Bernardo Bátiz V.
E
n el gobierno de la ciudad hay oficio y las virtudes cardinales de la templanza y la prudencia fueron mostradas ante las
vándalasque quisieron ensuciar un movimiento pacífico en defensa de las mujeres víctimas de violencia, pero sólo pudieron llenar con pintura algunos monumentos y romper mobiliario urbano. Son parte de una estrategia en contra de la 4T, pero sin propuestas ni ideología, no traen pancartas ni corean consignas, sólo llevan pintura y palos para dañar. Con toda oportunidad el gobierno capitalino tomó la iniciativa: decretó una alerta de género y no reprimió a las y los provocadores; también actúo rápido para proteger lo más difícil de reparar, limpiar y componer.
Los infiltrados son un fenómeno mundial y muy posiblemente esté coordinado y ejecutado con una intención perversa encaminada a desestabilizar gobiernos o desprestigiar a quienes se manifiestan públicamente.
Con motivo de un reciente viaje a Chile pude ser testigo de una verdadera revolución popular en la que participan miles y quizá millones de chilenos, en Santiago, en Valparaíso y otras ciudades; todo empezó con una protesta de estudiantes por el alza en el precio de los transportes. Al inicio se limitaron a gritar consignas y a saltarse los torniquetes sin pagar. Fueron reprimidos por los carabineros, al viejo estilo de Pinochet, y esa fue la chispa que incendió la pradera; trabajadores, oficinistas, maestros de inmediato se unieron a las protestas, multiplicaron los contingentes y tomaron las calles; como sucede, no faltaron líderes improvisados y organizadores que encabezaron y coordinaron las marchas, pero también aparecieron los violentos.
El gobierno chileno cometió el error que no tuvo el gobierno capitalino: reprimir y no dar importancia a los primeros síntomas del estallido, que creció hasta volverse incontrolable. El gobierno chileno convoca a un pacto, a una nueva constitución, pero la gente pide la renuncia del presidente.
Problemas similares hay en Latinoamérica y otras partes del mundo en donde el depredador sistema neoliberal ha sido caldo de cultivo para la desigualdad, el racismo, el despojo a pueblos originarios y la marginación de los pobres que alcanza, en muchos lugares, a las clases medias. El pueblo se hartó y se agita; en nuestra patria el descontento y la exigencia de justicia encontró un cauce democrático y pacífico: el sistema perdió hace un año las elecciones.
En la Ciudad de México, con sensibilidad y oficio político, previo a la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la jefa de Gobierno, la secretaria general y la procuradora general de Justicia dialogaron con organizaciones feministas, tomaron medidas, atendieron y buscaron soluciones. Si los y las, en este caso cabe expresarlo así, provocadoras y provocadores pensaron que lograrían exasperar a las autoridades y abrir la puerta a una represión violenta para desprestigio del gobierno, hicieron mal su cálculos, no lo lograron y, por el contrario, la respuesta de la autoridad demostró claridad en la actitud y apego a la política de conciliación, respeto al derecho, de libre manifestación y firmeza prudente contra la violencia. Otra zancadilla más que logran eludir los gobiernos del cambio.
No está por demás recordar que los vándalos llegaron al Imperio Romano cuando estaba debilitado, cruzaron la bota, brincaron al norte de África y acabaron con la civilización latina en la parte arrebatada a Cartago dejando paso libre a la futura invasión mahometana. El vandalismo moderno muchas veces, como los vándalos del siglo IV, ni siquiera sabe para quién trabaja. América Latina está en un proceso de liberación y cambios, esperamos que pueda eludir a los bárbaros y liberarse de la sujeción. Bolívar soñó con una América hispana unida, puede ser el momento de alcanzarla.
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