Antonio Turrent Fernández*
P
róximamente, México cumplirá dos años sin siembra legal de maíz transgénico a cielo abierto, como producto de una orden judicial de
suspensión precautoria. La orden es temporal, mientras se dicta sentencia a la demanda interpuesta por 53 ciudadanos y 20 organizaciones de productores y consumidores mexicanos de maíz, en contra de Sagarpa y Semarnat y de varios consorcios multinacionales de semillas transgénicas. Ponderemos lo que la nación gana o pierde con esta encrucijada. Si la orden judicial se suspendiera aun por un tiempo corto, la Sagarpa expediría los permisos de siembra y el país entraría a un callejón sin salida y sin retorno, que no conduciría a la seguridad alimentaria actual ni futura.
El porqué del callejón sin salida y sin retorno. El tiempo que resta entre ahora y las manifestaciones severas del cambio climático (desastres por sequía, ondas cálidas, etcétera) es menor al de una generación humana. Los más de 200 millones de hectáreas cultivadas con transgénicos en el mundo no están protegidos contra esos eventos extremos. Ni lo estarán, como ya lo demostró el fallido evento transgénico de maíz
drought guardde Monsanto, que de poco o nada sirvió durante la sequía severa de 2011 en Estados Unidos. También fue visible en esa sequía que los maíces transgénicos
Bt, Roundup Readyy sus derivados sufrieron más por la sequía y rindieron menos que los maíces mejorados normales. El cambio climático lleva a la ingeniería genética comercial aplicada a la producción de granos a un callejón sin salida, cuyo fin es previsiblemente sombrío.
Un nuevo enfoque de la ciencia agrícola moderna. Éste pondera al cultivo de granos perennes como solución a la alimentación humana del futuro –bajo cambio climático–, por ser menos agresivo con los recursos naturales que los granos anuales. El cultivo perenne requerirá que la tierra sea roturada y sembrada sólo cada cinco o seis años. Los sistemas radiculares perennes, al ser más profundos y vigorosos, alcanzarán humedad y nutrimentos a mayor profundidad del suelo, y lo protegerán más contra la erosión. La cobertura vegetal del suelo será permanente, se aprovechará la radiación solar durante más tiempo, aumentándose la fijación biológica del carbono atmosférico y enterrándolo más profundo en el suelo, con sus raíces. El ahorro de energía fósil para roturar el suelo y para intensificar la producción será muy significativo en cuanto a la emisión de gases termoactivos. La cantidad de semilla para la siembra se reducirá drásticamente.
Los principales cereales anuales cultivados en el mundo: maíz, trigo, arroz, sorgo, mijo y algunas leguminosas comestibles, tienen parientes silvestres perennes cercanos, con los que se pueden cruzar, y adquirir y heredar sus caracteres valiosos. El carácter perenne está disponible en la naturaleza, siendo una ruta ya explorada y adoptada en la evolución de los ancestros de las especies cultivadas. Sin embargo, su herencia es compleja. La transformación del cultivo anual a perenne es un gran reto científico. A esta complejidad hay que añadir, por lo menos, las de otros caracteres críticos para la adaptación al cambio climático: las tolerancias genéticas a la sequia y a las temperaturas extremas. Los tres caracteres involucran a miles de genes cuantitativos de baja heredabilidad. La disponibilidad comercial de estos granos tardará entre 10 y 40 años, según su grado de dificultad y de prioridad concedida.
El reto ha sido enfrentado con éxito en algunos países, haciendo los cruzamientos requeridos con los parientes silvestres, y aplicando el mejoramiento genético clásico, auxiliado con marcadores genéticos moleculares. Estos países han dado prioridad a sus granos básicos. China ya logró liberar una primera variedad de arroz perenne, destinada a la producción de grano y a la protección contra la erosión en terrenos de ladera, mientras que en Australia se está en fase de liberación de la primera variedad de trigo perenne. El desarrollo de sorgo perenne está aún en etapa intermedia, en la que el zacate Johnson –muy conocida maleza a escala mundial– es un donante prometedor del carácter perenne (FAO, 2013, Perennial crops for food security. Proceedings of the FAO Expert workshop, Roma, Italia).
La transformación del maíz a perenne se ha intentado fuera de México. Está en su infancia, por falta de prioridad. El maíz tiene dos parientes silvestres perennes en México, que han sido explorados como posibles donantes del carácter perenne. Inexplicablemente, no se ha iniciado esa investigación en México. La perennización del maíz y de otros granos alimenticios claves como el frijol habría de figurar en la primera línea de las prioridades nacionales.
Se puede anticipar que la incapacidad implícita de la ingeniería genética comercial actual para resolver la tolerancia genética a las tensiones que acompañarán al cambio climático y la drástica reducción en la demanda de semillas para los granos perennes podrían llevar a los consorcios multinacionales de semillas transgénicas a su extinción, aunque no sin antes haber contaminado irreversiblemente a las razas nativas de maíz y a sus parientes silvestres. ¿Por qué tendría México que pagar este precio?
* Miembro de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, AC. Investigador Nacional Emérito del SNI, aturrent37@yahoo.com.mx
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