Leopoldo Santos Ramírez
M
orena y Andrés Manuel tienen bien agarrado al sistema electoral de la parte más sensible de la estructura del Estado y más les vale no soltarlo ni por un momento. El ambiente social está listo para favorecer las iniciativas que el tabasqueño y Morena decidan, por lo que no deben titubear. Como en toda la nación, en la población del estado de México hay indignación y hartazgo por el fraude, pero ese descontento debe ser encauzado sin tregua al adversario por un tiempo largo. Por supuesto, no se trata de algo fácil, pues como en otras ocasiones de su vida política, Andrés Manuel se encuentra en una tormenta perfecta ante el desafío de los poderes gubernamentales, de los partidos de derecha y de los poderes fácticos empeñados en casi dos sexenios en negarle, a costa del desprestigio de esos mismos poderes, el acceso legítimo al poder por medio del voto ciudadano, así sea esta vez con Delfina Gómez, ganadora de los comicios en el estado de México.
La diferencia con lo que pasaba anteriormente es que ahora la misma estructura de poder está seriamente fracturada y la recomposición de la alianza PRI y PAN, industriales, patrones financieros e incluso la alianza con Estados Unidos se está tornando más difícil hasta casi el punto de no retorno, sobre todo porque el gobierno de Trump ha entrado en la zona gris de su posible destitución, y aun si ésta no ocurriera su gobierno desde ya no puede desplegar su política prefascista con la facilidad que había previsto. Esta situación debilita a la derecha mexicana (en un intento desesperado Margarita Zavala se entrevistó con John McCaine, senador republicano por Arizona, para advertirle del supuesto peligro de Morena en el estado de México). Buscar apoyo en el extranjero no es nuevo en el PAN, durante años trajo votantes mexicanos de Estados Unidos en sus confrontaciones por las gubernaturas en los estados norteños y en 2006 contó con el auxilio de las trasnacionales que otorgaron permiso a sus trabajadores mexicanos en Estados Unidos para venir a votar contra López Obrador.
Pero el factor determinante de la debilidad de la derecha nativa es el comportamiento de la economía y la política de restricciones contra los programas sociales, la escasez de empleo, la falta de oportunidades y la depredación con la que están acabando el patrimonio nacional. Es decir, en la población hay una conciencia primaria de lo que está ocurriendo con los recursos materiales e inmateriales de su patrimonio, pero requiere de un discurso político único que le permita dirigir su energía al objetivo concreto de cambiar de rumbo el destino del país. El hecho de un nuevo conflicto electoral del que no puede rehuirse la confrontación constituye una de las mejores oportunidades para Morena, pero igualmente para la izquierda y las fuerzas populares y democráticas. Es decir, el fraude está desafiando no solamente a Morena, sino al conjunto de fuerzas que propugnan legítimamente por un país con democracia o de democracia real. En la elección Morena demostró que la mayoría de los mexiquenses votaron por un cambio y que repudian al PRI y al PAN por igual, por eso los morenistas como primera instancia tienen el recurso de esas bases. Esto nos lleva a las fuerzas que permanecen a la expectativa y deben ser alertadas, pero también alentadas, incluso, me atrevo a decir, politizadas; sindicatos, gremios, partidos marginados, universitarios, EZLN, intelectuales y movimientos populares deberían entrar a la contienda con las tradiciones populares de izquierda, ganando la calle, manifestándose en plantones, bloqueos intermitentes y haciendo presencia de protesta frente a la prensa electrónica y la impresa que no permiten la equidad y la libertad de expresión en sus medios, a pesar de la ley de comunicaciones. Resultaría paradójico que ahora la derecha panista logre robar las consignas de voto por voto y casilla por casilla, gane las calles de Coahuila con el apoyo de morenistas mientras en el estado de México se deje en manos de los órganos electorales el destino de esta elección.
Si bien desde la izquierda Andrés Manuel ha recibido críticas por algunas de sus posiciones erráticas, no es hora de volver sobre esas cuestiones sin antes apoyar las demandas de recuento de votos y de limpiar la elección mexiquense, a todas luces fraudulenta. Sectores oportunistas de los partidos hegemónicos empiezan a hablar de
un bloque opositor, construido sin Morena ni López Obrador, tal como en estas páginas se consignó en una entrevista con Javier Corral, gobernador de Chihuahua, planteando prácticamente la rendición de la izquierda, como si los votos del PAN y los suyos propios no hubieran servido a las causas priístas. Es importante reconocer que mientras el país se hundía en la desidia y el desencanto provocado por la hegemonía neoliberal el único político activo, contestatario ha sido López Obrador con todas las deficiencias que podamos abonarle. Por eso no es casual que uno de los mejores analistas de la política mexicana, en su más reciente libro, después de someterlo a un análisis crítico sin concesiones haya dicho de él lo siguiente:
No hay ningún otro político en México que sea capaz de convocar masas para salir a las calles, ni en la izquierda alguno con mejor posicionamiento para las elecciones presidenciales de 2018(Encabronados, 2017, editorial La neta mexicana, pág. 170). El libro es autoría de Julio Hernández López y, por supuesto, recomendadísimo.
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