miércoles, 2 de marzo de 2011

México SA


Mexicana, en el suelo

Inversionistas de saliva

Lozano-Molinar: otra vez

Carlos Fernández-Vega

Meses de buenas”, aunque ficticias, noticias, constantes anuncios de su “inminente” retorno al aire, cuatro augurios fallidos, dos secretarios calderonistas igualmente fracasados, misteriosos inversionistas de saliva, contratos colectivos destazados, ominosos recortes de personal, voluminosas cuan insolutas deudas con la banca del Estado, constantes promesas de que “ahora sí va en serio” y muchas otras gracias, para que al final de cuentas Mexicana de Aviación permanezca en el suelo, justo donde Gastón Azcárraga, con graciosa impunidad, la dejó en los primeros días de agosto de 2010.

La línea área más veterana del país mantiene el pico clavado en el cemento: tras meses de “pláticas” y la ostentosa cuan sospechosa preferencia del ex secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, por el grupo PC Capital, el dinero por éste “comprometido” (200 millones de dólares) no apareció por ninguna parte, con lo que Mexicana de Aviación no volverá al aire, cuando menos en el corto plazo. Con esto, el secretario del Trabajo, Javier Lozano, puede presumir un fracaso adicional en su currículum como (auto) precandidato panista a Los Pinos, y el propio Molinar añadir una bolita adicional a su de por sí voluminoso rosario de pifias y excesos. Mientras, los alrededor de 8 mil trabajadores de la aerolínea se mantendrán en espera de sus respectivas liquidaciones, luego de ser masacrados en salarios, prestaciones y conexos.

Seis meses después, en los hechos, nada cambió (salvo el renglón laboral) con respecto a la noticia del pasado 2 de agosto de 2010, cuando el entonces director general de Mexicana de Aviación, Manuel Borja Chico, culpaba a los trabajadores de la crisis financiera en la aerolínea y adelantaba que solicitaría el concurso mercantil, dejando a un lado el saqueo que de la empresa hizo Gastón Azcárraga, con la anuencia, por no decir complicidad, del entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, el inefable Molinar Horcasitas, ambos impunes. Los 8 mil trabajadores se quedaron sin empleo y con el contrato laboral destazado; el Estado mexicano sin cobrar el crédito concedido a dicha empresa y el país sin tres aerolíneas ¿Qué sigue?

Como en otra ocasión se comentó en este espacio, ninguna supuesta autoridad relacionada con el caso Mexicana de Aviación se ha tomado la molestia de explicar cómo fue posible que Gastón Azcárraga y socios lograron, sin dificultad alguna, cambiar de razón social de Mexicana de Aviación (la denominaron Nuevo Grupo Aeronáutico) para proceder al desmantelamiento de la aerolínea e iniciar el “traslado” de recursos a Click y Link. Tampoco, cómo fue que una concesión federal, como la otorgada a dicho empresario, cambiara de manos sin más y terminara en las de la misteriosa Tenedora K y su opaca telaraña de inversionistas, la cual, a su vez, intentó traspasar a otro “grupo de inversionistas” (seleccionado por Molinar Horcasitas como “el único bueno” en este proceso). ¿Una concesión federal se traspasa entre privados así nada más, o requiere de aprobación gubernamental?

Según la versión oficial, en unas cuentas horas, por no decir minutos, Mexicana de Aviación entró en proceso de quiebra; nadie se dio cuenta de lo que pasaba, nadie registró el vertiginoso deterioro, especialmente quienes, por tratarse de una concesión federal, deberían estar más atentos y actualizados. Nadie le puso trabas a Gastón para que destrozara la aerolínea, modificara la razón social, vaciara a la empresa y traspasara la concesión federal a otro particular. Nadie. Pero, ¡sorpresa! Sólo hasta no hubo remedio y que oficialmente la aerolínea dejó de volar, que los trabajadores se quedaron sin ingreso y empleo, aparecieron las siempre dedicadas “autoridades” para poner cara de tristeza e informar que con el concurso mercantil se podría conocer cómo se tomaron las decisiones administrativas y financieras que llevaron a la empresa a la ruina, una empresa con una concesión federal (¿incapacidad y/o connivencia?).

El problema es que no es esta la primera vez, por ello vale el recuento: desde prácticamente su fundación 89 años atrás (primero extranjera, después de capital foráneo y nacional, más adelante sólo nacional, con participación minoritaria del gobierno, sólo de éste “rescate”, “saneamiento”, reprivatización, de nueva cuenta en manos del gobierno, para regresarlo a manos privadas y de éstas a las gubernamentales, y lo que se acumule). Entre lo más reciente, en 1994 Gastón Azcárraga Tamayo, padre de Gastón Azcárraga Andrade, logró restatizar a Mexicana de Aviación; 11 años después, en diciembre de 2005, se reprivatiza a favor de la misma familia (Azcárraga) que la mandó al Fobaproa, cuyo representante de inmediato revendió parte del pastel accionario entre sus amigos empresarios (entre otros: Ángel Losada Moreno, de Grupo Gigante; Juan Gallardo Thurlow, de Grupo Embotelladoras Unidas (representante del sector privado en las negociaciones del TLCAN); Ixe Banco (del que fuera accionista Isaac Saba, del Grupo Xtra, único “contrincante” en la citada “puja”).

En los primeros nueve meses como propietario de Mexicana de Aviación, Gastón Azcárraga Andrade y socios despidieron a mil 800 trabajadores –de confianza y sindicalizados–, vendieron la llamada torre insignia de la aerolínea (en la calle de Xola, por alrededor de 80 millones de dólares) y recortaron 25 por ciento el salario del personal que libró la reducción de plantilla, al tiempo que exigieron al gobierno federal que le “regresara” una cantidad “por ajustes” en el precio de venta (y se los regresó).

Casi cinco años después, directo al concurso mercantil, no sin antes saquear a la aerolínea. La supuesta autoridad nunca se dio por enterada, pero se mostró muy activa a la hora de colocar los fierros que dejaron Azcárraga y socios, quienes se mantienen impunes, mientras otros cargan con el muerto. Pero el gobierno también en esto fracasó, y seis meses después se regresa al 2 de agosto de 2010, pero con 8 mil familias en la calle, voluminosas deudas por cobrar y tres aerolíneas menos. Entonces, ¿qué sigue?

Las rebanadas del pastel

Queda claro, pues, que con empresarios y “autoridades” así, ¿México para qué quiere enemigos?

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