Enrique Calderón Alzati
A
l iniciar las campañas políticas de 2018, la figura de Andrés Manuel López Obrador constituye hoy la única opción posible para lograr el cambio que nuestro país necesita, luego de treinta seis años de gobiernos neoliberales, dedicados al pillaje, a la enajenación del patrimonio nacional, a la alteración de la Constitución y a la destrucción del país para el beneficio de unos cuantos, con una sucesión de presidentes en la que cada uno de ellos ha resultado más alejado que el anterior de las aspiraciones, problemas y necesidades de la población.
Su posicionamiento como el candidato más conocido y con mayores simpatías e intenciones de voto, al inicio formal de las campañas electorales por la presidencia de la Republica, se deben, sin lugar a dudas, a dos factores principales, el primero es el hartazgo generado por las acciones, escándalos y engaños del actual gobierno, como continuación y agravamiento de problemas que han convertido a México en un país de violencia extrema, en el que los gobernantes están por encima de las leyes y la corrupción aflora en todas las acciones del gobierno. El segundo factor ha sido su empeño y constancia en el esfuerzo por recorrer el país y crear un movimiento capaz de generar el cambio que México necesita, replicando los esfuerzos realizados por Cuauhtémoc Cárdenas más de 20 años atrás.
De manera natural, ello ha generado en las semanas recientes una campaña de descalificaciones que lo presentan como un político igual de corrupto que sus contrapartes en los demás partidos y, así mismo, instigar el miedo de la población asegurando que, de llegar él al poder, México se convertiría en automático, en un país como Venezuela, suponiendo de manera equivocada que nuestro pueblo debe quedar espantado ante la posibilidad de vivir en un infierno como el que hoy dicen que vive ese país, que en realidad lucha por salir adelante, luego de años de vivir bajo la férula de una casta de parásitos bastante similar a la que hoy gobierna nuestro país que, dicho sea de paso, pareciera llevarnos a un escenario similar al impuesto por Augusto Pinochet hace poco menos de 50 años, del cual no estamos lejos cuando tomamos en cuenta la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa y la absurda ley de seguridad nacional, ordenada por el presidente y aprobada por el Congreso, no obstante los señalamientos de la Organización de las Naciones Unidas y de los organismos nacionales e internacionales de derechos humanos.
Sin embargo, existen otras críticas, quizás más preocupantes por ahora, que provienen de personajes de la izquierda, incluyendo a varios articulistas distinguidos de nuestro diario, con argumentos que debieran ser tomados en cuenta y discutidos ampliamente por el mismo López Obrador, relacionados todos ellos con personas y grupos que han tenido roles importantes en algunos de los gobiernos neoliberales del pasado reciente y que ahora el candidato de Morena ha presentado como parte de su equipo de trabajo, o al menos de su alianza política para la campaña de 2018 por la presidencia, y a los que debemos agregar también la falta de acercamiento con otros grupos, como el de los indígenas representados por María de Jesús Patricio Martínez, elegida como representante del Congreso Indígena y candidata también a las elecciones, así como el movimiento encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y otros líderes reconocidos de la izquierda mexicana, los cuales representan muchos más votos posibles y simpatías que los que pueda aportarle el Partido de Encuentro Social (PES), relacionado con grupos religiosos evangélicos de extrema derecha y en algunos puntos afines al actual gobierno de Estados Unidos. Estos posicionamientos críticos parecieran tener bases sólidas e invitan a hacernos cuestionamientos en torno a las aportaciones de los personajes designados por López Obrador como posibles miembros de su gabinete, entre los cuales destacan también personas idóneas para apoyarle en su misión de gobierno, destinado a cambiar el futuro del país.
Estando de acuerdo con los planteamientos críticos de Luis Hernández Navarro, de Pedro Miguel y de Octavio Rodríguez Araujo, entre otros, considero que difícilmente podemos coincidir en todo lo que pueda proponer y hacer López Obrador o cualquier otro candidato, si tenemos una capacidad mínima de pensamiento crítico y análisis de las diferentes opciones que como ciudadanos tenemos para las elecciones de 2018; por mi parte, considero que él, López Obrador, es el único que nos ofrece la posibilidad de terminar con los gobiernos neoliberales, caracterizados por sus niveles de corrupción, de desprecio al pueblo y al país que gobiernan y de entrega de los recursos que conforman nuestro patrimonio nacional, como características principales de esos gobiernos.
Por ello, pienso en la necesidad que tenemos de votar por él, considerando que luego vendrán tiempos de discusión en los que podamos todos ponernos de acuerdo, en relación con lo que nos parezca equivocado o perfectible. Esta ha sido y es parte de la lucha que debe existir en los países democráticos, pero primero tenemos que convertirnos en uno de ellos y eso es imposible de lograr mientras el PRI y el PAN con sus partidos satélites sigan manteniéndose en el poder; 36 años de esto debieran sernos suficientes para entender lo que podemos esperar de ellos.
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