Enrique Calderón Alzati*
A
nte la lucha contra la terrible epidemia generada por el coronavirus, la responsabilidad del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud es similar a la del mismo Presidente de la República y constituye hasta hoy una misión que será recordada por varias generaciones de mexicanos, tal como sucedió con el general Ignacio Zaragoza, por su triunfo en la batalla de Puebla, acaecida el 5 de mayo de 1862, sobre las tropas invasoras de Napoleón III. La similitud no resulta irrisoria cuando tomamos en cuenta que buena parte de los críticos y detractores del ya famoso médico y epidemiólogo jugaron un papel similar al de los conservadores de aquellos tiempos, que en esencia fueron traidores a los intereses nacionales.
Seguramente como en aquel entonces, el doctor Hugo López-Gatell tiene muchos detractores y críticos, algunos por razones científicas válidas, otros por celos, al no verse reconocidos de igual manera por sus conocimientos y capacidades, los más a partir de sus diferencias políticas e ideológicas, contrarias a las del presidente Andrés Manuel López Obrador y, finalmente, otro grupo formado por charlatanes y periodistas corruptos como es el caso de Ciro Gómez Leyva, al servicio de los intereses del gran capital, algunos de ellos dotados de lo que conocemos como ”muy mala leche”, cuyo comportamiento me parece que no vale la pena analizar.
Dada la importancia de la misión que ha recaído en los hombros de Hugo López-Gatell, consideré importante dedicar este artículo a analizar el trabajo desempeñado por este funcionario, respaldado por su equipo de colaboradores, así como por médicos y enfermeras que han estado poniendo sus vidas en riesgo, de contraer esta terrible enfermedad. Sus conocimientos en torno al tema epidemiológico nos parecen extraordinarios, los cuales se deben en primer al nivel de los estudios realizados por él para obtener un doctorado, siendo éstos los que le han permitido desarrollar y dirigir la estrategia necesaria para lograr los resultados que día a día han sido presentados en las conferencias transmitidas desde el Palacio Nacional, con el apoyo del doctor José Luis Alomía, director general de Epidemiología.
Una declaración que a muchos les pareció equivocada fue la que dio al anunciar que el pico de la epidemia se daría entre el 6 y el 8 de mayo, dando lugar a que sus críticos realizaran virulentos ataques en su contra, no obstante que, en fechas anteriores, él había afirmado, que tanto las fechas como los indicadores de los niveles de contagio diario no podían ser exactos, en tanto se trataba de resultado de modelos probabilísticos, sujetos a posibles errores estadísticos. Al ver los resultados de los días siguientes al 8 de mayo, nos hemos percatado de que estos errores, hasta ahora, han sido pequeños, y que los resultados de su estrategia resultan sorprendentes al ser comparados con los logrados por potencias de Europa, las cuales cuentan con servicios médicos y recursos económicos muy superiores a los de México, lo cual ha sido ignorado por dichos críticos. Adicionalmente, debemos decir que otras diferencias entre las predicciones y las cifras reales pueden deberse a que algunos sectores de la población ignoraron la recomendación de las autoridades de Salud de
¡Quédate en casa!
Pero es en estas mismas conferencias, donde surge otra de las características del doctor López-Gatell, las cuales son necesarias también para su lucha actual; particularidad que se hace necesaria pa-ra enfrentar la epidemia y al mismo tiempo reducir la angustia en la que hemos vivido la mayor parte de la población del país. Con ello me refiero a sus intervenciones que algunos podrían definir como mentiras, tales fueron los casos de las afirmaciones hechas en marzo, de que las restricciones impuestas inicialmente indicaban que éstas concluirían el 20 de abril, cuando estudiantes y maestros podrían regresar a sus escuelas, al igual que los trabajadores lo podrían hacer a sus centros de trabajo; posteriormente, él mismo informó que sería ya no el 20 de abril, sino el 5 de mayo, moviéndola después al primero de junio, lo cual ahora se ve incierto. ¿Podríamos imaginar lo que hubiera pasado si aquel día de marzo, él hubiese informado que el regreso a la normalidad económica tendría a esperar hasta algún día de junio, julio o agosto? Esta es la gran diferencia, entre los científicos que buscan la verdad en sus laboratorios experimentales, al margen de la sociedad, o que se reúnen para discutir y reflexionar con el propósito de encontrarla ante los dilemas de la ciencia, y un funcionario de gobierno con el nivel de responsabilidad del actual subsecretario de Salud. Quizá no podríamos siquiera imaginar lo que habría pasado ante tales declaraciones, aun estando enterados de las críticas y acciones de los grandes empresarios (como las del dueño de Televisión Azteca y sus amigos de la Coparmex).
Termino este artículo refiriéndome a las críticas del doctor Narro, ex rector de la Universidad Nacional, quien tuvo a su cargo la Secretaría de Salud, en un gobierno caracterizado entre otras cosas por su opacidad y corrupción, para la cual nunca hubo una crítica mínima de su parte durante su gestión en la UNAM, cómo debería haberse realizado contra ese gobierno, siguiendo el ejemplo del rector Xavier Barros Sierra, que tuvo el valor e integridad ética para enfrentarse con el entonces presidente, de negra memoria, Gustavo Díaz Ordaz. ¿Sería acaso porque el doctor Narro buscaba que le dieran algún puesto en ese gobierno al terminar su periodo como rector?, y ¿Cuál era el objetivo que buscaba al obtener tal nombramiento?
*Director general del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE).
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