México: mediación en Venezuela
/ Maduro la acepta // Polevnsky y el PRIMor
/ AMLO elogia a Fayad
Julio Hernández López
▲ SE INVESTIGAN DESVÍOS EN SEDESOL Y SEDATU. La FGR abrió 23 expedientes sobre la probable participación de 64 ex funcionarios de Sedatu y Sedesol en el desvío de $800 millones durante la gestión de Rosario Robles, informó ayer el fiscal Alejandro Gertz Manero.Foto José Antonio López
C
uando la diplomacia mexicana gozaba de consolidado respeto pudo ayudar, mediante labores de mediación, a atemperar o evitar las aristas más explosivas o violentas de conflictos internacionales. El desplome de esa diplomacia, marcadamente durante los gobiernos de mala catadura que encabezaron Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, colocó a México como sirviente de intereses estadunidenses, sin mayor reconocimiento en Latinoamérica y el mundo.
Es ejemplo de esos momentos brillantes de mediación el Grupo Contadora (nombre tomado de la panameña Isla Contadora, donde se realizó la primera reunión de trabajo), que fue creado en 1983, con Miguel de la Madrid como presidente de la República y Bernardo Sepúlveda como canciller, para tratar de restablecer la paz en Guatemala, El Salvador y Nicaragua (con impacto nicaragüense en parte de Honduras), mediante una acción concertada de Colombia, Panamá y Venezuela, con México como pivote.
La recuperación de la doctrina Estrada (postulada en 1930 por el mazatleco Genaro Estrada, quien era secretario mexicano de relaciones exteriores durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, en pleno maximato callista) ha permitido al gobierno de López Obrador (a pesar de la andanada de descalificaciones de sus adversarios políticos, en especial la derecha que está en fase histérica contra Nicolás Maduro) la recuperación de la capacidad de incidir positivamente en coyunturas delicadas como la que hoy se vive en Venezuela.
Las graves consecuencias que podría generar la escalada golpista impulsada desde Washington y secundada por buena parte de los gobernantes sudamericanos, con el brasileño Bolsonaro como entusiasta ariete, podrían frenar provisionalmente o conjurarse si avanza la propuesta de negociaciones políticas que han lanzado México y Uruguay, al formular
un llamado a todas las partes involucradas, tanto al interior del país como al exterior, para reducir las tensiones y evitar una escalada de violencia que pudiera agravar la situación. La posibilidad de establecer un diálogo con sus opositores, encabezados por el autoproclamado Juan Guaidó, fue aceptada por Nicolás Maduro, quien así respondió a los gobiernos de López Obrador y el médico Tabaré Vázquez:
Les digo públicamente que estoy de acuerdo.
Ayudar al diálogo y tratar de evitar un conflicto que podría involucrar fuerzas expansivas de varios continentes es un objetivo más importante que la simple suma de México al conjunto de países latinoamericanos que en consonancia con la Casa Blanca han desconocido al gobierno de Nicolás Maduro, criticable y lesivo en varios aspectos, pero no al grado de promover y aplaudir un acto más de intervencionismo estadunidense. Sin embargo, la búsqueda desesperada de banderas políticas por parte de la oposición a López Obrador hace que ignoren la importancia de esta posibilidad de mediación, en aras de eventuales réditos forzados e inmediatistas.
En la confesa era del PRIMor (PRI y Morena), que tan dulcemente suena a los oídos de la presidenta formal del actual partido hegemónico, Yeidckol Polevnsky (ella dijo, al explicar el empuje de Morena para que un priísta gobierne de manera interina Puebla, que sonaba mejor PRIMor que PRIAN, añadiendo consideraciones muy reivindicativas para el priísmo), el presidente López Obrador elogió a un ejemplar prototípico del priísmo, el gobernador hidalguense Omar Fayad, ante los demás mandatarios estatales que se reunieron con el titular del Poder Ejecutivo federal durante una sesión extraordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública. Según eso, Fayad habría tenido un comportamiento ejemplar durante la crisis de Tlahuelilpan.
Los acercamientos del morenismo al PRI tienen, entre otros objetivos, el de aislar aún más al Partido Acción Nacional y, en lo legislativo, conseguir votos de tres colores en pro de la Guardia Nacional conforme la desea López Obrador, con todo y el artículo transitorio que tantas objeciones ha generado.
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