martes, 31 de mayo de 2022

EDITORIAL La Jornada

 Alemania: echar gasolina al fuego

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on el telón de fondo de la guerra en Ucrania, el gobierno alemán acordó ayer la creación de un fondo especial de 107 mil millones de dólares (100 mil millones de euros) para sus fuerzas armadas (Bundeswehr) y la inversión en defensa de más de 2 por ciento del producto interno bruto del país, en cumplimiento a un acuerdo entre los integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de la que Berlín es uno de los integrantes principales. En la medida en que el fondo referido se financiará con deuda pública, su establecimiento pasa necesariamente por flexibilizar las reglas presupuestarias de la Constitución, que limitan los márgenes del déficit presupuestario. Para ello, fue necesario un apoyo de dos tercios del Parlamento, conseguido mediante un acuerdo entre la coalición de gobierno (socialdemócratas, verdes y liberales) y la oposición conservadora.

Para ponderar la desmesura de la cifra, baste con recordar que el presupuesto de defensa alemán del año pasado fue de 56 mil millones de dólares, más o menos en el rango de otros socios capitales de la OTAN: el Reino Unido destinó 68 mil millones de dólares y Francia, 56 mil millones. Otros estados miembros invirtieron mucho menos, como Italia (32 mil millones), Canadá (26 mil millones) y España, unos 12 mil millones.

Con el fondo de guerra aprobado ayer, Alemania se sitúa en el tercer lugar mundial en la tabla de gasto militar, sólo por debajo de Estados Unidos (800 mil millones de dólares) y China (293 mil millones), y muy por encima de países con mucha mayor población y territorio más extenso, como India (76 mil millones) y Rusia (66 mil millones).

Cabe recordar que la medida fue precedida por una intensa campaña propagandística sobre la obsolescencia del aparato militar alemán y los mensajes alarmistas sobre la supuesta incapacidad de las fuerzas de tierra, mar y aire para hacer frente a amenazas bélicas externas.

La determinación de Berlín recurre al pretexto de la amenaza rusa, como si Alemania fuera susceptible de ser invadida a la manera de Ucrania, una fantasía sin fundamento. Lo que parece estar detrás de este insólito incremento al gasto militar es, en cambio, el interés de la industria alemana de armamento por multiplicar sus ventas en un contexto mundial en el que se han disparado las utilidades del sector. Así, más que garantizar la seguridad de la población alemana, el fondo de 107 mil millones de dólares apuntalará las ganancias de corporaciones como ThyssenKrupp Marine Systems (TKMS, astilleros de guerra), Rheinmetall (fabricante de tanques), el Grupo Hensoldt (radares y electrónica de usos bélicos), Heckler & Koch (armas de fuego) y las transeuropeas Airbus SE y Eurofighter GmbH, en las que Alemania tiene una fuerte participación.

A lo que puede verse, en una circunstancia económica precaria e incierta por la pandemia mundial de covid-19 y los efectos de la guerra en Ucrania, las autoridades alemanas decidieron echar mano de la vieja receta de la industria militar como locomotora de la reactivación económica. Es una apuesta peligrosa, porque alienta una nueva espiral armamentista en el Viejo Continente, agudizará los siempre presentes temores rusos a una agresión desde Occidente y abrirá la puerta a la tentación más nefasta que provocan los grandes arsenales: usarlos.

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