Luis Linares Zapata
E
l acierto definitorio en las campañas electorales de AMLO –mafia del poder– se encontró, por fin, sin la tersa sábana que la cubría. Por largos años se mantuvo en la semioscuridad. Muy a pesar del repetido señalamiento y acusaciones continuas del entonces candidato presidencial, carecía tal mafia del cuerpo suficiente para presentarse frente a la sociedad. De pronto, quedó al descubierto y sin tapujos que la disfrace o desfigure. Ahí los ha situado ahora el trabajo del encargado de la investigación hacendaria, Santiago Nieto. Al describir los flujos del dinero para realizar el fallido documental llamado Populismo un chorro de luz iluminó los rostros de los autores de fondo. Aparecieron entonces los patrocinadores financieros junto a los operadores. Varios con cartilla de integrantes de esa mafia. La investigación llevada a cabo, los describe en plena intentona de sabotaje durante la última competencia electiva de 2018. Ahora, muchas de las tortuosidades acontecidas antes de las votaciones encuentran su lugar y explicación.
No era la primera vez que lo hacían estos personajes de la élite económica. Durante los anteriores procesos (2006 y 2012) concurrieron con activa propaganda negra para inducir miedo en la población y de esa manera alterar la voluntad del votante. Es casi un hecho, asentado como verdad, que esta actividad clandestina e ilegal logró el cometido de parar, de neutralizar, la ruta ascendente de AMLO en el aprecio popular. Lo cierto es que quedaron lejos de revertir el sentimiento de la mayoría en favor de la candidatura del tabasqueño. Es posible, sí, que al menos en algo, hayan contaminado el creciente apoyo popular. Hay, también, evidencias de que la supuesta derrota que le atribuyeron, no se debió a esa propaganda mal intencionada. En efecto, la izquierda no alcanzó el éxito que se esperaba en esas dos elecciones y, según el recuento oficial, salió derrotada en la contienda. Aunque tal numeralia final pudo ser puesta en entredicho, las dudas aún flotan en el ambiente. No se pudieron hacer las revisiones reclamadas debido a los innumerables obstáculos que el oficialismo interpuso. El sistema completo puso en movimiento todos los recursos necesarios para evitar conocer lo que, en verdad, pasó tanto en 2006 como en 2012. Lo registrado es que los gobiernos de PAN y PRI, emanados de ellos, no contaron con la legitimidad suficiente para poder gobernar como era debido y solicitado por la ciudadanía. La historia recontada de los daños ocasionados ha quedado ahora patente, registrada.
Ahora se sabe, con cierta precisión, que la compra y manipulación directa, antes, durante y después de las votaciones, ha sido el vehículo mayor del fraude electoral. La propaganda ayuda, sin duda, para ocultar todo el cúmulo de tropelías injertadas en el proceso de la contienda por el poder. Aun así, el grupo de traficantes de influencia que integran la llamada mafia del poder no ha cesado en su cometido. Recurren, hasta hoy día, a maquinaciones para detener o neutralizar la vigorosa marcha emprendida por AMLO y los morenos.
Por estos movidos días y en forma concurrente ha visto la luz otra de las conspiraciones llevadas a cabo durante la última campaña. Un grupo de mercenarios de la pluma ha revelado sus conjuras. Trataron de emparejar a López Obrador con figuras estigmatizadas en los medios de comunicación, casi todos controlados por la derecha –nacional y continental–. Desfilaron en las redes y en noticiarios y en boca de opinólogos, las comparaciones con Hugo Chávez o Maduro. Se llegó al despropósito de ligarlo con la perversidad rusa. La propia ineficacia de estos personajes quedó neutralizada de manera completa. La tentativa conspiracional, sin embargo, tomó cuerpo con endeble secrecía. Los mismos actores se han acusado y el nombre de Enrique Krauze apareció en tales tramas. Lo señalan como el centro de distribución de órdenes, creatividad y recursos provenientes de empresarios, de nuevo acusados: Coppel y demás asociados.
De inmediato comenzó una andanada de exculpaciones de este personaje central: intelectual afamado, editor, opinócrata y guía de exclusivos centros de actividad social y económica. Un activo de la actual oposición al nuevo gobierno. Se trata de neutralizar lo denunciado en días recientes, tanto por la investigación hacendaria mencionada como por lo escrito en el libro de Tatiana Clouthier, coincidente con lo revelado, con pruebas en las redes, por los mismos conspiradores. El enfoque es transparente: el gobierno abusa de su autoridad. Sus cañones son destructivos de prestigios y trayectorias. Un ataque sin proporción, polarizante en extremo. Un patíbulo mañanero y demás argumentos salidos de aquellos que ven peligros, tonterías y serias amenazas en cada promoción gubernamental.
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