Mensaje a Cayetano y Miguel Ángel
Defender la dignidad, disyuntiva difícil
Miguel Ángel Velázquez
Señores Cayetano Cabrera y Miguel Ángel Ibarra, huelguistas del Sindicato Mexicano de Electricistas:
Desde este espacio nos atrevemos a llamar su atención, sin el afán de poner en tela de juicio su decisión, y menos aún buscar que su lucha se degrade con alguna opinión, sino más bien con la idea de reflexionar sobre su sacrificio.
Es hora de entender, también, que a este gobierno, el de Felipe Calderón, lo que menos le importa son sus vidas, y la de millones y millones de mexicanos que viven ahora sin esperanza, que hace rato murieron con los brazos caídos, sin luchar, avergonzados por no tener nada que llevar a la familia, ahogados en olas y olas de injusticia, asesinados por el NO repetido que les impacta en el ánimo de vida, cada vez que intentan conseguir un empleo.
Nos referimos a los jóvenes que, sin posibilidades de hacer por su vida caminan por el filo de la muerte, enganchados en bandas criminales; los muchachos que ni estudian ni trabajan, los que asisten a una fiesta en la que encuentran la muerte sin razón, a los niños a los que ya no les dio tiempo de luchar por causas justas, porque sus padres, al no tener tiempo que dedicarles, los dejaron al cuidado del gobierno, que entre la ambición y la negligencia les cercenó su tiempo.
Todos ellos han muerto envueltos en la indignación social que, desafortunadamente, señores huelguistas, tiene fecha de caducidad, y ninguna de esas muertes ha logrado mover un solo músculo del cuerpo gubernamental. Por el contrario, los crímenes del gobierno encuentran buen resguardo en las letanías transmitidas a escala nacional, y el cinismo burocrático, que sólo halla como penitencia poner precio a la indignación y la muerte, para dar celeridad al olvido.
Por eso, don Cayetano y don Miguel Ángel, creemos que la muerte en las condiciones que ustedes han escogido significa, más que una sacudida a las conciencias aletargadas de la población, el abandono de la lucha, pero ¡cuidado!, que esas mismas voces que los quieren vivos también los quieren corrompidos. Los pretenden enhiestos para ponerles en la mano la navaja de la traición, para hacerlos héroes de los noticiarios electrónicos mientras les colocan la máscara de triunfadores, que antes o después, cuando ya no les sirvan, les arrancarán para dejarlos, entonces sí, morir sin honor. No les importa.
Y nos permitimos alertarlos porque es muy probable que lo que les estamos diciendo no sea más que el plan b, porque la prioridad, lo importante para ellos, es que ustedes sigan hasta el último momento, para después poder culpar a su líder y al movimiento por el que ofrendan la vida. Ya hay quien empieza a culpar a su sindicato de la suerte que corran sus vidas. Ya hay quien dice, y ustedes lo saben, que su decisión fue provocada por el liderazgo sindical y no por las condiciones de injusticia que dentro y fuera del país se conocen.
Entonces, para nada les servirá su muerte. Su deceso, además, será la prueba más clara de que a este gobierno y sus jilgueros no les importa la vida de los trabajadores, y este recurso quedará invalidado como forma de lucha. Por eso es importante la reflexión. Por eso no deberían abrir la puerta a una injusticia más. La decisión es suya, señores huelguistas. Pero ellos, sépanlo bien, nunca cargarán en la conciencia sus muertes, como no cargan la de los niños de la guardería ABC de Sonora, de los estudiantes de Monterrey ni de los jóvenes acribillados por las balas del Ejército. Es más, tengan la seguridad de que en las páginas de la historia oficial, si su fallecimiento llegara a ocupar un espacio, sería para condenar la lucha. En fin, gracias por leernos. La decisión es suya.
De pasadita
Es preciso reconocer la información que dio a conocer el gobierno de la ciudad respecto de las muy posibles tormentas que podrían afectar al DF durante el fin de semana, y las acciones de prevención que han realizado todas las instancias de gobierno para evitar que se repitan espisodios como el de Los Arenales o el de Iztapalapa. Eso sí vale la pena.
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