La reforma del DF
La trampa está tendida
El regreso del PRI
Miguel Ángel Velázquez
N
o podía ser de otra manera: el PRI regresará a gobernar el aún Distrito Federal mediante un acuerdo, es decir, no por la voluntad de sus habitantes, sino por una decisión tomada entre PRI, PAN y PRD, que permitirá que la asamblea constituyente, la que impondrá las reglas de convivencia para esta capital, quede dominada por esa organización política.
El PRI, que apenas logró 17 por ciento de la votación en las pasadas elecciones en la ciudad de México, sólo tendría 11 diputados al constituyente, siempre que se repitiera el escenario de la elección pasada. Pero además, en el caso de los que serán designados, los tricolores, que tienen la mitad de los escaños en el Senado, podrán designar a otros siete, y, como son la mitad de los diputados, obtendrían siete más. ¿Ya hizo usted sus cuentas? Le digo esto porque aún falta incluir los seis que designará Enrique Peña Nieto.
Así, sin dejar que los números nos mientan, el PRI tendría 31 diputados a la asamblea constituyente, la tercera parte del total, lo que significa que tendría derecho al veto, es decir, las leyes que se voten deberán obtener una tercera parte de los sufragios en favor, y si no se tienen los votos priístas, pues la ley no pasa y se acabó.
La trampa, pues, está tendida. Los ciudadanos de esta ciudad no estarán representados en la asamblea que elabore las leyes que rijan su vida, según los datos que se muestran arriba y que salieron de los estudios que realizó el senador Mario Delgado, quien también advierte que Morena, la organización política que encabeza Andrés Manuel López Obrador, y que obtuvo un triunfo importante en las pasadas elecciones, no tendrá representación proporcional y será ninguneada por los acuerdos entre PRI, PAN y PRD.
Nadie sabe, o nadie quiere decir, por qué el Gobierno del Distrito Federal cedió ante el PRI, que ni siquiera aceptó que la nuevecita ciudad de México pueda decidir cómo y por cuánto se puede endeudar, es decir, se queda tal como está, así que la reforma no alcanza para tal autonomía y quien no tiene la decisión sobre sus deudas no es libre ni tantito.
Entonces, lo grave no es que el PRI esté sobrerrepresentado, sino lo que, cargado absolutamente a la derecha, significa en esa asamblea constituyente, y eso, traducido al ejercicio político, se llama gobernar. No, no administrar, gobernar, lo que quiere decir que ellos, los priístas, decidirán qué es lo mejor para la ciudad de México, lo que es garantía de retroceso.
Sí, lo mejor de todo esto es que creada la reforma esta se puede modificar en todo lo que pudiera ir en contra de los ciudadanos de la capital, y si no existiera, pues nada sería posible. Por lo pronto, hay un terrible signo de debilidad del gobierno citadino ante el PRI, y eso se refleja en las reglas impuestas para la creación de la asamblea constituyente, porque una cosa es que desde el gobierno se hubieran hecho propuestas más justas, como la elección popular de todos los integrantes de ese congreso, y otra que se acepten las reglas que impone el PRI desde Los Pinos y desde las cámaras. Eso se llama debilidad.
Ya hay reforma, aunque la propuesta tenga que viajar por todo el país para obtener el aval de 16 congresos estatales y se promulgue como ley. Pero no debemos festinar mucho: en manos del PRI la reforma puede ser muy regresiva e incluso podría restar libertades a los ciudadanos, porque los priístas son capaces de eso y tal vez más. Lo malo es que todavía hay muchos que no lo entienden. ¡Aguas!
De pasadita
Otra de las sorpresas que nos dará la reforma es la redistribución de lo que hoy se conoce como delegaciones políticas. Nos dicen de buena fuente que cuando menos Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Álvaro Obregón sufrirían modificaciones. Por ejemplo, se tiene previsto que Iztapalapa se divida en dos y hasta en tres alcaldías. Alguna, cuente usted con ello, se la darían al PRI. Así que otra vez: ¡aguas!
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