Calderón y su micrófono
Percepción ciudadana
Desaceleración en puerta
Carlos Fernández-Vega
Apantalla la lucidez del inquilino de Los Pinos. Con un solo toque de micrófono todo lo resuelve, da en el clavo y transmite serenidad a los mexicanos, a quienes pide que no se aceleren, que no exageren, porque los problemas del país (que algunos creen que lo ahogan) no son reales sino, simple y sencillamente, de percepción. Deslumbrante hallazgo, sin duda. De haberlo sabido, cuántas angustias se hubieran ahorrado los habitantes de esta nación, cuántos muertos permanecerían vivos, cuántos pobres ocuparían los empleos que supuestamente se perdieron por miles y millones más no fueron generados, cuántos puntos del producto interno bruto no hubieran terminado en la basura si la creencia popular no insistiera en que la crisis alcanzó proporciones descomunales, cuántas otras cosas, en fin, se hubieran ahorrado.
Que la corrupción alcanza niveles históricos es una mera percepción; que el narco hace y deshace a discreción, que es alarmante la inseguridad, que la llamada “estrategia” gubernamental de plano no sirve, que ya son más de 30 mil muertos y que los gringos a Calderón le toman el pelo todos los días, lo mismo; que la caída económica fue la más drástica en ocho décadas, que el desarrollo brilla por su ausencia, que la pobreza va en caballo de hacienda y que la supuesta “recuperación” no alcanza para tapar el cráter de 2009, igual, y así por el estilo en el tema que se aborde. Todo es percepción de quienes, carentes de la brillantez del inquilino de Los Pinos, no tienen la menor idea de lo que en realidad acontece en México, por mucho que obligada y cotidianamente deban cargar con este tremendo paquete que, dicho sea de paso, en el México feliz y vigoroso de la residencia oficial ni de lejos existe.
Cotidianamente los mexicanos perciben que el horno no está para bollos; de hecho no tienen para gas ni para bollos, pero el inquilino de Los Pinos agarra el micrófono y los tranquiliza de inmediato, con esa psicología aplicada que lo caracteriza (se respeta sintaxis, que este tecleador percibe un tanto fuera de norma): “de acuerdo con los datos económicos y entonces se vislumbraba una luz al final del túnel, los datos económicos hoy nos demuestran que, efectivamente, México ha salido del periodo recesivo y tiene datos en materia económica que confirman que no sólo se ve la luz, sino que ya salimos, digamos, de esa parte del túnel, a pesar de que en la percepción de los consumidores y agentes económicos seguimos viviendo en una crisis que para algunos es prácticamente imposible salir de ella” (pieza oratoria de colección en la Cumbre de Negocios México 2010, 25 de octubre).
La mayoría de los mexicanos percibe que se los está llevando el carajo, pero no es así. Como bien dijo el susodicho ante los empresarios reunidos en la capital mexiquense, eso es mera percepción, porque lo realmente sólido es aquello de la luz, el túnel, los datos y todas esas cosas que los jodidos de plano no alcanza a ver por ser extremadamente negativos y masoquistas, por aferrarse a esa deplorable condición de vida que mantienen, y con una actitud así, pues ni para cuándo saldrán del hoyo.
El inquilino de Los Pinos es generoso, y entiende que no todos los mexicanos tuvieron el privilegio de escuchar su sesión de micrófono abierto del pasado día 25. Por ello, ayer repitió el ejercicio, con igual calidad de sintaxis, aunque lamentablemente dejó fuera aquello del túnel y la luz. Ante los empresarios exportadores dijo así: “después de una de las peores crisis económicas de la historia, la economía mexicana está viviendo datos de franca recuperación, y no debemos perderlo de vista. Yo sé que para mucha gente, quizá, ensimismada en cierto desaliento, en cierto desánimo para algunos sectores, para algunos mexicanos la crisis sigue, incluso para otros estamos en lo peor de la crisis, y para otros más no hay salida para ellos (sin duda, éstos últimos son los que perciben que la cosa está color de hormiga), pero la verdad es que los datos reflejan una realidad distinta que es importante dar a conocer. Hoy estamos recuperando la ruta del crecimiento”.
Como se constata, la mayoría de los mexicanos percibe que el inquilino de Los Pinos no tiene la menor idea de lo que pasa en el país; percibe que lo que él llama “crecimiento” no es otra que el raquitismo que registra la economía nacional desde hace tres décadas; percibe que el autodenominado gobierno no tiene pies ni cabeza; percibe que lo que urge no es un psicólogo de micrófono, sino un gobernante que resuelva los problemas nacionales, no que los justifique y percibe, en fin, que sin un cambio de fondo el país va directo al precipicio.
El que de plano tampoco percibe bien las cosas es el afamado doctor “catarrito”, el mismísimo Agustín Carstens –hoy en funciones de gobernador del Banco de México–, para quien 2011 no será un año del todo grato (léase fuera del túnel y con foquitos de colores), pues adelanta que la economía mexicana (la misma que según Calderón se encuentra en “franca recuperación”) de nuevo entrará en lo que llamó “fase de desaceleración”, la cual “puede ser más severa en la medida en que el freno a la actividad económica mundial sea mayor; las tasas de crecimiento bajas en Estados Unidos se mantendrán por bastantes años, por lo cual se hace necesario detonar fuentes internas de crecimiento (¡por fin lo descubrió!), como en la industria de la construcción y la minería… Sí existe el riesgo de mayor desaceleración de la economía mundial y eso nos podría afectar. En México los indicadores oportunos disponibles sugieren que durante el tercer trimestre del año se observó una moderación ligera en el ritmo de expansión de la economía mexicana (lo contrario de lo que sostiene el inquilino de Los Pinos), como resultado tanto de una menor tasa de crecimiento de la demanda externa, como de la falta de consolidación en la recuperación de la interna” (La Jornada, Juan Antonio Zúñiga).
Según sus cálculos, la economía mexicana “avanzará” 3.2 por ciento en 2011, lo que hace percibir que el calderonato confirmará su logró: el peor resultado económico desde tiempos de Miguel de la Madrid, con una tasa promedio anual de “crecimiento” de 1.24 por ciento en un quinquenio.
Pero no se preocupen, que sólo es percepción.
Las rebanadas del pastel
No alcanza el sistema nervioso ni los ácidos estomacales para digerir una matanza, cuando está encima otra, y otra, y otra, mientras el del sicólogo de micrófono habla de lo que los mexicanos perciben.
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