Los griegos dijeron “no” y los dueños de Europa impusieron un “sí”
Protesta hoy afuera del parlamento griego. FOTO: di_aten / Instagam.
Por: Redacción (@revistapolemon)
15 de julio de 2015. Hace menos de dos semanas celebrábamos (porque en el mundo lo celebrábamos) el triunfo de los griegos (no exactamente el de Grecia como país, sino de los griegos como ciudadanos). El gobierno, encabezado por la coalición de izquierda, Syriza, había convocado a un referéndum para que la gente decidiera si se aceptaba un plan de “rescate” hecho por los acreedores (banqueros, países ricos, especuladores, etcétera), o lo rechazaba. La gente decidió que no querían aceptarlo, quepreferían vivir pobres más no esclavos, más no humillados.
La gente salió a las calles a celebrar. El pueblo decidió. El pueblo ordenó. El pueblo mandó.
Sin embargo, algo pasó después.
Se suponía que Alexis Tsipras, jefe del gobierno griego, iría con los ricos de Europa y le diría lo que su pueblo le había mandato: que no querían vivir los griegos humillados, que no querían que lo poco que les quedaba de un estado de bienestar se los quitaran.
Tsipras llegó con los que se sienten dueños de Europa (gobiernos y banqueros de países ricos), y en poco tiempo obtuvo un acuerdo igual o peor que el que había rechazado su pueblo. Lo aceptó. Solamente faltaba que fuera, dicho acuerdo, aprobado por el congreso griego.
Hoy, ese congreso griego lo aprobó, y el pueblo, los griegos, comenzaron a protestar. Hubo choques violentos entre policías y gente que está enojada porque no se respetó el no que mandataron.
Y tienen razones para estar muy llenos de coraje: no quieren austeridad, es decir, no quieren que el plan de los ricos sean impuesto al gobierno griego porque eso significa que las ganancias que produzcan ellos, los griegos, se vayan no para los griegos, sino para los acreedores, para los bancos, para los especuladores.
Tsipras, que tiene aún apoyo muy amplio entre la población griega, y que tiene (aunque haya desilusionado a su pueblo) muy claro lo que está mal en la relación de la Europa rica con la Europa pobre, no pudo mantenerse y al final cedió, desobedeciendo lo que le había ordenado el pueblo, su pueblo.
Dijo al respecto: “Asumo mis responsabilidades por todo error que haya podido cometer. […] Asumo la responsabilidad de un texto [el acuerdo aceptó] en el que no creopero que he firmado para evitar un desastre para el país”.
Queda claro que los ricos de Europa (encabezados por Angela Merkel, presidenta de Alemania) amenazaron a Grecia y a Tsipras. Los expulsarían de la zona Euro, les harían la vida imposible, los dejarían pobres, los macharían, los humillarían hasta la saciedad y después los seguirían humillando. Eso queda claro.
Y eso demuestra, sin duda, la furia de esos ricos contra quienes deciden decirles no. Ellos, los que se sienten dueños de Europa y a veces del mundo entero, no se tientan nunca el corazón. Para ellos está claro lo que deben hacen, su misión: que el capital fluya, y que la gente se joda.
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