jueves, 21 de abril de 2016

La ficción de los independientes

Octavio Rodríguez Araujo
H
ay quienes insisten en hacerse tontos solos. Un candidato independiente, suponiendo que de verdad existiera, sería tan independiente como quisiera serlo si se lanza a una campaña electoral sin partido o con partido. El instituto político es un facilitador de logística y recursos para cualquier aspirante. No mucho más que esto.
Si los partidos políticos se parecen entre sí, como ha sido demostrado desde los años 90 del siglo pasado por gran cantidad de autores, es por algo: para ganar votos. En estos tiempos la única diferencia importante entre partidos electorales es si son proneoliberales o antineoliberales. Ningún partido propiamente electoral, es decir competitivo, es anticapitalista y socialista. Si lo fuera tendría altas probabilidades de perder, pues la pluralidad de la sociedad, cada vez más individualizada, ha dejado atrás las propuestas de clase que fueron muy efectivas en el pasado. Y dicha pluralidad le otorga un peso mayor al centro de la geometría política, centro derecha o centro izquierda. Los partidos de centro derecha suelen ser defensores del neoliberalismo, los de centro izquierda se oponen a éste aunque frecuentemente terminan por adoptar, en el gobierno, ciertas políticas que corresponden al modelo que rechazaron en su campaña.
Los llamados candidatos independientes no son tales: unos son cartas ocultas en la manga de los partidos para competir en dos pistas, la propiamente partidaria y mediante sus candidatos disfrazados de independientes; otros son ambiciosos que no lograron ser abanderados de sus institutos políticos; otros más son ególatras que con tal de aparecer en los medios se presentan como candidatos sin partido para escribir en su currículo que fueron aspirantes a tal o cual cargo y, finalmente, los hay que son jugadores y compran su billete de lotería con la idea de que si no ganan tampoco pierden. Reforma publicó el miércoles una lista de independientes para los próximos comicios y señaló: diez candidatos sin partidos competirán este año en las elecciones para renovar gubernaturas en el país. La mayoría de ellos provienen de las filas de PRI, PAN y PRD, e incluso algunos tienen en su historial la militancia en dos partidos. Otra característica que comparten varios de los aspirantes es que poseen empresas en sus patrimonios.
Jorge G. Castañeda, quien ya ha aspirado a la presidencia del país como independiente (2006), ha declarado a El Universal (20/04/16) que va otra vez por el más alto cargo político nacional. Él ha sido militante del Partido Comunista, luego dio un giro hacia la derecha y apoyó a Vicente Fox para ocupar Los Pinos. Con el guanajuatense fue secretario de Relaciones Exteriores por tres años, sin haber hecho un buen papel.
Por quién sabe qué razones hay gente que de verdad cree que los que se dicen independientes lo son. Nada más falso. En política y sobre todo en elecciones no hay independientes: éstos, para competir, forman un partido que no se reconoce como tal, es decir, una organización de seguidores o simpatizantes que realizan las mismas funciones que quienes, desde los institutos políticos, se encargan de establecer las condiciones para que su abanderado pueda moverse en el país o en un estado, para los mítines (sonido y acarreos incluidos), para elaborar la propaganda, para conseguir recursos económicos y logísticos, para etcétera. Es decir, lo mismo que hace un partido pero con menos fondos públicos que, por cierto, también obtienen al registrar su candidatura.
No estoy en contra de que una persona quiera ser candidato(a), está en su derecho. Lo que me parece una aberración es que quieran convencer de que son independientes y con esta etiqueta impolutos, honrados, buenas personas, casi arcángeles.
¿Cómo va a ser independiente alguien que la semana pasada sale de un partido para registrarse como tal? Y, por otro lado, ¿qué tiene de reprobable militar en un instituto político? ¿Deja de ser ciudadano por pertenecer a una organización política legal?
Un partido, parece olvidarse, es una organización formada por ciudadanos (pertenecientes a la sociedad civil, valga la redundancia) y representa a una parte de la población. Quien se afilia a uno lo hace porque tiene ciertas coincidencias con él, no totalmente, pues cada cabeza, como dice el refrán, es un mundo. En los tiempos que corren la afiliación es voluntaria; muy pocos son afiliados corporativamente en la actualidad. Por lo mismo, quien se adhiere a un partido igual se desafilia y se va a otro o a su casa a hacerse ilusiones de una candidatura independiente, pero esa persona es la misma y en uno u otro partido, o en ninguno, tiene intereses y mezquindades por más que diga que lo hace para servir al pueblo o, por lo menos, a quienes lo eligen (lo cual es falso también, pues legalmente si es presidente lo es para toda la nación, igual que si es diputado federal, si es gobernador debe serlo para su estado, etcétera).
Si los políticos, con o sin partido, dejaran de mentir… Si los olmos dieran peras…

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