El cuento de la lechera (VI)
Los beneficios
graduales
Reformas: la eterna espera
Carlos Fernández-Vega
E
n la sempiterna espera de que el gobierno federal concrete las incuantificables promesas de las últimas tres décadas, los mexicanos ahora reciben otra buena nueva: aprobada la paquetería reformista de 2013 (el
año de la siembra, el primero de Enrique Peña Nieto), los resignados habitantes de esta República de discursos deberán seguir formados en la fila, porque los
beneficios serán graduales.
Preparaos, mexicanos pacientes, que se trata de la sexta temporada del cuento de la lechera (versión
el México que todos queremos), en la que –al igual que en las cinco previas– todo se promete, todo se ofrece, pero nunca se cumple. Resulta que en esta puesta en escena estaba el inquilino de Los Pinos muy contento inaugurando un hospital en Axapusco, estado de México, cuando a sus oyentes dijo (se respeta sintaxis):
“Aquí hemos escuchado que en lo que va de poco más de un año y meses de esta administración, hemos dedicado nuestra atención a establecer nuevos pilares estructurales. Ustedes han escuchado, han oído hablar mucho de las reformas estructurales, y quizá con toda legitimidad y con toda razón se preguntarán: y eso qué va a significar para mí, cuál es el beneficio de estos cambios estructurales; éstos que el mundo reconoce, éstos que en muchos escenarios hay aprecio y reconocimiento a lo que México ha avanzado y ha logrado con estas reformas estructurales y, sin embargo, todavía aquí nos preguntamos: ¿y cuáles serán estos beneficios?
Y he señalado con toda precisión: los beneficios se irán dando de manera gradual, pero vamos a empezar a cosechar beneficios. Vamos poco a poco, año con año, a tener mayores beneficios, precisamente, por el impacto de las reformas que se han logrado. Son reformas que están orientadas, primero, a que el Estado tenga capacidad para atender la demanda social. Son reformas que se han hecho para que la población pueda contar con mejores servicios en distintos ámbitos. Son reformas que van a permitir generar mayor empleo en nuestro país y empleo mejor pagado, y esto se va a ir notando y se va a ir sintiendo gradualmente.
Para aquellos que la emoción no les permitía entender la esencia y el alcance reformista, el pedagogo Peña Nieto explicó:
es como en la construcción o edificación de cualquier vivienda. Para todos ustedes que han edificado o construido seguramente alguna vez su casa, recordarán que tener los cimientos de una vivienda, de una construcción, no significa que se tenga la casa; pero significa que se han edificado pilares muy sólidos, muy fuertes, que habrán de sostener una bella vivienda. Hoy, hemos hecho esa parte, la de construir los cimientos, para que sobre ellos edifiquemos una construcción de país, que ese es el país y esa es la gran vivienda que estamos construyendo todos los mexicanos, el México que todos queremos y anhelamos, que es esta gran casa de todos los mexicanos.
Como en toda puesta en escena, no faltó el amargado que lleva 30 años en la fila, quien recordó que, palabras más o menos, eso mismo dijeron y prometieron, sin resultado alguno, los cinco actores protagónicos que precedieron al actual. Y se preguntó: ¿por qué sería distinto ahora, toda vez que el discurso, las ofertas, el equipo que implementa las
reformas, los levantadedos en el Congreso, los partidos políticos, los empresarios, sus cabilderos, todos, son los mismos –segunda generación incluida– y pertenecen a la misma escuela que ha
gobernadoen las últimas tres décadas? ¿Qué lo hace diferente ahora?
Nadie hizo caso al vociferante, y el actor central siguió con el guión:
es la casa en la que queremos realmente existan condiciones de bienestar, de mayores oportunidades, especialmente para la juventud que va egresando de sus estudios técnicos, preparatoria, universidad, y que puedan incorporarse a la vida productiva, que tengan un espacio donde trabajar y donde tener ingresos dignos. Éste será el impacto de estas reformas. Y estoy seguro, estoy seguro que todos vamos a atestiguar que en el tiempo estaremos siendo testigos de este cambio importante que se va a empezar a apreciar en estos meses y años por delante.
Hasta ahora, en esta sexta temporada el cuento de la lechera promete, entre tantas otras cosas, lo siguiente:
mayores inversiones y mejores empleos; las familias mexicanas podrán sentir en sus bolsillos los beneficios de que nuestra economía vuelva a crecer a mayores niveles como no ha ocurrido en las últimas décadas; con esta gran oportunidad se habrán de crear cientos de miles de nuevos empleos; bajará el precio de la luz y del gas; nuestro campo se beneficiará con mayor producción nacional de fertilizantes; México tendrá mayor producción de alimentos y a mejores precios; las empresas tendrán más y mejor energía, podrán ser más competitivas, crecerán y podrán contratar a más personas y a mejores salarios; tendremos tecnologías de vanguardia; recuperaremos lo mejor de nuestro pasado para conquistar el futuro; aprovecharemos al máximo los recursos del país, y lo que se acumule.
Para no ir más atrás, van algunas perlas del cuento reformista de la lechera calderonista:
vivir mejor; reducir las tarifas eléctricas; aprovechar al máximo el potencial de nuestra industria petrolera y fortalecer a Pemex; empleo digno y bien remunerado; un mejor futuro para nuestros hijos; acceso a la educación de calidad; cobertura de salud de todos los mexicanos; más escuelas, medicinas, clínicas, hospitales, caminos, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda, preparatorias y universidades; una palanca de prosperidad que nos permita superar definitivamente la pobreza; dejar a nuestros hijos una nación más fuerte, más justa; un México más próspero y plenamente desarrolladoy muchísimo más.
Entonces, serenidad, no se angustien y con su voluminoso salario adquieran un mullido sillón para que su permanencia en la fila sea más placentera, pues los beneficios serán
graduales. Total, 30 años de incumplimiento reformista apenas es un guiño en la historia.
Las rebanadas del pastel
Alguien erró el tiro: al mismo tiempo que Luis Videgaray recibía en Londres el galardón como
ministro de finanzas del año a nivel global y en Latinoaméricaque le concedió la revista The Banker, en México el Inegi informaba que la economía nacional
mantiene signos de debilitamientoy que de enero a noviembre de 2013 apenas
creció1.09 por ciento, tres veces menos que en igual periodo de 2012. Entonces, ¿quién se equivocó: el instituto o la publicación?
Twitter: @cafevega
D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
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