Bernardo Bátiz V.
L
a Cuarta Transformación (4T) corre el riesgo de ser traicionada como lo fue la tercera, celebrada el pasado 20 de noviembre con un emotivo desfile popular, militar, histórico, en el que espontánea y alegremente participó la gente, sin la cual, la celebración carecería de sentido. Un presidente y un pueblo recordando y festejando la Revolución mexicana que tanto aportó a nuestro avance histórico, que tantas esperanzas, despertó, pero que fue traicionada y desvirtuada.
La lección de lo que pasó con la Revolución de 1910 y con la Constitución de 1917 nos advierte y previene para que algo similar no vuelva a suceder. Pensar en la Revolución Mexicana, la más trascendente del siglo XX, con propuestas históricas en materia de garantías sociales, anterior a la soviética y a otras que marcaron hitos en la política mundial, me lleva a recordar la reflexión, tantas veces citada en mis colaboraciones, de Jacques Maritain sobre el doble progreso contrario.
Maritain indaga si en la historia se puede encontrar un sentido, un progreso, como Hegel o Marx pensaron; si se dirige fatalmente a un fin, sea estado, síntesis del choque de la materia y el espíritu o la sociedad sin clases o si gira al azar como otros lo consideraron, Nietzsche, por ejemplo, con su idea del eterno retorno, la historia como un río que desemboca en sí mismo; Maritain tiene una visión diferente, reconoce la responsabilidad humana en el sentido que tengan o dejen de tener los hechos concretos de la historia; sostiene que puede haber progreso o retroceso, pero no necesariamente, no fatalmente, piensa que dependerá todo de nuestra decisión y esfuerzo o de nuestros errores y flaquezas.
Maritain se convence y nos convence, hay un doble progreso contrario, avanza el bien y avanza el mal simultáneamente; la cizaña y el trigo crecen juntos, que prevalezca uno sobre el otro, dependerá de cada generación, de cada persona, de cada quien que impulse y actúe en un sentido o en el contrario.
Así fue la Revolución Mexicana. Hay en ella valores en sus raíces y motivos; inquietud social y rebeldía frente a las injusticias, coraje popular y sentido de la dignidad; caudillos, propuestas, ideas y convicciones en favor de la democracia y de una justicia social más allá del liberalismo positivista imperante; la gran sacudida se debió a la decisión popular y al valor de muchos al levantarse en armas, pero en buena medida también a nuevas propuestas que desembocaron en un abrir de caminos a una organización que rompió con la estratificación social del régimen elitista e injusto del porfiriato.
Los pobres, los parias del surco, la mina y la fábrica estaban excluidos del progreso alcanzado, sin expectativas ni oportunidades; la Revolución los rescató, repartió tierras, abrió escuelas, los acercó al trabajo digno, al salario justo a la seguridad social.
La Revolución al derrotar a Díaz y luego a Victoriano Huerta, pasó en un primer momento del triunfo armado al gran esfuerzo de reconstrucción; todo para todos, oportunidades, arte para el pueblo del que el muralismo mexicano es el mejor ejemplo, pero no el único, gobierno popular, valoración de lo nuestro que sería para la masa y no sólo para unos cuantos privilegiados.
Lo logrado con el movimiento revolucionario quedó sintetizado en algunos lemas que todo México conoce: sufragio efectivo no relección; tierra y libertad; municipio libre; la tierra es de quien la trabaja, y en preceptos que reconocen los derechos de sectores sociales marginados, educación laica y gratuita en el artículo tercero, ejidos a los campesinos en el artículo 27 constitucional y garantías al trabajo en el 123. Durante un tiempo, poco tiempo, el sueño que empujó a la lucha se hizo realidad y cuajó en obras e instituciones.
Lamentablemente, la Revolución fue traicionada por ambiciones personales, soberbia de los triunfadores, afán de poder y cuando una generación posterior, los que heredaron el poder de los militares, se vistieron de casimir inglés, compraron casas de descanso en Acapulco, edificios de productos en Narvarte y se cambiaron a Polanco y a las Lomas; olvidaron los principios revolucionarios, dieron la espalda a la gente y se convirtieron en potentados; estoy hablando del tibio avilacamachismo y del abiertamente corrupto alemanismo. De entonces acá se abrieron las compuertas de la corrupción y todo fue de mal en peor, hasta que el pueblo con sus votos dijo basta en 2018.
La 4T retoma la parte positiva y el avance del bien de la 3T y está empeñada en rescatar al país de la mentira y de la corrupción; camina por el buen sendero a pesar de asechanzas y calumnias; la lección de la Revolución traicionada no debe olvidarse, la política es para servir, no para servirse. Si no caemos en la trampa de la división, la codicia y el afán de poder personal, lograremos la regeneración de nuestra patria; para ello contamos con los valores positivos de las dos transformaciones. La condición es estar alerta y no rendirnos.
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