigos históricos no es contra natura (pues no es asunto de este tipo ni tiene que ver, digamos, con la cadena alimenticia), sino simplemente se trataría de un contrasentido histórico. Si no lo fuera, ¿para qué existirían las izquierdas, y qué sentido tendrían aliadas con las derechas? Son los enemigos de siempre aunque cambien con el tiempo y las circunstancias: no sólo las izquierdas deben y tienen que cambiar (adecuarse), lo hacen también las derechas, aunque éstas sean renuentes a los cambios. Sus alianzas, y esto también es discutible, se justifican ante graves amenazas para ambas y para la nación, como ha ocurrido en algunos países europeos ante el avance de las ultraderechas, siempre más peligrosas que las derechas. En México no existe esta amenaza. Tenemos otros enemigos, de fuera y de dentro, razón por la cual las izquierdas mexicanas tienen que ser, además, nacionalistas, aunque sea sólo para defendernos de los males que nos ha provocado ya la globalización neoliberal.
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