viernes, 22 de diciembre de 2017

México SA

Empleo de ínfima calidad
Economía: círculo vicioso
Alza de precios, a galope
Carlos Fernández-Vega
P
ues nada, que en el sexenio del empleo (Peña Nieto dixit) las constantes, como en administraciones anteriores, han sido los bajos salarios, la informalidad y la debilidad social del modelo económico al que el grupo en el poder se aferra, no obstante el constante deterioro nacional.
En el gobierno peñanietista se dan por satisfechos, pero, como bien lo subraya el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), “el mercado laboral mexicano refleja la realidad económica social del país: las entidades federativas que mantienen la mayor proporción de personas ocupadas que no reciben ingresos y con ingresos de hasta un salario mínimo, corresponde con los estados con mayor pobreza y mayor informalidad.
Bajos salarios, pobreza e informalidad es el denominador común de las entidades federativas con los mayores rezagos estructurales del país: Chiapas, Oaxaca y Guerrero. Los tres encabezan la lista de pobreza con 77, 70 y 64 por ciento de su población en tal condición, respectivamente, lo cual además coincide con los estados que mantienen una mayor proporción de personas ocupadas sin ingresos o con ingresos de hasta un salario mínimo, al igual que los porcentajes más altos de informalidad laboral: 82, 81 y 80 por ciento, en cada caso.
En su más reciente análisis, del que se toman los siguientes pasajes, el IDIC advierte que el círculo vicioso de una economía que no crece a tasas superiores al promedio de las pasadas tres décadas tiene como residual una población que tampoco puede permitirse incrementar su nivel de bienestar. La creación del empleo es fundamental; sin embargo, no es suficiente, también es importante su calidad, y ésta brilla por su ausencia. Los resultados económicos han privilegiado la generación de un entorno que ha sido catalogado como estable, pero donde las condiciones generales de su mercado laboral no reflejan el nivel de bienestar que debería alcanzar la economía número 15 del mundo.
En una economía donde 62 por ciento de la población ocupada no cuenta con acceso a instituciones de salud (seguridad social) y 42 por ciento tiene un ingreso laboral inferior a la línea de bienestar mínimo, existe un vórtice de precariedad laboral que vulnera la consolidación de un mercado interno sólido y la estabilidad del tejido social. ¿Puede ser estable una economía con estas condiciones en su mercado laboral?
La informalidad y los bajos salarios permiten entender por qué aun cuando ha existido un escaso crecimiento de la economía, la tasa de desocupación se mantenga en bajos niveles. Ello tiene un efecto permanente sobre la capacidad de consumo de la población, fruto de la disminución en el poder adquisitivo de sus salarios y de no recibir las prestaciones laborales mínimas necesarias.
Lo anterior genera un círculo vicioso de precarización social, afectando también al crecimiento económico de México, restringiendo el desarrollo del mercado laboral formal al generar un entorno paralelo, donde existen condiciones salariales y de prestaciones frágiles.
Los bajos salarios no sólo están vinculados con la situación de pobreza; la informalidad es otro ángulo de la precariedad laboral. La magnitud de la población en condiciones de informalidad es más de la mitad de la ocupación, casi 30 millones de personas; es decir, 57 por ciento del empleo se encuentra fuera de la formalidad y en algunos estados del país la cifra llega a ser superior a 80 por ciento, lo cual permite explicar además por qué más de la mitad de las personas ocupadas no tiene acceso a seguridad social y que además dos de cada cinco de las personas ocupadas mantengan un ingreso que no le permite alcanzar un bienestar mínimo. Lo delicado es que este contexto se presenta en un entorno económico que no refleja un indicio de crisis, por lo que más bien refleja una realidad estructural del mercado laboral.
El círculo vicioso queda explicado por el aumento del denominado empleo precario; es decir, por aquel trabajo desempeñado tanto en la economía informal como por aquel realizado sin recibir las prestaciones sociales mínimas de bienestar. Si bien podría pensarse que, en una primera etapa, este tipo de empleo permitió que los trabajadores encontraran una fuente de ingresos para mantener a sus familias, en el largo plazo las implicaciones a nivel macroeconómico son negativas, debilitando la capacidad de un mercado interno sólido.
La cuestión es que dichas variables sintetizan la debilidad de la política económica mexicana durante las últimas tres décadas: no ha existido un periodo durante el cual se pueda mantener una dinámica vigorosa que no sea precedida o no termine en una recesión económica, o bien periodos prolongados de crecimiento de sólo 2.5 por ciento. Por tanto, uno de los aspectos que deberá tomarse en cuenta en los siguientes años es el de fortalecer las condiciones del mercado laboral mexicano, de sus remuneraciones y prestaciones.
Esta realidad muestra que en el país no sólo debe existir preocupación por la creación de empleo; su calidad también es relevante, de ello depende el nivel de ingreso, la seguridad social e incluso la estabilidad familiar. La creación de empleos no es suficiente cuando se tiene que de los 52 millones de trabajadores sólo 5 por ciento puede acceder a ingresos superiores a cinco salarios mínimos. De esta manera, la generación de oportunidades laborales se ha concentrado en los estratos de ingresos más bajos y con menores prestaciones.
Pero en Los Pinos se autorreconocen como el sexenio del empleo.
Las rebanadas del pastel
¿Y dónde quedó el compromiso de reducir la inflación y retomar los niveles aceptables? Ello, porque en la primera quincena de diciembre el índice (oficial) de precios al consumidor se incrementó 6.69 por ciento en términos anuales, la mayor cota desde mayo de 2001. Y el resultado fue peor en términos de canasta básica (la que consume la población de menores ingresos), pues sus precios aumentaron 9.52 por ciento (3.4 veces más que en 2016)… Con su reforma fiscal, una vez más el salvaje de la Casa Blanca, Donald Trump, pone a parir a sus amigos y socios del gobierno de EPN (quienes, como perros falderos, han hecho un denigrante papel en la ONU), y el primer efecto visible y sensible es que el tipo de cambio en ventanilla bancaria trepó hasta 19.87 pesos por dólar (en Scotiabank). Todo pinta para un 2018 bastante agitado y caliente, en el que se combinarán factores políticos, económicos y sociales. Agarraos, pues.
Twitter: @cafevega

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